En todo amar y servir. Ese fue el lema del soldado vasco Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús y uno de los más grandes artífices de la Contrarreforma, la respuesta de la Iglesia Católica a las tesis formuladas por Martín Lutero.
Ignacio de Loyola nació en la localidad vasca de Azpeitia, en 1491. Fue el más joven de 13 hijos y desde una edad temprana se dedicó al ejército, al ofrecerse al servicio del tesorero del rey castellano. Sin embargo, en 1521, fue herido de gravedad durante el sitio de Pamplona.
Durante su recuperación, el joven soldado leyó con avidez la vida de los santos, que lo conmovieron de una manera tan poderosa que decidió viajar a Tierra Santa, para tratar de emular la vida de Cristo.
A su paso por la basílica de Montserrat, San Ignacio de Loyola dejó su espada en el altar y cambió sus prendas con las de un mendigo del lugar, haciendo así un cambio físico que reflejó la conversión espiritual que estaba llevando a cabo. También en tierras catalanas, en una cueva de Manresa, se retiró a orar y allí escribió sus Ejercicios Espirituales, un libro que ha sido guía para generaciones de devotos.
Como no tenía los conocimientos necesarios para ordenarse sacerdote, Ignacio tuvo que volver a la escuela para aprender latín y otras cosas. Esto marcó posteriormente a la propia Compañía de Jesús, la cual no desdeña ningún conocimiento humano, siempre y cuando éste guíe a la comprensión de Dios y su propósito.
Como compañeros de aula se encontró a otros devotos, como Francisco Xavier, luego patrono de Navarra, Pedro Fabro y Diego Laínez, entre otros, para formar la semilla de la Compañía de Jesús, orden religiosa que fue autorizada por el Papa Paulo III en 1540.
Para formar parte de esta nueva orden, Ignacio de Loyola instauró los votos de castidad, pobreza, obediencia y subordinación al Papa. Como no tenían un ministerio específico, los jesuitas viajaban a los lugares en los que era necesaria la atención de la Iglesia, apoyando no solo espiritualmente a las poblaciones, sino instruyendo de forma académica y apoyando en otras labores.
San Ignacio de Loyola siempre estuvo del lado de los pobres y los necesitados, e instó a sus compañeros jesuitas a buscar hacer obras no por beneficio o fama propia, sino a mayor gloria de Dios, lo cual se manifiesta en el cuidado y admiración de la naturaleza, en el estudio que lo llevó a fundar universidades y en la humildad, que lo hizo proponer traducir las misas y los rezos del latín a las lenguas de todo el mundo.
Sus propuestas hicieron que la Iglesia Católica retomara el rumbo, luego de haber sido sacudida por la Reforma encabezada por Martín Lutero, quien exigía una iglesia reformada y más abierta. Ignacio de Loyola no solo propuso un culto más moderno, sino también más apegado a Cristo y sus enseñanzas, alejado de la pompa y el lujo que caracterizó durante alguna etapa a la Iglesia de Roma.
También se celebra a:
- San Calimero de Milán
- Santa Elena de Suecia
- San Fabio de Mauritania
- San Germán de Auxerre
- San Justino de Iacobis
- San Pedro Doàn Côn Quý
- San Tertulino de Roma