En el evangelio, Jesús pide que dejen que los niños se acerquen a él y, en numerosas ocasiones, aconseja a sus seguidores que se comporten con la candidez y el interés que suelen tener los más pequeños.
Santa Teresa de Lisieux, también conocida como Santa Teresita del Niño Jesús, tenía esa candidez y, como murió a una edad muy temprana, conservó la frescura de sus años de infancia en la devoción a Dios. Esta es su historia.
¿Quién fue Santa Teresa de Lisieux?
Teresa era la menor de las cinco hijas del matrimonio de Luis Martin, un relojero, y María Celia Guérin, una costurera. A muy temprana edad, la futura religiosa pierde a su madre, lo que implica una nueva organización en el seno familiar.
A la edad debida, las hermanas de Teresa toman el camino religioso, ingresando al convento de la ciudad de Lisieux, donde vivían. A los 14 años, la joven pide seguir el camino de sus familiares, pero es todavía muy pequeña para ello. Durante una visita al Papa, la menor de los Martin le pide al Sumo pontífice interceder, algo que hace de buen grado.
Ya en el convento, la futura santa destaca por su devoción y su inteligencia, al grado que pronto llega a ser auxiliar en la enseñanza de las novicias, a las que les comunica con entusiasmo el amor a Dios.
De salud delicada, enfermó de tuberculosis y ese padecimiento terminó con su vida cuando tenía solo 23 años de edad. Sin embargo, dejó como legado su autobiografía, “Historia de un alma”, un poético texto que ha inspirado a millones de personas a llevar una vida más cercana a la espiritualidad.
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