Hace 140 años, el astrónomo inglés William Noble observó un fenómeno estelar realmente peculiar. Se trataba de un chorro de luz parecido al que emiten los faros de las costas pero dirigidos al espacio. El 28 de agosto de 1883 esto despertó una enorme curiosidad en la comunidad científica, pues se cuestionaban si se trataba de alguna especie de señal emitida por los extraterrestres, incluso surgieron teorías de que quedaron varados en nuestro planeta y que era su forma de pedir auxilio. Pero esto no fue así. A este fenómeno se le ha sido visto en diferentes ocasiones y recibe el nombre "pilar o columna auroral".

Y lo que suele encontrarse es una fuente, ya sea natural o artificial, con una iluminación que es reflejada por los pequeños cristales de hielo que se encuentran en esos momentos de "suspensión" en la atmósfera. Aunque los especialistas destacan que en ocasiones llega a suscitarse de formas más extrañas. Por ejemplo, el 17 de noviembre de 1882 una nube luminiscente —con aspecto de torpedo— cruzó los cielos del norte de Europa como si fuera un meteorito. Lo que se cree que fueron ráfagas de viento solar que interaccionaron con la alta atmósfera, como lo que fotografió Alan W. Peterson en los cielos de Arizona de 1979 y que fueron publicadas en la revista científica Applied Optics.
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También fueron nombradas como "luces fantasmales"
Este curioso alumbrar deja un paisaje fantasmal que mezclado con la niebla luminosa abre el escenario para divertidas leyendas y mitos. Un evento con estas características pudo verse en Italia y Alemania durante varios días en 1831. La explicación que le dan los científicos radica en la luz emitida por nuestro sol, en particular, en las fulguraciones de la atmósfera solar. Y es que basta con una sola ráfaga de viento solar cuya intensidad supere las "comunes" y lance más cantidad al espacio. Aunque esta explicación solo se suma a las hipótesis.

Lo que pasa es que no resulta nada fácil explicar las llamas instantáneas, menos las que vieron los astrónomos del Indian Astronomical Observatory la noche del 9 de junio de 1970, donde aseguraron que: “de pronto todo el cielo se iluminó con una intensidad comparable a la que tiene la Vía Láctea durante los meses de verano”. Sin embargo, más espectacular fue el destello observado en Alaska que ocurrió dos años más tarde, donde “el cielo brilló como si fuera de día durante unos dos segundos... cambió del azul al naranja pasando por el verde y el blanco”, al menos así lo relataron en la revista Sky & Telescope.
Ahora bien, estas luces suelen explicarse como consecuencia del lanzamiento de satélites al espacio. Pero ¿cómo se llegaron a ver las luces de un lanzamiento desde Florida desde el océano Índico? La realidad es que nadie le ha podido dar una explicación lógica, puesto que el 27 de noviembre de 1963 —con el lanzamiento del Centaur 2— la tripulación del M. V. Wendover —que viajaba desde Dakar, Senegal, a la Ciudad del Cabo— vio una nube circular blanca que se fue haciendo cada vez más grande y luego formó círculos concéntricos —o sea que comparten el mismo centro— de un brillo comparable al de la luna llena. Un fenómeno que también fue visto por otros barcos situados en el Atlántico norte, bien lejos de Cabo Cañaveral.

Otro espectáculo en los cielos son los rayos y los relámpagos
Las tormentas también son fuente de fenómenos luminosos extraños, por ejemplo, los rayos que corren paralelos a la superficie durante varios kilómetros son nombrados como "rayos-cohete" y salen disparados de la nube a la parte alta de la atmósfera. Por su parte, el relámpago-perla —que se observa partido en trocitos como si fueran cuentas de un collar—, son rayos de colores o los más comunes que se presentan sin trueno. Son habituales en las bochornosas tardes de verano y el problema de todos estos es que los espectáculos pirotécnicos naturales que brindan pueden provocar grandes desgracias, como la sucedida en la localidad orensana de Allariz en el verano de 1902.
Lo que pasó es que, alrededor de las 10:30 horas de una calurosa mañana, el 24 de junio se celebraba una misa funeral de una iglesia románica de San Salvador de Piñeiro, en ese momento una tormenta empezó a descargarse con fuerza sobre el pueblo. En pocos minutos un rayo entró por la cruz de la iglesia y —según contaron los testigos— “llegó a dar dos vueltas al templo, saliendo después por la ventana de la sacristía”. El evento dejó 25 muertos y 108 heridos. De acuerdo con los forenses, por culpa del rayo solo murieron 12 personas; el resto de fue por aplastamiento y asfixia. Lo más sorprendente de todo es que no murió ninguno de los seis sacerdotes que se encontraban concelebrando la eucaristía.
Los mares fosforescentes también son extraordinarios
En el océano Índico, particularmente en las aguas del Golfo Pérsico, es común que los barcos encuentren zonas de aguas luminosas. Este es un fenómeno descrito por Rudyard Kipling que también aparece en la novela de Julio Verne "20.000 leguas de viaje submarino". Y es que desde 1915, se han documentado 235 casos concentrados —mayoritariamente— en el noroeste del Océano Índico y cerca de Java, aunque también se han visto en las costas de Somalia y Portugal. Muchas de esas observaciones se explican por la presencia de bacterias bioluminiscentes, como sucede en la bahía Mosquito de Puerto Rico.
Sin embargo, ¿cómo se pueden explicar los globos de luz que surgen de las aguas y explotan en la superficie? Estas luces que giran alrededor de un punto, los anillos de luz expandiéndose en una noche clara o bandas luminosas estacionarias sobre la superficie del mar... Según el segundo oficial del WMS Olympic Challenger, Armin Roth —a través de la revista Marine Observer en 1954— el suceso escapa a cualquier explicación, decían que “a un metro sobre la superficie del agua aparecieron de repente bandas de luz en movimiento rápido —similares a la niebla—. Tenían una extensión de 3.7 kilómetros y estaban rotando en el sentido de las agujas del reloj y cruzaban el barco a intervalos regulares”.
Y esto mismo sucedía en el golfo de Omán el 5 de noviembre de 1953, así como el 24 de abril en el golfo de Siam la tripulación del MV Rafaela alucinaba con algo parecido: tres ruedas de luz que se intersectaban, una girando en el sentido de las agujas del reloj y dos en el contrario. Mientras los marineros se quedan entre asombrados y alelados observando estos fenómenos, a la par de que los científicos los han ignorado.
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