Cúpula

Cinco jóvenes artistas, la nueva ola

Cinco noveles creadores, entre los 28 y los 33 años, están irrumpiendo en las galerías de arte y obteniendo becas con las que siguen impulsando su trabajo, ya sea en el diseño, la ilustración, la pintura o la escultura

Cinco jóvenes artistas, la nueva ola

RETRATA LA MEMORIA COLECTIVA

Arquitecta de profesión y dibujante por pasión, Melissa Delgado (CDMX, 1996) conjunta sus habilidades para crear sketches o bocetos de la ciudad y de aquellos elementos aparentemente poco visibles, que dan identidad.

“Me titule en arquitectura por la UNAM, sin embargo, mi gusto por el diseño, el espacio público y su habitabilidad complementan lo que hago en el sketch y la fotografía con el objetivo de capturar la memoria colectiva retratando los espacios y las personas que las habitan y transitan”, dijo. En los últimos cuatro años, la artista ha capturado lugares emblemáticos como la calle Madero, donde suele caminar, escuchar y observar las actividades comerciales, los organilleros, el bullicio y las personas que la visitan en busca de construcciones de experiencias, que ella lleva al papel.

“Mi arte es como un diario que guarda memorias, y aunque de forma profesional soy más arquitecta, me encuentro trabajando para perfeccionar mi obra en un acto de amor por hacer una de las cosas que más me apasiona”. Ha comenzado a explorar el uso de acuarelas.

 

ARTE Y CERÁMICA

Para Andrés Anza (Monterrey, 1991) la cerámica es un medio que “permite crear seres amorfos que pertenecen a un ecosistema conocido, pero que resultan irreconocibles a los ojos porque están extraídos de la imaginación o de lo diferente”. En ese terreno, el volumen, el relieve y la textura excesiva exigen que las piezas sean apreciadas para reconocer y comprender aquello que a simple vista nos parece desconocido.

Desde niño, el escultor fue creativo: le gustaba dibujar, pero fue hasta que estudió Artes  y trabajó en el taller de cerámica de su tío, Mauricio Cortés, cuando comenzó a entender a el material como medio de expresión que transforma y comunica inquietudes sobre algo relacionado con la personalidad humana.

“Mi arte se caracteriza por tener picos y relieves ‘en su corteza’, por llamarla así, la cual me remite a los cactus y a las formas orgánicas, todo en un ejercicio de entender que hay cosas que no podemos nombrar porque no las conocemos, pero que cuando se descubre, lejos de ahuyentar, atrapa y comienzas a reconocerlas”.

Anza, quien ha participado en exposiciones de México y el extranjero, dice que su obra busca mostrar, con formas orgánicas de la naturaleza, lo que nos rodea.

 

AFECTIVIDAD Y VIVIENDA

Escritora, gestora y artista, Cecilia Miranda Gómez (CDMX, 1993) aborda su práctica artística en torno a las relaciones afectivas y políticas alrededor de la vivienda, la memoria, el cuerpo y el lenguaje. Para ella los espacios deben pensarse más allá de su diseño arquitectónico y más desde su habitabilidad, desde donde se generan las relaciones y la memoria.

“La relación entre el lugar en el que vivimos y los espacios en los que trabajamos o estudiamos nos lleva a generar nexos con la ciudad, pero ¿qué pasa en el intermedio del desplazamiento?, ¿cómo nos relacionamos con el transporte público?, ¿cómo coexistimos con estas relaciones, aparentemente invisibles?”, cuestiona la artista, quien, con pintura, dibujo, cómic y otras técnicas reimagina la identidad desde los espacios habitados.

También trabajó con patrones de costura cuando reflexionó sobre la casa que habitó de niña y pensó en la potencia de los objetos más allá de su fin utilitario.

 

DE IZTAPALAPA PARA MÉXICO 

Bajo el criterio de que imprimir es compartir, Brian Martínez, mejor conocido como Livo Malo, dedica su vida a ilustrar la forma en que comprende la ciudad y la complejidad de la misma. Para entender la libertad es necesario comprender las limitaciones del lugar que se habita —violencia—, que, en su caso, provocó que se refugiara en los cómics y el dibujo dentro de las paredes de su casa. “Mi arte radica en comprender el ADN de la capital, en ver cómo nosotros modificamos y alteramos el espacio a través de diferentes ejercicios gráficos; también me gusta dibujar los rostros, que, para mí, están conectados con lo que vemos y lo que somos: desde las calles, los cables, el transporte público, hasta las hojas que caen de los arboles”, contó.

“Como todos los niños dibujaba, la diferencia es que nunca deje de hacerlo. Tenía 14 años y veía mucho anime, después caí en un manga que se llama Bakuman, del creador de Death Note, cuya historia daba cuenta de dos niños de secundaria que quieren publicar en la revista más importante del país. Me identifique con eso y esa fue mi guía”. Su gráfica está llena de elementos cotidianos que dibuja con acrílico, plumón, pincel o aerosol.

 

EXPLORA EL EXISTENCIALISMO 

Desde temprana edad, Francisco Diego (Coahuila, 1991) manifestó talento y creatividad, pero fue la relación con su abuelo arquitecto, lo que le permitió entender más acerca de la composición y la funcionalidad de los materiales. Con 12 años como diseñador y 10 como escultor, el creador explora el existencialismo, la memoria y la identidad, así como las contradicciones humanas, intentando “descubrir la esencia oculta de las cosas para encontrar la belleza en la complejidad”.

“Estudié Diseño industrial y eventualmente comencé a hacer joyería, a esculpir en cera; poco a poco cree formatos más grandes en bocetos que llevé a la escultura y mientras más me adentraba empecé a entenderme como artista”, compartió.

Sus series más emblemáticas incluyen “Otro más que colgó los tenis”, que explora la ausencia, la despedida y el olvido; “Buscarnos y encontrar”, que desde lo abstracto y conceptual alude a la conciencia social; “Sultano de nudos”, que simboliza el apoyo y el consuelo en los momentos de duelo; y “Dulce bilis”, que explora la búsqueda del ser. El arte ha sido para él un vehículo que permite entender la construcción de la sociedad.

Por Azaneth Cruz

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