CÚPULA

La Guelaguetza y la diversidad cultural oaxaqueña

La festividad oaxaqueña ha sido un medio útil para seguir induciendo la cultura mestiza

TENDENCIAS

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DESFILE DE DELEGACIONES EN LA GUELAGUETZA. Foto cortesía: Gobierno del Estado de Oaxaca.
DESFILE DE DELEGACIONES EN LA GUELAGUETZA. Foto cortesía: Gobierno del Estado de Oaxaca.Créditos: Foto cortesía: Gobierno del Estado de Oaxaca.

Chicahuaxtla, Oaxaca, julio de 2021

¿Cómo se percibe la Guelaguetza en una comunidad del pueblo Triqui?, distante de la capital del estado, es decir la ciudad de Oaxaca. En principio podemos mencionar que en los medios de comunicación, como la radio, escuchamos frecuentemente el eslogan de: “la máxima fiesta de los oaxaqueños”, la Guelaguetza, y claro, surge el pensamiento de que de verdad es fiesta de los oaxaqueños? ¿Qué oaxaqueños? Los de la ciudad que son los que inventaron esta fiesta y que nos vamos enterando que a partir de su creación en los años 30 del siglo pasado ha tenido varios nombres, tales como la fiesta racial, la fiesta de la azucena, la fiesta de los lunes del cerro, hasta llegar a Guelaguetza como se le llama actualmente.

Como la mayoría sabemos, Oaxaca es el estado con la mayor diversidad del país, aquí habitamos 15 pueblos indígenas que han generado 170 maneras de comunicar nuestros conocimientos; el pueblo negro y el pueblo mestizo, por darle a cada quien su lugar. Se expresa mucho que esta festividad es el espacio de expresión de esa diversidad cultural.

GUELAGUETZA EN LA ROTONDA DE LA AZUCENA EN OAXACA. Foto cortesía: Gobierno del Estado de Oaxaca.

Cierto es que esta idea de que las expresiones que ahí se manifiestan, los bailes, las danzas, vienen de los pueblos de Oaxaca genera un gran atractivo para el público nacional e internacional. Cierto también es que, mediante este atractivo, las artesanas indígenas tienen un mercado en bonanza para la venta de sus textiles, cerámica, bebidas, cocina, entre otros.

Una situación generada por la Guelaguetza es su influencia en las culturas de Oaxaca: ha sido un medio útil para seguir induciendo la cultura mestiza, ¿de qué manera? su gran atractivo son los bailes que ahí se presentan, se difunde que es como lo bailan en los pueblos en las comunidades; tomo un ejemplo: el jarabe mixteco. Hay dos versiones del mismo, que compiten y a veces generan confrontación entre sus promotores. En el caso de la versión de Tlaxiaco, hace bastantes años la casa de la cultura de Tlaxiaco comisionó a un músico a que fuera a mirar las fiestas de comunidades mixtecas de sus alrededores y tomara de ellos la música y el baile que le pareciera espectacular –así lo hizo–; al regresar, junto fragmentos de música y de baile, los amestizó y así lo presentan en la Guelaguetza. Así ha sucedido con otros bailes.

En las comunidades indígenas, los bailes son pausados, bailan entre mujeres y entre hombres, el carácter del baile es la expresión absoluta del gusto, pero estas formas de bailar no son producto de consumo de espectadores occidentales, por ello para ser posible presentarlos, tienen que ser espectáculos donde bailan hombres y mujeres, con actitudes desafiantes en su mayoría –eso es atractivo–.

Esta transformación de los bailes, en la medida que la Guelaguetza se promociona más, esta lógica del baile se va induciendo en los pueblos y los pueblos van aprendiendo que lo importante es el espectáculo.

Hace unos cuatro años me invitaron a una reunión en una comunidad chocholteca llamada Tulancingo y al final presentaron el jarabe chocholteco; me pareció que había presenciado una chilena más de la costa, me atreví a preguntar que si habían viajado a la costa para decidir qué hacer en la creación de un jarabe, pues la música la coreografía y los versos que confrontan entre parejas, hacía verla como una chilena costeña, me contestaron que es su tradición y que además habían rescatado la vestimenta tradicional y estaban tratando de atraer la atención del Comité de autenticidad de las expresiones de la Guelaguetza, a fin de que les permitieran participar, así que decidieron darle un contenido jocoso, pues habían visto que esas actitudes el público las celebra mucho; les pregunté si tendrían algún baile más propio, de mayor tradición entre ellos, me respondieron  “..sí pero es muy lento…”

TRIQUIS DE SAN ANDRÉS CHICAHUAXTLA (OAXACA). Foto y cortesía: Marcos Sandoval y Fausto Sandoval.

Otro aspecto sumamente importante que quiero resaltar en este escrito crítico sobre la Guelaguetza
–como política pública– es algo que en lo personal me desconcierta mucho, por los efectos que tiene en la sociedad en general y en la cultura de los pueblos, en cómo determinan su pertenencia.

Como mencioné, Oaxaca se significa por la diversidad de pueblos que lo conforman, mismos que con sus culturas, le dan sentido a la particularidad del Estado; con esas raíces se está volviendo –o ya lo es— a transitar en el camino de desarrollo cultural, económico –en toda una alternativa–.

Pero veamos, ¿vía la Guelaguetza se reconocen las raíces de esa diversidad? Me parece que no. En la difusión de este magno evento se promueven las regiones de nuestro estado, una regionalización en muchos casos es absurda y etnocida; siempre se dice que apreciemos las expresiones de las ocho regiones de Oaxaca –la mixteca, la costa, la cañada, los valles centrales, el istmo, la sierra sur, la sierra norte y el Papaloapan–.

La expresión de las ocho regiones invalida la existencia de los pueblos indígenas y los afrodescendientes, ya que, al hablar de regiones, en varios casos, se fraccionan los territorios ancestrales; les doy un ejemplo, mi pueblo es el más claro: los mal llamados “Triquis”, nuestro territorio no es muy grande, en población seremos unos 30 mil personas, pero estamos en una zona, donde según esa regionalización gubernamental, se conjuntan sierra sur, la mixteca baja y alta; entonces unas comunidades pertenecen a la mixteca baja de Juxtlahuaca, otras a la mixteca alta y otras a la sierra sur; esto provoca que cualquier acción gubernamental en lugar de integrarnos como pueblo, nos divide. Esta política que viene desde tiempos coloniales se sigue confirmando en la actualidad aún cuando hay leyes, como el Convenio 169 de la OIT que establecen la integridad cultural y territorial de los pueblos. No somos el único caso.

En la medida que se van reconociendo nuestros derechos, los habitantes de los pueblos indígenas, empezamos a señalar estas acciones discriminatorias gubernamentales y a proponer o exigir los cambios que con justicia se deben tomar y entonces darle sentido al concepto solidario zapoteco que contiene la palabra Guelaguetza.

Por Marcos Sandoval Cruz

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