Sergio Ramírez dejó Nicaragua, su tierra natal, acusado de traición a la patria, se le arrebató su hogar, sus seres queridos, su título como abogado; sin embargo, lo único que conservó fue la palabra y con ella logró sobrevivir. Tiene dos nacionalidades: española y ecuatoriana.
La Universidad de Guadalajara, en manos del rector Ricardo Villanueva, le entregó la medalla que significa la máxima distinción de la institución a personajes eminentes nacionales y extranjeros con méritos excepcionales. Fue ovacionado de pie por su invaluable legado a Hispanoamérica no sólo en la literatura sino también en el periodismo.
“¡México es mi hogar! Con este doctorado se repone mi vida académica, un título de abogado que me quitaron arbitrariamente y me lo devuelve con creces el doctorado honoris causa. Siempre me he considerado muy cercano a México, nunca he vivido en esta tierra, pero he venido tantas veces que la considero propia”, dijo Sergio Ramírez en entrevista.
Acogido cálidamente por la comunidad universitaria, recordó aquella última vez que echó el cerrojo a la puerta de su hogar sin imaginarse que era la última vez. “El designio fue dejarme sin patria y sin universidad. Esta Casa de Estudios es mi alma mater. Lo he sabido desde que entré por primera vez por la puerta de la Feria Internacional del Libro, que me abrió Raúl Padilla en 1991, hace más de 30 años. Un hogar propio, más que un hogar sustituto. La Universidad de Guadalajara me devuelve hoy el título académico que la represión de la dictadura me ha quitado”, añadió.
Ramírez subrayó que “la imaginación es clave para la escritura. Memoria e imaginación son las dos claves para un escritor… El exilio siempre deja una huella en la obra literaria, muchas veces, estas aguas no se pueden verter salvo al paso de los años cuando uno va escribiendo”.
Aunque siempre seguirá soñando en que regresa a su hogar para dialogar con su padre. “Yo la esperanza nunca la pierdo, tendría que haber un restablecimiento de la democracia en Nicaragua para poder regresar”.
Los países democráticos como México deben valorar la democracia porque cuando se pierde el cambio que enfrenta la gente es radical. “Por muchas diferencias políticas que haya, que las instituciones sean las que regulen la vida ciudadana y no el poder arbitrario. De manera que hay que defender la democracia con uñas y dientes porque cuando se pierde la democracia uno no sabe lo que ha perdido. Dichosamente, México es una democracia y espero que así siga siendo”.
Quiere ser recordado como escritor
Sergio Ramírez anhela ser recordado como escritor y no como político porque prefiere retar la realidad con libros. “Un viejo anquilosado en el poder se vuelve grotesco, un esperpento útil sólo como personaje de la literatura”.
En contraste, el escritor “puede morir escribiendo sin volverse nunca patético, siempre que cuente con el favor de sus diosas tutelares, memoria e imaginación… El poder de las tiranías que nunca dejan de sentirse amenazadas por las palabras. El poder que se ejerce como crueldades y exceso tiene rostro de piedra, y es contrario a la verdad, a las verdades, a la invención y el humor y a la risa”.
Narró a su estilo el exilio que enfrentaron Rómulo Gallegos, Juan Bosch, Rodolfo Walsh, Augusto Monterroso, Luis Cardozo y Aragón, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Guillermo Cabrera Infante y él mismo.
“Porque la vida del exilio se vuelve una mezcla de ansiedad, infortunio, gratificaciones; la bondad se cruza con las incomprensiones, la solidaridad con los desentendimientos… Las palabras se vuelven tan temibles porque tienen filo, desafían, no se les puede someter. Porque son la expresión misma de la libertad. Porque contradicen la palabra oficial, desafía la narrativa urdida por las maquinarias de propaganda”.
PAL