¿A dónde van? Posiblemente al lugar más cercano donde puedan encontrar condiciones básicas como el acceso al agua, al alimento, a un techo, un trabajo y a la seguridad, condiciones que en consecuencia su lugar de origen ya no les brinda.
Este fenómeno de movilidad es lo que se conoce como desplazados climáticos y lo han denunciado organizaciones internacionales para crear conciencia sobre las consecuencias del calentamiento global, sin embargo, tal tarea representa un completo desafío.
De las múltiples vertientes de dicho reto identifico cierta disonancia cognitiva, una mentira cómoda que nos contamos para protegernos buscando aminorar la percepción de riesgo con la que vivimos. Parte de tal mecanismo es situar la catástrofe a manera de suerte invertida, eso que les pasó a otros por condiciones extraordinarias y fortuitas.
Pero la catástrofe ambiental no es mala suerte sino una consecuencia lógica de la explotación capitalista de los recursos naturales. Y en ese sentido, que poblaciones vulnerables sean quienes vivan sus más drásticas consecuencias, como los asentamientos de
casas de madera y lamina destruidos en Acapulco, corresponde a la misma lógica rapaz del sistema económico en que existimos.
La anterior retórica coloca la destrucción como un fenómeno fortuito de la naturaleza cuando más bien es político, así como político es hacer una escisión fantástica entre nosotros los salvados y aquellos los afectados. Lo cierto es que hemos caricaturizado erróneamente las consecuencias del calentamiento global, no solo hemos fomentado la otredad ya descrita, es decir a quiénes les pasaría, sino también cuándo, dónde y cómo. Lo acontecido con Otis nos responde en voz alta: aquí y ahora; pero sobre cómo en específico, hay que considerar que los fenómenos climáticos desencadenan o fortalecen conflictos humanos.
Shirley Scugall, ilustradora originaria de Acapulco, nos ha compartido información de primera mano sobre lo que sucede fuera de la zona turística del municipio. Las condiciones de riesgo no consisten solo en la falta de suministros, servicios e infraestructura, sino que el tipo de condiciones que atraviesa la zona incrementa las amenazas sociales que ya existían como es el caso de grupos criminales que han entrado a saquear casas y que además representan puntualmente un riesgo para la seguridad de niñas y mujeres.
Dormir, o intentarlo, con un arma de defensa en mano o con una vigilancia vecinal puesta en marcha han sido las condiciones de vida de las y los afectados. Verse forzado a dejar el lugar de origen en busca de cubrir las necesidades básicas y de salvaguardar la vida misma es por cierto un crimen de lesa humanidad. Lo que acontece hoy en Guerrero es un síntoma de un sistema que esta terriblemente enfermo o, por el contrario, en su zenit tras explotar la Tierra hasta un punto de no retorno y tras despojarnos
paulatinamente a todas y todos nosotros de un lugar al que llamar hogar.
Por: Tania Daniela Domínguez Olivares, Maestría en Comunicación, Universidad Iberoamericana
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