Sebastiana Cottón Vásquez tuvo una dura infancia que vivió junto a su padre quien constantemente abusaba de su mamá y era una persona alcohólica. Desde que era niña, Sebastiana no tuvo más remedio que aprender a ganarse la vida para solventar los gastos de su hogar. Era una campesina en el austero pueblo de Malacatán en la frontera de Guatemala con México, una zona clave para el trasiego de drogas vía terrestre y marítima al colindar con el Océano Pacífico.
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“Mi padre abusaba de mi madre delante de mí todo el tiempo. Era alcohólico y no mantenía a nuestra familia”, dijo Cottón a la jueza Marcia Cooke durante una de sus audiencias de sentencia en Miami en 2015, según información de Vice. Cuando iba en segundo grado de primaria, Sebastiana abandonó la escuela, pero evitaba estar demasiado tiempo en su hogar.
La mujer cumplió su mayoría de edad y en ese periodo fue secuestrada por un hombre que a la postre se convertiría en su esposo con el que tendría cinco hijos. Aquella persona era parecida a su padre, “un hombre muy colérico, violento y dominante. Viví con miedo el tiempo que estuvo cerca”, indicó durante su audiencia en Estados Unidos.
Cuando la abandonó su esposo y captor, Sebastiana Cottón comenzó a vender mercancía de contrabando para poder mantener a sus cinco hijos. Pasaría algún tiempo y conocería a su nueva pareja quien era un narcotraficante local; sin embargo, la mujer nuevamente se convirtió en viuda, pero esta vez tomó fue la jefa de la organización del crimen organizado. Entonces Sebastiana fue conocida como una mujer "exaltada" y "violenta".
No obstante, el abogado defensor de Cottón Vázquez describió todo lo contrario ya que argumentó que su clienta estuvo inmiscuida en el narcotráfico por la geografía donde creció y era un punto importante para traficar drogas de Sudamérica a México y posteriormente a Estados Unidos. No obstante, su caerra criminal incluye que trabajó codo a codo con “El Chapo” Guzmán y con el cártel de Digna Valle, el más peligroso de Honduras
El día cuando Sebastiana enfrentó a un jefe narco
En 2008, Sebastiana Cottón había hecho un buen trato con la compra-venta de drogas para un traficante mexicano. Para ello se valió de uno de sus socios guatemaltecos Waldemar Lorenzana para que le vendiera 400 kilos de cocaína; sin embargo, la narcotraficante le pagó por adelantado 3 millones de dólares, pero jamás vió la mercancía.
Furiosa, Sebastiana llamó por teléfono a su socio a quien le llamaba Don Walde, y comenzaron a discutir. Ante ello, la colérica criminal acudió directamente al rancho del narco quien le dijo que la esperaba en su casa para arreglar el problema. La mujer solo acudió con otros tres acompañantes: su primo Max, su hijo Antonio y uno de sus socios mexicanos llamado Rudy. Todos iban armados.
Pero al llegar al rancho la pequeña comitiva de reclamo fue recibida por alrededor de 100 hombres armados que estaban ubicados estratégicamente dentro de la mansión de Waldemar Lorenzana. Sebastiana era la única mujer que estaba en el lugar, pero así comenzó a reclamar a su socio por haberle robado el dinero. El argumento molestó a “Don Walde” quien en todo momento quedó listo para atacar.
El ambiente estaba tenso, por lo que Max le dijo a su prima que era mejor que se fueran del lugar ya que la situación podría salirse de control. “Las cosas se han puesto feas”, dijo Max. “Don Juancho me dijo que si haces algún movimiento, cualquier cosa, te va a disparar”. “El pez grande se ha comido al pez pequeño y lo voy a solucionar”, dijo la jefa narco a sus hombres. “Ya descubriré cómo pagar ese dinero”, mismo que jamás vio ni mucho menos la mercancía prometida.
Finalmente el abogado de la mujer reflexionó durante su juicio: “Solo quiero que lo entiendan… Madre soltera, todos estos problemas, una sensación de inseguridad económica y física, por haber sido violada en un país que el Departamento de Estado considera uno de los países más peligrosos de Centroamérica... Es el entorno en el que se encontraba, en una zona rural, dominada por hombres muy machistas, malos, violentos”.
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RMG