Una marca centenaria.
Así es. 129 años estamos cumpliendo.
Un poquito antes de la Revolución Mexicana.
Un poquito más (risas).
Gran responsabilidad en sus manos.
Prácticamente retirado. Estoy como asesor y consejero. El circo lo maneja un sobrino mío.
Andrés significa hombre fuerte. ¿Es el hombre fuerte de Atayde?
No. Atayde ha sido una familia y es un gran mérito que siga en manos de la familia.
Una pasión heredada.
No toda la familia se dedica a esto. A los hijos y a los nietos nunca se les forzó para que fueran de circo. Los que están es porque quieren estar, por esa pasión y por ese amor.
¿Y usted?
Intenté barras, porque mi padre y mi tío fueron barristas muy buenos. Trapecista, no pude. Caballos, no pude. Malabares sí, un poco en la pista.
Háganos unos con el florero, ¿no? (risas)
(Risas) No, si se deja de practicar algo, se pierde la habilidad.
¿Se tienen que hacer malabares para salir avantes con este negocio?
No nada más en el circo (risas). En muchas profesiones. Malabares o magia, pero todas las épocas tienen cosas buenas y difíciles a la vez.
Lo más osado.
Cuando la familia Atayde decide salir del país en 1926. Estuvieron 20 años trabajando en Sudamérica y Centroamérica.
El momento más feliz.
Cuando pudimos celebrar el centenario hace ya 29 años, en la Arena México. Muy bonito.
¿El circo es osadía y fuerza?
Se puede parecer al deporte, pero también al teatro e incluso al ballet. Un trapecista tiene que hacer las cosas bonito, no nada más arriesgado u osado.
¿Don Andrés ha sido itinerante, como el circo?
Sí, a mi me tocó nacer en esa larga gira por Sudamérica, en Costa Rica. Nací en 1931 y me crié en ese recorrido. Llegué a México de 15 años.
¡Qué gran experiencia!
Una gran aventura. No cualquiera (risas).
Trae en la sangre esa aventura.
Si, claro. Viajar, por placer o para ver circos en Europa, China y EU
¿Domador en la vida?
No. Ni en el circo lo fui (risas). Considero que por las vivencias comprendo a la gente. No soy nacionalista aferrado, soy mexicano y mis hijos nacieron en México, pero me siento a gusto en Sudamérica.
¿Es la misma emoción al día de hoy al iniciar una función?
Muy emocionante. Por eso está uno aquí. Ver el circo así, trabajando. Claro, puedo pensar que en la vida nada es eterno y un circo puede terminar su vida.
¿Alguna vez ha estado en la cuerda floja?
No, ni en mi vida ni en el circo. Nunca me gustó subirme (risas). Eso si nunca lo intenté.
¿Usted ha vivido en equilibrio?
Sí, me siento un hombre equilibrado.
¿Siempre ha pisado por el lugar correcto?
Si no lo he hecho, he tratado.
¿En el circo cabe la mentira?
En ninguna actividad o en la vida cabe la mentira. En el circo, como seres humanos, hay de todo.
Una anécdota.
En la gira por Sudamérica, nos visitaban embajadores de México e incluso presidentes de los países.
¿Qué sigue para Atayde?
Yo quisiera que siguiera y siguiera. Pero ya no está en las manos de uno. Cumplí mi etapa y creo que no la hicimos tan mal. Ahora siguen mis sobrinos.
Atayde para siempre.
Atayde en México llegó a ser sinónimo de circo. Ojalá.
Gracias, Don Andrés.
Gracias a ustedes.
POR XAVIER OROZCO