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Poemas de Jaime Sabines: estos son los más famosos

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El poeta Jaime Sabines, nacido en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, el 25 de marzo de 1926 y fallecido en la Ciudad de México el 19 de marzo de 1999, es uno de los más importantes del siglo XX, imprescindible para miles de lectores en todos los países de lengua hispana y distinguido con diversos reconocimientos. Los temas principales de su poesía son el amor, la muerte, la soledad y la presencia de Dios. Con motivo de los 20 años de su fallecimiento fue relanzada una recopilación de su poesía amorosa. El libro “Poesía amorosa” integra una selección realizada por Mario Benedetti y cuenta con una edición ilustrada de Amanda Mijangos. El objetivo de este ejemplar es que las nuevas generaciones puedan iniciarse en la obra del poeta chiapaneco, a quien consideraba el más notable precursor de poesía coloquial en América Latina.  
El amor y el humor suponen en Sabines algo así como la indemnización que cobra por sus desencantos”, indica Benedetti en el prólogo de este libro, que 20 años después de su primera edición regresó en 2018 a las librerías con una imagen renovada.
  Consigna que Sabines, junto con José Emilio Pacheco, son los nombres que más admira en la poesía de México; sin embargo, los códigos entre ambos se bifurcan, porque en el segundo se detecta un escepticismo encarnizado, mientras que en Sabines la desolación acepta una comparecencia paralela, es decir, la esperanza. “Tal vez por eso el amor es en Sabines no sólo un sentimiento, sino también una herramienta… El amor es su clave personal para comunicarse no sólo con la mujer, sino con el mundo contiguo, con el próximo prójimo”, apunta Benedetti. En “Poesía amorosa” se encuentran poemas como “Sitio de amor”, “Miss X”, "Otra carta” y “Tu nombre”; segmentados en los distintos poemarios publicados por Sabines, desde “Horal” (1950), “La señal” (1951), “Adán y Eva” (1952), y “Diario semanario y poemas en prosa” (1961) y “Yuria” (1967), hasta “Poemas sueltos” (1951-1961) y “Otros poemas sueltos” (1973-1993). No podía faltar “Los Amorosos”, uno de los más célebres: “Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan. Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no salvan al amor”, indica un fragmento. Benedetti afirma que Sabines juega con el amor casi con la misma fruición con que se entrega al vaivén de las palabras; pero a pesar de la tentación que el tema lleva implícita, no se trata de una poesía dulce ni lisonjera, sino que sobre la veracidad del amor vuela la imaginación para salvarlo del empalago.
Sitio de Amor
Sitio de amor, lugar en que he vivido de lejos, tú, ignorada, amada que he callado, mirada que no he visto, mentira que me dije y no he creído: en esta hora en que los dos, sin ambos, a llanto y odio y muerte nos quisimos, estoy, no sé si estoy, ¡si yo estuviera!, queriéndote, llorándome, perdido. (Esta es la última vez que yo te quiero. En serio te lo digo.) Cosas que no conozco, que no he aprendido, contigo, ahora, aquí, las he aprendido. En ti creció mi corazón. En ti mi angustia se hizo. Amada, lugar en que descanso, silencio en que me aflijo. ( Cuando miro tus ojos pienso en un hijo. ) Hay horas, horas, horas, en que estás tan ausente que todo te lo digo. Tu corazón a flor de piel, tus manos, tu sonrisa perdida alrededor de un grito, ese tu corazón de nuevo, tan pobre, tan sencillo, y ese tu andar buscándome por donde yo no he ido: todo eso que tu haces y no haces a veces es como para estarse peleando contigo. Niña de los espantos, mi corazón caído, ya ves, amada, niña, que cosas digo.
Tu nombre
Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. Trato de escribir que te amo. Trato de decir a oscuras todo esto. No quiero que nadie se entere, que nadie me mire a las tres de la mañana paseando de un lado a otro de la estancia, loco, lleno de ti, enamorado. Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente, y estoy seguro que habrá de amanecer.
Los Amorosos
Los amorosos callan. El amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable. Los amorosos buscan, los amorosos son los que abandonan, son los que cambian, los que olvidan. Su corazón les dice que nunca han de encontrar, no encuentran, buscan. Los amorosos andan como locos porque están solos, solos, solos, entregándose, dándose a cada rato, llorando porque no salvan al amor. Les preocupa el amor. Los amorosos viven al día, no pueden hacer más, no saben. Siempre se están yendo, siempre, hacia alguna parte. Esperan, no esperan nada, pero esperan. Saben que nunca han de encontrar. El amor es la prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro. Los amorosos son los insaciables, los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos. Los amorosos son la hidra del cuento. Tienen serpientes en lugar de brazos. Las venas del cuello se les hinchan también como serpientes para asfixiarlos. Los amorosos no pueden dormir porque si se duermen se los comen los gusanos. En la oscuridad abren los ojos y les cae en ellos el espanto. Encuentran alacranes bajo la sábana y su cama flota como sobre un lago. Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin diablo. Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos, hambrientos, a cazar fantasmas. Se ríen de las gentes que lo saben todo, de las que aman a perpetuidad, verídicamente, de las que creen en el amor como una lámpara de inagotable aceite. Los amorosos juegan a coger el agua, a tatuar el humo, a no irse. Juegan el largo, el triste juego del amor. Nadie ha de resignarse. Dicen que nadie ha de resignarse. Los amorosos se avergüenzan de toda conformación. Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla, la muerte les fermenta detrás de los ojos, y ellos caminan, lloran hasta la madrugada en que trenes y gallos se despiden dolorosamente. Les llega a veces un olor a tierra recién nacida, a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas. Los amorosos se ponen a cantar entre labios una canción no aprendida, y se van llorando, llorando, la hermosa vida.
Me doy cuenta de que me faltas
Me doy cuenta de que me faltas y de que te busco entre las gentes, en el ruido, pero todo es inútil. Cuando me quedo solo me quedo más solo solo por todas partes y por ti y por mí. No hago sino esperar. Esperar todo el día hasta que no llegas. Hasta que me duermo y no estás y no has llegado y me quedo dormido y terriblemente cansado preguntando. Amor, todos los días. Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta. Puedes empezar a leer esto y cuando llegues aquí empezar de nuevo. Cierra estas palabras como un círculo, como un aro, échalo a rodar, enciéndelo. Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas, en mi garganta como moscas en un frasco. Yo estoy arruinado. Estoy arruinado de mis huesos, todo es pesadumbre.
Cuando tengas ganas de morirte
Cuando tengas ganas de morirte esconde la cabeza bajo la almohada y cuenta cuatro mil borregos. Quédate dos días sin comer y verás qué hermosa es la vida: carne, frijoles, pan. Quédate sin mujer: verás. Cuando tengas ganas de morirte no alborotes tanto: muérete y ya.     Redacción Digital El Heraldo de México dzd