Era la víspera del Año Nuevo, esa en la que la familia se une, en la que los propósitos comienzan a surgir, la temporada ideal para replantearse y volver a empezar, para saber por lo que se luchará los 12 meses venideros. Miriam García Garza, de 19 años, quería estudiar, perfeccionar su pasión: la repostería y el 2020 iba a ser el nudo que le echaría a su vida para hacerla diferente.
Miriam y la pequeña Alisson de 2 años, pasaron las fiestas de Nochebuena y Navidad en familia, ésta sería la última vez. Era una nueva mujer, más alegre, más entregada... más viva, ello gracias a que terminó una relación sentimental que le hería el alma.
Fueron dos años y medio de maltrato, de celos enfermos y de humillaciones, hasta que Miriam tuvo el valor necesario para frenar y tomó la determinación de alejarse del hombre que le hacía daño. Pretendía, al lado de su hija, iniciar con un proyecto de vida que le permitiera ser plena.
Enero pasado iba a ser decisivo, era la fecha en la que iniciaría la escuela de repostería, que al lado del canto y su afición por el futbol, significaban sus más grandes pasiones.
Una madre intachable, defensora de los animales, de las injusticias, exageradamente noble: un ángel, así habla doña Alicia, su mamá, de la hija que le arrebataron.
59 puñaladas frente a su hija
“‘Chilo’ malo, mamá piso”, son las frases que la pequeña Alisson pronuncia todos los días mientras señala con el dedito.
Fue a la 1:38 de la madrugada del 28 de diciembre de 2019, cuando la señora Alicia recibió una llamada de alarma, unos minutos antes había visto a Miriam en perfecto estado, la joven regresaba del trabajo y fue a buscar a su pequeña hija a quien su abuela cuidaba. Al día siguiente tenía que volver al empleo, así que pretendía lavar su uniforme y dormir, esto no pasó.
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Sólo 700 metros separan a la casa de Miriam de la de su madre, en la colonia Ladrillera de Monterrey, Nuevo Léon, así que al recibir el llamado de quienes intentaron ayudarla, doña Alicia llegó de inmediato. Alcanzó a su hija apenas con un hilo de voz, en su estertor de muerte, la joven que yacía boca abajo y bañada en su propia sangre; sólo tenía fuerzas para preguntar por su hija.
"La niña... la niña".
59 puñaladas en todo el cuerpo le provocaron la muerte a Miriam, la mayoría de ellas en la espalda. La señora Alicia relata que su hija tenía heridas en las palmas de las manos, en la cara, en los antebrazos y en los pechos; llegaban a los 12 centímetros de profundidad y le perforaron ambos pulmones.
Alicia desesperada llamó al 911 para pedir ayuda, le dieron instrucciones para cubrir las heridas de su hija, pero eran demasiadas, Miriam perdió la sangre de su cuerpo.
Al sujeto que la mató lo atraparon en el panteón de la comunidad, intentó huir y consideró que ese era un buen refugio. Jamás negó el crimen.
Un cuchillo de cocina
El arma que se usó para asesinar a la joven de 19 años, que soñaba con ser la mejor repostera, fue un cuchillo de cocina, mismo que fue afilado con especial esmero, no era necesario, la hoja era nueva.
“Chilo” trabajaba con su hermano, el encargado de la cocina, en un restaurante de Monterrey, sería justo él, su hermano, quien le habría dado el cuchillo con el que asesinó a Miriam.
“Su hermano es quien le entrega el cuchillo, esto me lo comentan a mí trabajadores, porque yo llegué a trabajar en ese restaurante, me dicen: ‘todos vimos que estaba afilando el cuchillo, y se nos hizo raro porque el cuchillo era nuevo’”, relata doña Alicia.
Por temor, ninguno de los empleados del lugar han acudido a declarar.
No se atreve
“No, es que lo dijo porque estaba enojado, pero no se atreve”; esas fueron las palabras de Miriam cuando en septiembre pasado su asesino la amenazó de muerte; ella no quiso denunciar.
Cumplió su promesa: “si no era para él, no era de nadie”.
A tres meses del feminicidio de Miriam, su asesino está en el penal de Cadereyta, presuntamente protegido, la familia de la víctima no tiene conocimiento de que ya haya emitido su declaración.
A estas alturas, doña Alicia no cuenta con un defensor, al que por ley tiene derecho, sólo le dieron el informe médico de la muerte de su hija, pero nadie ha querido explicárselo. Acude a la instancia correspondiente a preguntar por el caso y lo único que le dicen es que “todo va bien”.
Pide citen a declarar al hermano del feminicida y las autoridades le dicen que "eso no es relevante".
La casa en la que ocurrió el asesinato debe estar en custodia hasta que se dicte sentencia y la escena del crimen no puede ser alterada; sin embargo, la familia denuncia que no es así, no hay patrullas procurando el resguardo.
Es un niño de 13 años, el hermano de Miriam, quien ansioso de justicia y por su propia voluntad toma su bicicleta y se da “unas vueltas” por la casa en la que ocurrió todo. “Mamá no hay nadie cuidando la casa”, le dice a doña Alicia, quien no halla consuelo por no tener a su hija, pero debe permanecer fuerte para criar a su nieta.
La custodia al predio se suspendió y una simple hoja de cuaderno escrita a mano es lo que se usó para notificar.
“Apóyalo, él no tiene a nadie”
Eso fue lo que Miriam le pidió a su mamá al separarse de “Chilo”, ella quería limpiar el pasado y darse una nueva oportunidad, fue justo él, a quien ella no quería ver sufrir por ser el padre de su hija, el mismo que la cubrió de sangre ante los ojos de Alisson.
La niña se asusta, grita, por las noches tiene pesadillas...
¿Cómo se le explica a una niña tan pequeña que su madre murió y que fue su propio padre quien la mató?
Miriam García Garza fue asesinada el 28 de diciembre de 2019 por su expareja, todo ocurrió frente a su hija de 2 años.
Esta historia cuenta con la autorización de las víctimas indirectas.
Por: Paola Sánchez Castro
Edición: María José Serrano Carbajal
Diseño: Ana Navarro e Ingrid Almaraz
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