Tres entes son los que han dejado registro de miedo en lo que ahora es el Teatro FruFru, antes Virginia Fábregas o Teatro Mexicano, ubicado en la calle Donceles, en el Centro Histórico de la Ciudad de México; el primero es la figura con forma de diablito o fauno que vive en el lobby del teatro. Sobre esta estatuilla recae la leyenda que sí, los actores que van a estrenar una obra en ese recinto no dejan un dulce sobre la charola que sostiene el diablito con sus pequeñas manos, la puesta fracasa.
El segundo miedo que anda por los pasillos del Teatro Fru Fru es el del "imitador"; según personas que lo han recorrido y actores que han pasado tiempo trabajando o descanso, este fantasma se ha acercado a ellos haciéndose pasar por colegas, amigos y gente conocida. El poder de este fantasma es tan singular que puede silbar, moldear su rostro y figura, además de las prendas de las personas y, todos dicen, que se acerca como si nada para convivir y en cuestión de minutos se va.
El tercer fantasma que habita el Teatro Fru Fru va más con el estilo y tradición que fue una estampa del recinto a mediados de siglo. Es elegante, usa sombrero de bombín, además de un bastón, pipa y guante, todo un catrín. Esta forma fantasmagórica anda por el lobby observando a detalle la grandeza del teatro, dicen, que se sienta en las bancas acolchadas de fina herrería pintada en color oro, acaricia los telones de terciopelo carmesí, se queda mirando fijamente las pinturas de Irma Serrano “La Tigresa” que están colgadas en las paredes del teatro, recorre el foso, los camerinos y tras bambalinas se deja ver tranquilo fumando.
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¿De qué murió Irma Serrano, "La Tigresa"?
“La Tigresa” salvó al teatro
Después de ser el recinto de época y el primer teatro en México con iluminación eléctrica, el teatro Fru Fru, ubicado en la calle de Donceles, vivió una época oscura, quedó en el olvido hasta el año de 1973 que apareció la actriz Irma Serrano “La Tigresa” y después de una acalorada subasta logró quedarse con el recinto. Ella le devolvió su esplendor, invirtió una fuerte cantidad de dinero para remodelarlo, pintó paredes, puso piezas de mármol, telones nuevos y lo tapizó con pinturas, esculturas de bronce o piedra en referencia a ella y su grandeza como actriz del cine de oro mexicano y en la política mexicana.
De la mano de Irma Serrano, se montaron obras eróticas, que rompieron con el estereotipo de una sociedad recatada, shows de cabaret, más apegados a esa juventud mexicana de los 70 y hasta el grandioso cineasta, Alejandro Jodorowsky, montó la polémica vida y obra de Lucrecia Borgia. El teatro mexicano vivió su máximo esplendor.
Ahora, 50 años después, el Teatro Fru Fru se sostiene por la grandeza que un día fue, pero en realidad al pasar por la calle de Donceles y acercarse a su imponente portón de herrería dorada los orines de gato y humano rompen en el sentido del olfato, vagabundos tapados con cartones y mantas mugrosas duermen a sus pies y casi nadie voltea a ver esa enorme marquesina en vertical que lleva su nombre, ni se da cuenta de que fue acondicionada con unos espacios tipos cuartos para renta donde la gente vive o que en su lobby, como si un viajero en el tiempo hubiera avisa sobre la fecha en que Irma Serrano moriría, un mausoleo fue creado con flores blancas, sus pinturas, esculturas y la leyenda que habita en cada uno de sus pasillos y paredes.
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