Todo empieza cuando vas por la calle viendo anuncios que promueven lo que es tener el estilo perfecto y la talla ideal. Después, llegas a casa y ves en tu correo un mail que anuncia el tipo de ropa que deberías comprar para estar a la moda durante la temporada.
Más tarde, te metes a las redes sociales y te aparecen fotos sobre lo que deberías de comer para tener el cuerpo de verano perfecto. Y a la mañana siguiente te despiertas y al verte en el espejo empiezas a pensar que tal vez te gustaría hacer un pequeño cambio de look o mejorar el aspecto o la forma de tu cuerpo.
Al principio puede que la idea de cambiar algo en ti sea mínima y nada perturbadora. No obstante, durante las siguientes semanas la mercadotecnia sigue bombardeando, promoviendo los estándares perfectos sobre la "verdadera belleza". Entonces es cuando esa minúscula idea que aún se encuentra en una parte dormida de tu cerebro, empieza a cobrar vida y adquiere un nombre, se convierte en inseguridad.
Una inseguridad causada por las industrias que constantemente dicen a las personas cómo es que tienen que verse para ser bonit@s y ser aceptados por la sociedad.
Esta inseguridad acaba obligándonos a darle verdadera importancia a la opinión de la gente sobre nuestra apariencia, en vez de que se dé importancia sólo a lo que pensamos sobre nuestro cuerpo.
Empiezas a gastar tu dinero en cosméticos, membresías para el gimnasio, dietas extremas y ropa nueva. Cuando te das cuenta, has gastado la mitad de tus ahorros. Sin embargo, esa inseguridad que acechaba tu mente sigue estando ahí.
Lo cierto es que podemos comprar la mejor crema hidratante o la chamarra de la nueva colección, pero esa inseguridad que empezaste a sentir el día que comenzó a importarte la opinión de los demás, no se irá a ninguna parte hasta que entendamos la verdadera noción de la belleza.
En la actualidad nos pasamos tanto tiempo intentando crearla, que nos hemos quedado ciegos. No somos capaces de darnos cuenta que estamos intentando crear algo que ya existe.
El problema de nuestra sociedad es que ha centrado el reconocimiento de la belleza únicamente en las características físicas. Si el ser humano consistiera simplemente de algo tangible, entonces esto no sería un problema, pero somos seres hechos de cuerpo y alma. Somos mucho más que un color o una talla.
La belleza puede definirse como la cualidad de una persona de provocar en quien la contempla un placer sensorial, intelectual o espiritual. Entonces, si el mundo fuera ciego, ¿podrías seguir demostrando tu belleza? ¿Podría el mundo captar tu belleza? Esto sólo podría pasar si identificáramos la belleza en algo más allá que el color de la piel o la complexión del cuerpo.
Sucedería si reconociéramos la belleza en una risa donde hace falta, la belleza en la habilidad de poder bailar bajo la lluvia, la belleza en una voz que consuela en las tormentas, la belleza en una lágrima que demuestra sacrificio, la belleza en una palabra que te hace ver la luz, la belleza en una cicatriz que salvó la vida a alguien, la belleza en poder escalar montañas y cruzar puentes donde no los hay. La belleza en las ganas de vivir.
Nadie tiene más belleza que el otro. Ni tampoco la belleza es un término homogéneo. Simplemente cada persona la manifiesta de diferente manera. Si todos comprendiéramos esto, nadie cedería ante las inseguridades que después te llevan a actuar de forma extremista.
Entenderíamos que la belleza ya existe dentro de nosotros y no se puede producir algo que ya ha sido creado antes.
A muchas personas les hace falta saber que hay belleza en ellos, que no hay ningún estándar que debe ser alcanzado, que la belleza no se define por los números en una escala o la forma en que vistes, que se encuentra en nuestros pensamientos, en el brillo de nuestros ojos, en nuestra habilidad de atraer alegría y nuestra manera de enfrentar las dificultades.
En la forma en que tratamos a las personas y perseguimos nuestros sueños. Debemos aprender a percibirla dentro de nosotros mismos, para poder, así, darnos cuenta de la que nunca notamos en los demás. Porque cuando esto suceda, habrá una mayor probabilidad de que el respeto y el amor entre las personas pueda incrementar.
Y la belleza podría verse como verdaderamente es, diversa.
Por María Cristina Olivares Mieres
Estudiante de preparatoria. Tiene 16 años de edad.
Martes 21 de Enero de 2025