I. Entre las letras y los muros del Claustro
¿Qué se puede decir de Sor Juana Inés de la Cruz? Quien nació un 12 de noviembre de 1648 (1651) en el pueblo de Nepantla (actualmente Edo.de México) y quien falleció un 17 de abril de 1695.
Seguramente, que el mundo ha cambiado en estos 330 años, pero no el mundo de sor Juana, que ha sido revisado una y otra vez por historiadores, artistas, poetas y tantísima gente que queremos saber desde siempre y desde cualquier latitud ¿cómo fue su tiempo? ¿Cuáles eran sus verdaderas pasiones? ¿Por qué su madre nunca se casó y la concibió a ella como hija ilegítima? ¿Quién la apoyó como mujer en su tiempo y quién se enfrentó a ella? ¿cómo pudo pasar de su tierra natural frente a los volcanes a trasladarse a una ciudad construida en la capital novohispana?
Y tantas y tantas cuestiones que nos hacen pronunciar en voz alta con ella uno de sus mejores versos: ¿ y responder con ella misma: En perseguirme, Mundo, qué interesas?...teniendo por mejor en mis verdades/ consumir vanidades de la vida/ que consumir la vida en vanidades.
Las verdades de sor Juana pueden ser, conocer parte de su vida, sus méritos, su esencia de mujer brillante y al mismo tiempo saber, las barreras que enfrentó desde los muros del convento pero que paradójicamente le dieron la libertad que necesitaba. Pensando en su vida de niña en el pueblo, gozó del gran amor y enseñanzas que le dejara su abuelo Pedro Ramírez de Santillana, y de la biblioteca maravillosa que tenía este hombre venido de España, biblioteca que entretuvo e ilustró a la pequeña en la hacienda de Panoayan (muy cerca de Amecameca). Saber acerca de la fuerte presencia de su madre Isabel Ramírez inspiradora de una personalidad férrea que le sirvió para sostener sus propios “empeños de una casa”.
Cómo olvidar que apenas siendo una pequeña de 8 años de edad, Juana Inés, ganó su primer concurso poético con una Loa al Santísimo Sacramento. Recreando su niñez y crecimiento, damos con el pasado de una joven que llegó a la ciudad de los palacios, en el momento que sólo destacaban los hombres del Imperio y la Colonia, los caballeros de la Corte eclesiástica, los humanistas de un siglo XVII, o los maestros de oratoria, de gramática y de aritmética, tal y como fue su propio profesor el bachiller Martín Oliva quien le enseñó en pocas lecciones el latín que necesitaba esta intrépida mujer para conocer, entender y descifrar el mundo letrado a través de sus “verdaderos amigos” los libros. ¿Cómo serían los encantos y atractivos cultivados de Juana Inés, que logra cautivar y entrar a la Corte de la Nueva España? Donde si bien es cierto, reflexiona que no es eso lo que quiere.
Entonces ¿qué quiere la joven Inés? Mientras muere el rey Felipe IV en España, la escritura de Juana va creciendo ya en los muros de San Jerónimo, donde estuvo el resto de su vida, desde 1669 a la fecha de su muerte en 1695; pasando más de 25 años de su vida en el convento y de su existencia que termina a la edad de alrededor de los 47 años.
Y ¿qué decir del náhuatl que desde la comarca había escuchado y aprendido? Así como las letras, aprendidas, escritas y gozadas ya en el claustro, fueron su mayor encuentro con el que sería el titán de su vida, la razón y el entendimiento.
Sor Juana Inés de la Cruz, en los muros de San Jerónimo, ama el conocimiento, vive por él, sufre por él, se mortifica y todos los minutos del convento los emplea en aprender, entender y guardar en la memoria todo aquello que explican los libros (sus mejores maestros) y todo lo que también aprende en la vida diaria, en las charlas, a veces tediosas de sus hermanas, en la cocina, gran lugar de alquimia natural para la monja, en las horas de un sueño que no llega porque ella está construyendo su propio Primero Sueño y en los cientos y cientos de versos que imagina, inventa y descifra en su mente y alma para bordar en el tiempo, versos, de los mejores que dejó el gran Barroco artístico, en sonetos, décimas, redondillas, los, enigmas y un sinfín de estrofas llenas de ritmo, armonía y sobre todo esencia.
Esencia de un siglo que se le escurría de las manos a sor Juana, ya en sus villancicos, que ella misma llegó dirigir con los conocimientos que tenía y guardaba a la manera de un “caracol”, ya en sus obras teatrales o en sus cartas que tenía que escribir en propia autodefensa para sostener su pensamiento, obra y mundo íntimo; como ocurriera con la Carta Atenagórica en 1690, que publicó el Obispo de Puebla, sin su consentimiento y a quien ella contesta y réplica en la famosísima Respuesta a Sor Filotea de la Cruz de 1691, haciendo toda una defensa de su persona, de sus virtudes como mujer pensante y creadora de escritura; todo lo que le costó en vida el reproche y la censura masculina eclesiástica y social. Juicios que vivió in vitam y post mortem después de ese 17 de abril de 1695, donde replicaron para siempre las campanas de San Jerónimo.
Pero si la cultura era para los hombres de su tiempo, aquellos que representaban la ideología y el poder de una Nueva España. ¿Qué podía hacer Juana Inés? San Jerónimo fue la libertad al entendimiento humano pero también la puerta a la muerte.
Su escritura se convirtió al final en el dictamen del cual no podrá escapar por la vigilancia de sus detractores, ya fueran confesores, obispos u hombres que cuestionaron fieramente el que una mujer “del sexo débil” pudiera hablar de las sagradas escrituras y además leer y más leer.
Habrá más cartas atenagóricas y más respuestas a Sor Filotea de la Cruz, mientras existan sor Juanas –mujeres—dispuestas a defender el alma y cuerpo propios, la voluntad, la esencia y el coraje de simplemente ser.

II. La Grandeza de Sor Juana, la libertad para el saber y la Universidad del Claustro de Sor Juana.
La libertad y el amor por el conocimiento en sor Juana Inés de la Cruz, llevan a fundar en la propia casa de sor Juana y en pleno siglo XX, la institución que soñaba sor Juana para ella misma, un lugar donde el humanismo y el entendimiento sirvieran para “conocer acto todo lo criado” tal y como expresó en El Sueño:…haciendo escala, de un concepto/en otro va ascendiendo grado a grado/ y el de comprender orden relativo/ sigue, necesitado/ del del entendimiento (vv. 593-597. El Sueño).
Así se dio origen al lugar en el que nos encontramos celebrando ya 45 años en la modernidad de la ciudad de México en el Centro histórico ¿Quién nos diría que este edificio del siglo XVI llegaría a ser la cuna del conocimiento, del saber y placer de sor Juana y de muchas personas más en siglos venideros? En este lugar, hoy día, a 330 años de la partida de sor Juana, las generaciones van aprendiendo el valor de la palabra, su consistencia, su defensa. Pero también valoran y a reconocen una sociedad cambiante “con sombras necias, con indicios vanos”.
Vendrán nuevos retos, nuevas generaciones y los muros de sor Juana serán la puerta para los saberes humanos del intelecto, del alma y también del mundo que se mueve entre lo físico y metafísico, entre lo permanente y lo cibernético; entre paredes, cielos y esencias de la propia sor Juana. Merecidos 330 años de la memoria y partida de nuestra musa, siempre admirada, recordada y amada desde los patios que fueron huertos y desde los salones que fueron celdas. Pasen los visitantes a conocer la vida de los Colegios en estudios humanísticos, como son: el Arte, la Cultura, la Filosofía,la Comunicación, los Derechos Humanos y Gestión de paz, la Escritura creativa y Literatura, los Estudios e historia de las artes, los Estudios y gestión de la cultura, la Filosofía, los estudios en Producción de espectáculos y la Psicología.
Por supuesto la “sal y pimienta” de la escuela de Gastronomía, donde nos acompañan las palabras de sor Juana: Señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito (Respuesta a Sor Filotea de la Cruz).
“Saber valorar, valorar para elegir”.
Universidad del Claustro de Sor Juana.
Nota bene: Para conocer más, el querido lector debe saber que cada línea de sor Juana tuvo su origen por la propia musa en cualquiera de sus obras originales:
- Inundación Castálida, Madrid, 1689.
- Volumen Segundo de Soror Juana Inés de la Cruz, Sevilla, 1692.
- Fama y Obras Póstumas, Madrid, 1700.
- *Para una lectura moderna y conocimiento de su mejor poesía siempre podemos asomarnos al lbro: Sor Juana Inés de la Cruz. Ecos de mi pluma. Antología en prosa y verso de Martha Liia Tenorio.
- ** Para leer con toda la familia, esta el libro ilustrado: Óyeme con los ojos. Sor Juana para niños, de la Universidad del Claustro de Sor Juana y Nostra libros, coautoras, Carmen Beatriz López Portillo y Lourdes Aguilar Salas.
Por Dra. Lourdes Aguilar Salas
EEZ