¿Por qué al llegar al primer día de preescolar, hay niñas y niños que parecen llevar ventaja y otros ya enfrentan barreras que no deberían existir a su edad? Como si unos hubieran iniciado la carrera con pasos de ventaja y otros con obstáculos desde la línea de salida.
En México, la educación inicial sigue tratándose como un accesorio, no como un derecho.
La falta de un sistema nacional estandarizado deja a nuestras niñas y niños en condiciones profundamente desiguales: mientras unos asisten a guarderías públicas, otros acceden a centros privados de estimulación temprana con enfoques muy distintos.
No hay programas pedagógicos homologados, ni protocolos de cuidado claros que garanticen calidad y equidad desde los primeros años.
Por mucho tiempo, especialmente las madres trabajadoras, hemos creído que basta con encontrar un lugar donde “cuiden” a nuestros hijos: que les cambien el pañal, les den de comer y los mantengan a salvo. Pero esa visión, aunque comprensible, es profundamente limitada.
Un niño en su primera infancia genera hasta un millón de conexiones neuronales por segundo. Es por eso que ese espacio no solo debe proteger, sino estimular, desarrollar y potenciar sus capacidades.
Este enfoque también es fundamental para quienes se dedican de tiempo completo a las labores del hogar. El tiempo madre-hijo es valioso, pero no sustituye la necesidad de entornos educativos diseñados para su desarrollo integral.
Desde la sociedad civil ya hay movimientos que lo entienden y lo impulsan, como hablamex.com, que exige al gobierno priorizar la educación inicial.
Las niñas y los niños tienen un derecho constitucional: acceder a una educación de calidad desde sus primeros años. Eso implica políticas públicas claras, presupuesto suficiente y visión de futuro.
Hoy, la red de guarderías ha desaparecido o se ha debilitado, y miles de madres en México se ven obligadas a dejar a sus hijos al cuidado de hermanitos mayores, familiares, o incluso solos. Eso no es cuidado ni es educación, es abandono del Estado.
La brecha no empieza en la primaria, empieza mucho antes, cuando un niño no tiene quién lo escuche, quién le lea, quién lo estimule.
Y entonces, sin darnos cuenta, estamos decidiendo quién tendrá oportunidades y quién no desde sus primeros días.
Si queremos cambiar el destino de nuestras infancias, tenemos que empezar por donde realmente inicia la brecha.
POR PAULINA AMOZURRUTIA
@PAUAMOZURRUTIA
PAL