Decir Elena Garro es recordar a una de las escritoras más polifacéticas e innovadoras de la literatura mexicana y universal del siglo XX.
Primero se dio a conocer como periodista en la revista Así, en 1941, al entrevistar a tres mujeres del medio cultural mexicano: Lolita González, Isabela Corona y Frida Kahlo. Después, ingresó como reportera encubierta al reformatorio de mujeres menores de edad para descubrir las atrocidades que se cometían en contra de las niñas y mujeres de escasos recursos. Su reportaje “Mujeres perdidas” logró que las autoridades competentes cesaran a la directora del penal.
Así fue Elena Garro desde sus inicios como escritora: combativa, valiente y contestataria.
Más tarde, el 19 de julio de 1957 apareció como dramaturga en el grupo de Poesía en Voz Alta con tres farsas en un acto: Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca y Un hogar sólido. Los escritores y los críticos de la época quedaron sorprendidos con su talento, pues rompió con el teatro decimonónico al incorporar a la escena el mundo de la fantasía, junto con la dimensión realista.
La Universidad Veracruzana publicó dos de sus primeros libros: Un hogar sólido y otras piezas en un acto (1958) y su colección de cuentos La semana de colores (1964). En el segundo destaca su relato magistral “La culpa es de los tlaxcaltecas”.
Este año estamos de manteles largos, ya que hace seis décadas apareció su novela más emblemática: Los recuerdos del porvenir (1963), la cual había escrito una década antes.
Sobre ella Joseph Sommers comentó: “En su interpretación del pasado (…) de México, Elena Garro es aún más amargamente crítica de la Revolución en conjunto, que contemporáneos suyos como Mojarro, Galindo, Fuentes, Rosario Castellanos y otros”.
Además de periodista, narradora, dramaturga, poeta, memorialista y guionista, Garro también fue una activista que luchó por la justicia social y por la democracia en México. En 1965 se unió al estadista Carlos A. Madrazo Becerra para ponerle fin a la dictadura del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Tres años más tarde, los dos fueron acusados de complotistas por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz en el marco de la matanza en Tlatelolco, perpetrada el 2 de octubre de 1968, cuando fueron señalados como las principales cabezas del Movimiento Estudiantil que intentaba establecer un sistema comunista.
El 4 de junio de 1969 Madrazo murió en un “avionazo”, esto es, en un crimen de Estado. En cuanto a Garro, la farsa orquestada desde el poder surtió efecto, se le acusó de haber delatado a los intelectuales involucrados en el Movimiento estudiantil y padeció el descrédito y la leyenda negra. Es tiempo de desenmascarar a los verdaderos culpables de la matanza en la Plaza de las Tres Culturas y de colocar a la escritora en el lugar que se merece.
Su legado como escritora consta de 16 obras de teatro, siete novelas, dos colecciones de cuentos, dos novelas cortas, tres libros de relatos, un libro de memorias, un poemario, así como un sinfín de entrevistas, artículos y reportajes periodísticos, todos ellos poseedores de una mirada crítica en contra de la violencia de género y de la historia oficial.
Sin lugar a dudas, Elena Garro pagó una alta factura por su rebeldía, y, ahora, 25 años después de su muerte, nos corresponde a nosotros celebrar su beligerancia y su palabra incendiaria para vivir en un mundo menos opresivo.
UN POEMA PARA ELENA
¡Elena, a escena!
Te fuiste a tu hogar sólido
el 22 de agosto de 1998
a los ochenta y un años
de un paro cardiaco
a las ocho de la mañana
en el Hospital Cuernavaca
a un lustro de subsistir
arrinconada en la desdicha
en una lomita llamada
Privada Manantiales.
¡Qué barbaridad!
¡Hasta el final de la vida
te acompañó la ironía!
Sí, es cierto,
dejaste en la orfandad
a tu hija,
la poeta y memorialista
ignorada y humillada por la
intelectualidad mexicana,
a tus gatos franceses
los bien comportados
los que atravesaron
el océano Atlántico
repitiendo contigo:
“Mejor será no regresar
al pueblo…”
a tus gatos mexicanos
los peleoneros y amorosos
los que se orinaban
en tu cabeza, en tu regazo
o en tus escuálidas piernas
y abrían tu quebradiza piel
ávidos de sol, de bosque,
de correrías,
a tus gatos callejeros,
los que llegaban a la puerta
de tu departamento
a pedir un traguito de leche,
o lo que hubiera en tu
destartalada despensa.
Sí, es cierto,
abandonaste las injusticias
a 30 años de la
masacre en Tlatelolco.
Pero “La realidad concreta
son muchas realidades”,
exclamaste un día…
Entonces, igual que Lidia,
¡también sigues viva!
¡Elena Garro, a escena!
que tu magia es eterna.
Patricia Rosas Lopátegui