Karina Chikitova, una menor de cuatro años, se perdió en un bosque de la ciudad de Yakutia, una de las más frías de Siberia, el 29 de julio de 2014, luego de que decidiera alcanzar a su padre quien se sumaría a labores para combatir los incendios forestales que enfrentaban en la zona. Él no se dio cuenta que su hija lo seguía, por lo que la menor se extravió en el lugar durante 11 días junto con su perro de compañía. Naida. En tanto que su abuela, quien se encargaba de cuidarla en ausencia de su madre, confiaba en que estaría con el padre.
Fue hasta el 2 de agosto que Talina, la madre de la menor se percataría de la desaparición de su hija, en tanto que Karina ya se las arreglaba para sobrevivir sola en las entrañas de un inmenso bosque de Siberia y expuesta a depredadores y adverso clima del lugar, con temperaturas muy bajas.
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Su desaparición causó que la comunidad de la aldea Olom y rescatistas emprendieras la búsqueda, aunque cada día los dejaba más desesperanzados y preocupados, pues veían complicado que pudiera sobrevivir sin comida y en un ambiente tan adverso a esa corta edad; sin embargo, la compañía de su perro sería clave para que Karina sobreviviera en esas condiciones, su leal compañero la ayudaría a regresar al pueblo nueve días después.
Los rescatistas no sólo instalaron un centro de operaciones en el pueblo, sino que ocuparon todas las herramientas para localizarla: helicópteros y drones; sin embargo, no imaginaban que Karina había construido una cama de pasto como refugio, lo que complicaba su visibilidad desde las alturas, por lo que también se llevó a cabo la búsqueda por tierra.
Empero, Naida pudo regresar al pueblo solo y eso encendió las alarmas y revivió la esperanza de los rescatistas y de la comunidad en la búsqueda de la menor, quienes fueron guiados hasta llegar a ella luego de 11 días sin saber de su paradero. Ella se encontraba acostada en una cama improvisada de hierba crecida. Su estado de salud no era el mejor, se encontraba débil y había sido atacada por los moscos del lugar, además su ropa estaba rota y sucia. Karina se había alimentado de bayas silvestres y su perro le ofreció calor durante las frías noches.
Algunos de los rescatistas que presenciaron su localización describen que la menor extendía sus brazos para ser rescatada y lo primero que les pidió fue agua y comida entre lágrimas. Luego fue trasladada a un hospital local, para ayudarla en su recuperación. Su historia conmovió de tal manera que en la capital de Yakutsk se creó una estatua para la niña y su perro, y su historia se ha llevado a un libro infantil.