EL GRITO QUE SERÁ SUSPIRO
Y que abras los ojos,
y no me veas,
y que una parte de ti suspire aliviada
para que después vuelva la culpa
y pienses en ello,
y te des cuenta de que fuiste tú:
tú seguiste caminando,
tú dejaste de mirarme
el día que quise dibujarte la espalda,
tú me tiraste al suelo,
tú te reíste de mi herida,
tú cerraste las puertas en cada paso adelante,
tú bailaste con otra
mientras seguía sonando nuestra canción.
Y que abras los ojos.
Y me veas ahí, contigo, libre de marcas.
Y suspires de alivio.
Y que te mire.
Y que no seas tú.
Y suspire de alivio.
YA NADIE CONOCERÁ NUESTRA HISTORIA
Es raro escribirte desde un lugar
en el que tú y yo ya no estamos.
Es raro hablarle a alguien que ya no eres,
yo, que no sé quién soy.
Los años han pasado,
y he aprendido varias cosas que ya nunca
podré contarte
porque aquellas que fuimos ya no responden
nuestras preguntas,
pero aún soy capaz de escuchar el eco
de tus pisadas sobre mis manos
y eso es casi igual de extraño.
Ya nadie conocerá nuestra historia.
Hablo de ti desde la calma,
desde estas cuatro paredes que me protegen,
y no me duele.
Tal vez tenías razón.
Pero es que te miro
y no eres tú.
Entonces te escucho
y el amor desatendido sube como un fuego
por mi cuerpo acostumbrado.
Quisiera hablarte de mis miedos,
dejar a un lado el ruido y apoyarme
de nuevo sobre tu espalda,
preguntarte si tu pelo sigue siendo igual de suave,
por qué apagaste todas las luces.
Quisiera saber quién eres ahora,
si queda algo de la mujer que me encontré
cuando yo apenas comenzaba a vivir,
si encontraste al fin un hogar
que no te apretase tanto,
si me recuerdas al cantar en voz baja,
si aún dudas al bailar sobre las hojas del otoño.
Tú y yo ya no somos nosotras,
pero seguimos siéndolo en el sitio
al que acudo cuando tengo frío
y buceo entre mi memoria para encontrar
algo que me abrigue,
y así, como la vida cuando nos cuida,
me doy de bruces contra algo tuyo:
la cobardía, los impulsos,
la marcha lenta, un espejo roto,
ese carnaval inesperado,
dos canciones que como un relámpago
parten mi cuerpo a la mitad.
Así funcionan los recuerdos:
cuanto más lejos están,
más queman.
Y cuando uno se da cuenta,
el mundo entero ya está en llamas.
SAL DE TU HERIDA
Me saben los labios a la
sal de tu herida.
Sal de tu herida, mi amor,
repetimos sin cesar, una y otra vez,
bajo esta idea nuestra de que las palabras
existen para salvar lo que se necesita.
Hoy puedo decirte que mi cuerpo
yace tranquilo al lado de un sol
que me recuerda al ciego
instinto por el cual seguí tus pasos,
ese que nos trae hoy
al lugar donde nos sentimos libres por primera vez.
La libertad está dentro de ti,
me dijiste un día,
y yo no lo entendí
hasta que te vi a ti al otro lado.
Tu nombre fue la salida de mi casa,
tu nombre es la entrada a mi hogar.
Por eso sé que no me equivoqué:
incapaz de moverme, llegué a ti.
Imagina dónde pueden llevarnos mis pasos.
TUS HUESOS QUE CHOCAN COMO PLACAS TECTÓNICAS
Tus huesos que chocan
como placas tectónicas
y destruyen reinos y crean países nuevos
y llueven inundan arrasan derrumban y
tus huesos que chocan
como placas tectónicas
y me obligan a empezar de nuevo
a ser valiente y a construirme
esta casa sobre ellos
y hoy hace tan bueno
que tengo ganas de empezar a vivir
en este lugar sin nombre sin gente
este lugar que huele a río
y mira esa montaña qué alta es
tanto como yo me dices
y creo que puedo subirla y
tus huesos que chocan
como placas tectónicas
y todos los árboles
son tan pequeños como yo
me dices
son cachorros
y es tierno verlos crecer igual que creces tú
alguien dijo una vez que hay que
escribir un libro tener un hijo y plantar un árbol
y yo quiero escribirte a ti
bajo la sombra del
nieto de este
roble y
tus huesos que chocan
como placas tectónicas
y eso que ves
son las estrellas
se ven porque en este lugar nuevo
se ve el horizonte desde cualquier punto y
todo empieza de nuevo y
tú empiezas de nuevo y
yo empiezo de nuevo y
tus huesos que chocan
como placas tectónicas
y la tierra
que empieza
de nuevo.
Por Elvira Sastre
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