La metformina es uno de los fármacos más utilizados para la atención de la diabetes tipo 2; sin embargo, últimamente se ha asociado con regímenes alimenticios destinados a permitir que las personas bajen de peso o controlen los niveles de glucosa proveniente de los alimentos que consumen.
Esta medicina tiene la utilidad de reducir los niveles elevados del azúcar en la sangre para evitar que se den situaciones como la hipoglucemia; sin embargo, esta característica podría hacer de esta sustancia una de las favoritas a la hora de establecer una dieta con mayores resultados.
[nota_relacionada id=1190089]¿Por qué puede ayudar para bajar de peso?
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Además de esto, las personas también usan esta medicina para mejorar los problemas de esterilidad ocasionada por el síndrome de ovario poliquístico, el cual se caracteriza por ocasionar en las mujeres niveles altos de hormonos andrógenas que también terminan en la irregularidad menstrual.
El consumo de esta sustancia también sirve para inhibir el apetito y también permite que los ácidos grasos se remuevan del organismo gracias a una reacción química conocida como betaoxidación.
Es decir, hace que los músculos sean cada vez más magros, pero no cuentan con una contraindicación en el páncreas.
[nota_relacionada id=1191772]La clave está en la insulina
La mejor forma en la que la metformina se adecúa al organismo está relacionada con la regulación que provoca en la insulina, la cual es responsable de hacer que las personas sientan apetito, lo cual se asocia a una mayor ingesta de alimentos.
El control de esta sustancia es de utilidad para que el cuerpo no reaccione ante el azúcar y los carbohidratos como lo hace ante otras sustancias adictivas, de ahí que sea utilizada en distintas dietas. [nota_relacionada id=1197944]
Necesario consultar a un médico
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Las personas no deben optar por el consumo de este fármaco sin la debida recomendación de un médico, quien la recete después de un diagnóstico personalizado.
Esto se debe a que muchas personas podrían experimentar complicaciones agudas como la acidosis láctica, el coma, infecciones, gangrenas, diarrea, obstrucción intestinal, enfermedad hepática o padecimientos renales.
Las personas que no deben consumir esta sustancia son las que hayan tenido un mal renal relacionado con el alcohol, que estén en etapa de lactancia o que tengan hipersensibilidad.
Pese a estas recomendaciones, algunas personas que no tienen estas condiciones también pueden verse afectadas por la ingesta de estas pastillas.
Por: Redacción Digital El Heraldo de México
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