En días pasados, Donald Trump ha referido nuevamente ante los medios de comunicación que los aranceles programados para su entrada en vigor en los primeros días del mes de marzo del presente año serían aplazados hasta el 2 de abril de 2025. La razón de esta decisión fue nuevamente una llamada con sus homólogos de Canadá y México respectivamente.
Esta es la segunda vez en lo que va del año que la amenaza de los aranceles se logra prorrogar, aunque por desgracia, el riesgo sigue latente y la incertidumbre daña a la estabilidad y el ambiente de negocios en territorio nacional y, por supuesto, en el mundo entero.
La estrategia de Trump en este sentido no es nada sofisticada, de hecho, es bastante predecible, lo ha dicho desde hace mucho tiempo (desde que estaba en campaña) y ahora lo trata de ratificar en el ejercicio de su gobierno. Negociar a partir de las debilidades de su oponente es un método que no es ajeno a su manera de entender los negocios y, por supuesto, a la forma en como Estados Unidos debe “recuperar su grandeza”, desde su visión de reconstrucción de la arquitectura productiva de su nación. En otras palabras, Trump está dispuesto a lo que sea con tal de hacer que las grandes empresas de su país y de otras naciones decidan invertir en la economía estadounidense, aún incluso incumpliendo con los acuerdos establecidos años antes con sus socios comerciales de la región, firmados durante su primer mandato de gobierno.
Aunque el concepto de “lo que sea” pudiera llegar más lejos e incluir la extorsión como método para encontrar soluciones o simplemente conseguir que se cumplan sus demandas. Una demostración de esto y que no debiera ser olvidado por nadie, es la forma en como trató al actual presidente de Ucrania (más allá de que, se sabe el gobierno estadounidense, ha estado apoyando desde el inicio de su gestión a Volodímir Zelenski), quedó perfectamente evidenciado que los designios de Washington son omnipresentes en el conflicto entre ambas partes y que la humillante ratificación de las demandas del mandatario estadounidense sobre su homólogo, no es más que la demostración más palpable de que hay una nueva forma de hacer política en la Oficina Oval de la casa blanca.
Otro notorio ejemplo se ha podido atestiguar en los esbozos arancelarios que ha expresado en lo que va del año, en donde el marco normativo comercial del T-MEC poco le ha importado y solamente se ha limitado a referir que, estas acciones, se dan en respuesta a la nula o escasa capacidad de Canadá y México para frenar de manera sustancial el paso de fentanilo hacia su país.
Estas acciones, por supuesto, han logrado retraer de cierta manera el flujo de inversiones procedentes del extranjero pero, sobre todo, crear inestabilidad en los mercados de la región y en las cadenas de suministro en todo el mundo, pues no existen condiciones para invertir de manera sólida en la región como hace unos meses, una manera en la que Trump busca reintegrar la colocación de las cadenas de suministro en su país, haciendo nuevamente de los Estados Unidos el epicentro de varios sectores industriales.
Ante esta situación, México ha decidido ser cauto y tener templanza ante los embates del país hegemónico, sabedor de su poder e influencia en el mundo de los negocios todavía.
¿Pero qué es lo que debe hacer el gobierno de México y por supuesto sus empresarios para abordar y atender esta situación en el mediano y largo plazo?
En definitiva, urge entender en primera instancia que la forma en la que se guió la economía en los últimos 30 años no funcionó, de hecho, es el primer factor que ayudaría a explicar en gran medida las razones de por qué México es 80% dependiente en su economía de los estadounidenses en la actualidad. En otras palabras, urge dimensionar el tamaño de la oblicuidad de los hombres de negocios en el país que, siempre optaron por orientar la economía nacional hacia un solo destino, cuando había una diversidad de mercados emergentes en varias partes del mundo que podrían darle mayor solidez a la estabilidad económica mexicana.
El segundo paso sería además de la asimilación de los errores que, ya se han cometido sucesivamente desde hace más de tres décadas, poner manos a la obra en redimensionar y rediseñar las estrategias de comercialización y fabricación de productos nacionales y su colocación en los mercados internacionales. Urge hoy, más que nunca, consumir los productos nacionales y evidentemente apelar y fortalecer al sentido nacionalista del consumo del mercado local, no por moda, sino por un interés de seguridad y prevalencia nacional.
Salvaguardar el interés nacional desde el consumo local es una tendencia que muchos mercados en el mundo están adoptando debido a que, a diferencia de lo que está sucediendo con los resabios globalistas, el mundo sigue en proceso de transformación y en la actualidad pensar desde lo doméstico y fortalecer lo local, ayuda a cambiar los entornos regionales e internacionales, así como el papel de influencia que tienen algunos países emergentes a diferencia de otros desarrollados que están perdiendo fuerza y voz en el entorno planetario.
Pensando en esto, cobra mayor relevancia que México fortalezca sus áreas de inteligencia comercial en la Secretaría de Economía y los sectores energético, automotriz, agrícola, entre otros, para de esta manera, encontrar puntos de conexión alternativos que faciliten el flujo constante y permanente de capitales y nuevas inversiones hacia México; de esta manera, aunque el vecino del norte tratará nuevamente de secuestrar la economía mexicana por medio de chantajes o acuerdos inequitativos, el gobierno mexicano ya contaría con alternativas viables y perdurables para continuar expandiendo sus negocios en el mundo con nuevos consumidores.
Por todo lo anterior, es conveniente también recordar que la prospectiva de la economía estadounidense pudiera recrudecerse en los siguientes años debido a que la base de su estructura comercial se apoya en que todo el mundo acepta el dólar como moneda de cambio; pero a medida que pasa el tiempo, esta situación ha ido cambiando como resultado de la disminución del uso de esta moneda. En el año 2000, por ejemplo, el 72% de las transacciones eran en dólares, mientras que, en 2022, se redujo al 59%.
Este es el motivo por el que Estados Unidos ha amenazado a los países que no usen el dólar con aranceles del 100%, y que aquellos que entren a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), enfrentarán sanciones pues la participación de los estadounidenses en el comercio internacional es del 12%, mientras que la de China es del 17%, es decir “tiene la pelea perdida”.
En medio de esta situación, México debe saber negociar y continuar siendo cauto e inteligente con dos propósitos en el mediano plazo: no permitir un agravio mayor de parte de los estadounidenses en la economía local, y dos, comprar tiempo para fortalecer la desvinculación y dependencia de su economía.
POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ ANZURES
PRESIDENTE DEL INAP
@DRLMMA56
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