La chilena Miriam Hernández triunfaba en el mercado internacional con el éxito "El hombre que yo amo" cuando conoció al compositor Juan Carlos Calderón. Ambos encontraron afinidad y pudieron converger en el estudio como si sus almas fueran solo una.
El escritor es reconocido por haber escrito con su pluma decenas de las canciones más hermosas del habla hispana, tales como "Eres tú", "La Incondicional" o "El Gato que está triste y azul".
El método que siguió el español con la chilena era simple: unos días antes de verla, el maestro se dedicaba varias horas a crear melodías con el piano para mostrárselas en el estudio. Si alguna le gustaba a ella, creaba letras que sirvieran para darle una mayor intención a la música.
En un día de estos, el compositor se puso a improvisar en el teclado. De un momento a otro, el sonido se convirtió en algo melancólico, lo cual fue recibido por la cantante con lágrimas.
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Calderón detuvo sus dedos sobre las teclas y le preguntó a Myriam si algo había pasado, a lo que ella respondió que los impactos sonoros habían traído a su mente recuerdos dolorosos, sobre todo relacionados con la muerte de su abuela debido a una negligencia médica.
La confesión de Hernández caló hondo en Juan Carlos, quien también recordó a su primogénito, con quien compartía el nombre, y quien falleció en un accidente de motocicleta hacía unos años atrás.
El dolor que sintieron ambos hizo que se soltaran a llorar juntos. Momentos después, al hablar de esta experiencia, los dos dos decidieron crear una melodía que sirviera para que la gente que pasara por una situación similar tuviera una forma de canalizar lo que sentían.
Unos días después, el autor llegó con 10 páginas con varios versos sueltos que englobaban lo que había sentido con su pérdida. Le pidió a Myriam que eligiera las que más le gustaban. Al final ensamblaron la canción conocida como "Se me fue". Años después, la cantante interpretaría esta pieza llorando.
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La grabación de la pista en el estudio fue uno de los momentos más difíciles de la chilena, quien no podía terminar de interpretar, debido a que el llanto llegaba a ella.
Juan Carlos tampoco podía aguantar las lágrimas, ya que con cada verso recordaba la historia de su hijo, de quien su último recuerdo era haberse despedido con una sonrisa que jamás pudo volver a ver.
Como era una canción especial, el compositor pidió que se dejaran sobre la pista una serie de suspiros que había lanzado la cantante durante su interpretación.
Durante la grabación, el letrista vistió de forma elegante, muy al contrario de su tendencia a permanecer informal, lo cual llamó la atención de la cantante, por lo que pidió a su esposo que lo siguiera por el temor de que se suicidara.
El hombre del traje se metió a un bar, donde pidió una botella de la que se sirvió, elevó al aire y ofreció un brindis. Jamás se supo para quién era este gesto, aunque Myriam considera que era una forma de despedirse de su primogénito.
Después de esto, el productor siguió con la mancuerna que tenía con Luis Miguel, pero también trabajó con Alejandra Ávalos, Myriam, Chavela Vargas, Alejandra Guzmán y Edith Márquez.
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