PIENSA JOVEN

Hambre de aprender: más allá de la calificación

¿Cómo alcanzar el verdadero éxito?

TENDENCIAS

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Es propiamente humano buscar el éxito y los mejores resultados. Desde pequeños estamos inmersos en una dinámica social en la que los “primeros lugares” se llevan las medallas de oro, los reflectores, las entrevistas, los likes o los premios Grammy. Esto sin duda, no es una crítica a quien por mérito propio alcanza esos niveles de excelencia, por sí mismos destacados. Consecuencia de un esfuerzo no negociable para destacar en el deporte, en los espectáculos, en la vida social o la música; por lo que considero oportuno escribir sobre cómo no perseguir exclusivamente el resultado, sino algo mucho más profundo, valioso, duradero y al alcance de todos. 

Lo anterior, porque si bien esto se dirige más específicamente a las y los jóvenes que estudian la preparatoria o la licenciatura, considero que puede aplicarse a cualquier estudiante o profesional de la educación desde los primeros niveles hasta los posgrados, que si bien, podrá no resultar novedoso lo que se dice a continuación, no le resta su valía por más que se haya escuchado en más de una ocasión en voz de padres y de profesores hacia los alumnos: “busca el aprendizaje, más allá de la calificación”. 

Uno no está definido por un número
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¡Cuánta verdad hay en la frase anterior!, ¡pero qué difícil es realmente conseguirlo! Sin duda alguna, si algo puedo decir sobre educación es que la persona bien formada no se conforma solamente con unas “buenas notas”, que, si bien es un indicador de aprendizaje, hay mucho más. Solo es posible crecer cuando humildemente se reconoce que no se sabe todo, pero más aún cuando se cuenta con la audacia de permanentemente querer seguir aprendiendo cada vez más y mejor.  

Pensar en una educación basada en “dieces”, es abaratar la riqueza que el proceso educativo conlleva. La educación libera, confronta, es complicada y compleja, por momentos cansa, otras veces no mucho, pero tiene mucho más dulces frutos cuando hace de una persona, de cualquiera de nosotros, no solo un alumno más, un mejor alumno. Es una educación para la vida, no solo para las aulas. 

Hay mucho más que solo calificaciones
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En este sentido, mucho se ha criticado, y pienso que, hasta cierto punto con razón, que la educación de nuestros tiempos está desligada de lo que ocurre en la realidad, que los avances tecnológicos, muchos de ellos vertiginosos, no corren a la misma velocidad de lo que cambian los profesores, las escuelas, el sistema educativo, las familias y mucho más. 

Pero comúnmente se olvida que la educación es principalmente un asunto personal, en otras palabras, el máximo responsable de la educación de una persona, es esa misma persona y los demás (familia, amigos, escuela, etc.), cooperan en ese objetivo de ser cada vez mejor hijo, amigo, alumno, etc. Por eso creo conveniente, a fin de esclarecer lo ya expuesto, retomar la analogía entre la medicina y la educación que Miguel Ángel Santos Guerra menciona en sus textos y foros.

Este pedagogo español explica múltiples coincidencias entre la salud y la educación, una de ellas, al hablar de la mejora de sus respectivos sistemas; que no solo dependen de que se dote de los recursos humanos y técnicos necesarios para ello, sino que, en el caso de la salud, requiere antes que nada que el paciente mejore sus hábitos, que sea más cuidadoso, porque de nada servirá la mejor medicina si uno no deja de buscar sus peores males. En educación, es similar. De poco servirá contar con mejores profesores, con avances tecnológicos, metodologías activas, padres y madres mayormente involucrados en las escuelas, si los alumnos no asumen con mayor compromiso su formación.  

Comprometerse con una verdadera educación
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Ese compromiso lo podríamos llamar hambre de aprender nuevos conocimientos, extender los horizontes por el contacto con la ciencia, el arte, la cultura, conformar relaciones sociales sanas por los compañeros y reconocer el esfuerzo de profesores que por su experiencia y conocimiento tienen mucho que aportar. Pero también puede ocurrir que ese apetito por aprender cause una “desnutrición” educativa, es decir, convertir ese apetito de nuestros niños y jóvenes en una “comida chatarra”, en buscar atajos y faltar al compromiso al que cada estudiante tiene que es “estudiar” por el aprendizaje mismo y que la calificación sea una consecuencia lo más apegada a la realidad, que suscite el esfuerzo y promueva el desarrollo de todas las potencialidades humanas.

Esta “desnutrición en la formación”, cada vez es más frecuente, se caracteriza por querer llegar directamente a la meta sin recorrer el camino o pedagógicamente hablando querer sacar “diez”, y no hacer las tareas con el suficiente cuidado y exigencia. No hay que olvidar, que no hay campeón que no luche y ceder ante ello como estudiantes es renunciar a una vida que exigirá un esfuerzo permanente. 

La formación de potenciales
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Buscar meramente las buenas calificaciones puede ser muy pernicioso, pero ubicarlas en su debido lugar propicia que la personalidad sea madura, que se esté abierto a la crítica constructiva, reflexiva y realista, para comprender que “nuestra misión en la vida” o autoestima va mucho más allá de lo que una boleta puede decir. 

Quiero cerrar dejando claro que en mi experiencia como profesor de distintos niveles educativos, pero sobre todo como un aprendiz permanente, creo que tenemos hacia nuestros colegas, y en especial para ti estudiante, hacerte ver que esforzarse vale la pena, que buscar el resultado es importante, pero no lo único. Si queremos mejorar nuestro sistema educativo, debemos ser mejores estudiantes, pero más aún si queremos una sociedad más justa hay que asirnos de la educación, porque para mejorar nunca es tarde y siempre estamos a tiempo para empezar y recomenzar. 

Por:

Mtro. José Francisco Cobela

Director de posgrados de la Escuela de Pedagogía de la Universidad Panamericana

Universidad Panamericana

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