El 4 de mayo de 1994, el recién creado Centro de la Imagen se inauguró con la muestra de la VI Bienal de Fotografía. A partir de entonces, cada dos años organiza este certamen que, mediante una muestra, un catálogo y dos Premios de Adquisición, se ha convertido en un proyecto eje para reconocer, impulsar y divulgar la producción fotográfica actual. A 43 años de su creación, la comunidad fotográfica valora la Bienal como un espacio de visibilidad que da reconocimiento a su obra y la sitúa en la escena contemporánea poniéndola en relación con sus pares. Reconstruir la historia de la Bienal de Fotografía, analizarla a la luz del contexto que la ha acompañado y comprender las necesidades actuales de una comunidad heterogénea, permitirá reflexionar sobre la pertinencia de su modelo a nuestro presente, cuyas dinámicas, sin duda, son distintas a las que la vieron nacer hace casi medio siglo.
EVOLUCIÓN DE LA BIENAL
La Bienal de Fotografía tiene su origen en el Salón Nacional de Artes Plásticas, fundado en 1977 por el INBAL para dar a conocer las distintas expresiones artísticas del país. A pesar de no tener una sección específica en el salón, la fotografía se hizo presente con más de 30 propuestas elegidas para la Sección Bienal de Gráfica 1977; sin embargo, el jurado decidió dejar fuera del concurso a la fotografía al considerar que no podía ser evaluada con el mismo criterio de la gráfica. Posteriormente, en 1979, el jurado otorgó uno de los Premios de Adquisición a Lázaro Blanco, distinguiendo así a la fotografía como disciplina artística. Recomendó también crear una Sección Bienal de Fotografía, lo que se concretó el año siguiente e inició un proceso de validación e institucionalización de la fotografía en México. Las primeras cinco ediciones, de 1980 a 1988, fueron convocadas por el INBAL y el Consejo Mexicano de Fotografía, una asociación civil creada por el propio gremio fotográfico. En 1993, el extinto Conaculta retoma el certamen y convoca a su sexta edición junto con el Centro de la Imagen, cuya futura sede era remodelada.
A lo largo de las 20 ediciones de la Bienal se han planteado diversos cambios a sus formatos y mecanismos a fin de adaptarla a las necesidades de su tiempo y de ampliar su alcance como termómetro de la producción fotográfica. En las primeras ocho ediciones se solicitaban conjuntos de entre cuatro y 12 fotografías —eso cambió en cada convocatoria— que debían tener unidad y coherencia temática, y entregarse montadas en una base de 40X50 cm o 50x60 cm. A partir de la novena edición, en 1999, se dejó de pedir un número de obras con dimensiones específicas y se empezaron a considerar obras multimedia, así como la entrega de un texto explicativo del concepto y el significado de la obra apareció en el registro.
Con el interés de contrastar la producción nacional con lo que sucedía en otros países, ese año también se planteó un certamen internacional acotado al tema de frontera —es la única edición temática—. En las ediciones XIII, de 2008, y XIV, de 2010, junto a la muestra de la Bienal se presentaron exhibiciones de otros certámenes internacionales. En un esfuerzo por mostrar algo más de la producción nacional, en 1999 se propuso un Salón de Invitado y en las ediciones de 2014 y 2016 se encargó a dos integrantes del jurado la curaduría de la muestra, pudiendo incluir obras que no habían participado en el concurso para terminar de configurar sus discursos.
Por otro lado, en cuanto a la producción de la obra, que regularmente ha recaído en sus autores y autoras, en las ediciones de 2016, 2021 y 2023 el Centro de la Imagen apoyó en este rubro para favorecer condiciones más igualitarias de participación y exhibición.
RELEVANCIA DE LA BIENAL DE FOTOGRAFÍA
En su carácter de convocatoria y certamen situada en un momento específico, la Bienal funciona como una plataforma de visibilidad y reconocimiento, especialmente para personas de trayectoria emergente. Sin embargo, su relevancia no se reduce a eso. Vista en retrospectiva, a través de sus catálogos y de las obras ganadoras, permite identificar temas e inquietudes, abordajes y materialidades, y su transformación a lo largo del tiempo, que se corresponden con el devenir histórico y social.
Inquietudes por la identidad, el cuerpo, el territorio o la memoria abrevan —según la época— de coyunturas como conflictos políticos, catástrofes, discriminación, narcotráfico, migración, violencia o gentrificación. Por otro lado, la Bienal también ha sido la vía por la cual la colección pública del país se amplía y enriquece, lo que permite tener una memoria y referencia del desarrollo de la fotografía en México. Desde su creación, 47 propuestas han sido reconocidas con el Premio de Adquisición, que en conjunto conforma un acervo de más de 300 obras: las de las primeras cinco ediciones resguardadas por el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble y el resto por el Centro de la Imagen.
LA BIENAL COMO DISPOSITIVO DE MEDIACIÓN
El formato de concurso que ha conservado la Bienal de Fotografía desde sus orígenes sigue una lógica de competencia. Elegir es excluir. Esto ha propiciado reclamos recurrentes sobre lo que se deja fuera. A partir de estrategias curatoriales, con obras invitadas, se ha buscado ampliar esa fracción representativa del total que es la Bienal. Esta acción ha puesto como centro a la exposición porque se ha privilegiado al certamen como espacio de reconocimiento. Sin embargo, una exhibición tiene limitaciones espaciales, temporales y presupuestarias. ¿Cómo dar lugar a más? ¿Cómo tener una perspectiva más plural, amplia y compleja de la actualidad de la fotografía en el país? ¿Qué alternativas tiene un certamen que hace competir las propuestas, identidades y trayectorias más disímiles?
En la edición anterior iniciamos un ejercicio de escucha de lo que la Bienal dejó afuera. Eso me permitió reconocer que la Bienal de Fotografía es un acontecimiento en sí mismo, y como tal, tiene el potencial para ser no sólo un termómetro en una muestra y catálogo-memoria de una selección acotada, sino también un dispositivo de mediación, es decir, una estrategia institucional que, a través de distintas actividades, diálogos y recursos, antes, durante y después del certamen, pueda situar histórica y artísticamente cada edición.
De esta manera es posible poner en relación distintas trayectorias, prácticas, latitudes y miradas para conocer con mayor amplitud qué está pasando hoy en la fotografía, y quiénes configuran esa actualidad. Cambiar la lógica del reconocimiento individual por dar lugar a más: compartir, además de competir.
ALGUNOS DATOS
* Se tienen datos insuficientes de las ediciones IV y V.
A partir de datos recabados sobre poco más de 800 personas seleccionadas en las 20 ediciones de la Bienal de Fotografía, podemos decir que ésta ha sido principalmente del interés del público joven (entre 25 y 39 años de edad). A partir de 2010 el rango comienza a los 30 años, y en sus últimas ediciones el certamen ha interesado a más personas mayores de 40.
En cuanto a la presencia de mujeres y de personas de los estados de la República mexicana, ésta ha ido en aumento de forma sostenida, especialmente desde el siglo XXI. Se ha documentado la participación de 28 estados, excepto Colima, Durango y Quintana Roo. Después de la Ciudad de México (con 420 personas), la mayor participación (entre 18 y 11 personas) está en Jalisco, Veracruz, Nuevo León, Oaxaca y Michoacán.
A partir del 2000, ¿qué cambió? ¿Qué acciones han llevado a cabo la sociedad civil y el Estado en relación a la fotografía? Quizá el cambio de formato en la difusión de la convocatoria de la Bienal, de impreso a digital, favoreció un mayor alcance fuera de la Ciudad de México. Surge también, entre 2002 y 2014, un importante número de iniciativas formativas y expositivas especializadas en fotografía, independientes y públicas, en distintos estados del país. En la última década la conciencia de género ha cobrado relevancia y se ha procurado reconocer cómo las mujeres han contribuido significativamente en la vida cultural, como creadoras y gestoras.
A partir de estos datos, ¿qué acciones se pueden emprender no sólo para el planteamiento de las siguientes ediciones de la Bienal de Fotografía sino también para el desarrollo de la escena fotográfica del país?
Por Johan Trujillo Argüelles
Directora del Centro de la Imagen
EEZ