El Zócalo de la Ciudad de México hace honor al nombre con que el pueblo lo conoce, desde que en su centro se construyó un basamento; a partir de entonces así le llaman al sitio del Grito, de las exposiciones y festivales y antes de las ejecuciones a los criminales. Desde hace tiempo es el punto de encuentro político, ahí se reunieron los manifestantes que apoyaron a Cárdenas cuando la Expropiación Petrolera; en el 68 ahí se izó la bandera de la huelga y de ahí fueron desalojados por el ejército los estudiantes aquel de 26 de julio; en el Zócalo se reunieron o los reunieron a los sindicalistas en apoyo a Echeverría después de “el halconazo” del 10 de junio y en esa misma plaza se concentraron o los concentraron a quienes en 1982 apoyaron, la nacionalización de la banca con López Portillo.
El primer intento de ocupar el Zócalo por una fuerza de izquierda fue la del PCM en la campaña simbólica de Martínez Verdugo cuando mostraron su incipiente músculo en 1982.
Pero el año en que comenzó la disputa por el Zócalo fue en 1988, cuando el Frente Democrático Nacional saturó la plancha cívica con miles de opositores al ya anacrónico régimen; después el PRI organizó fuertes movilizaciones en favor de Salinas, tan corporativas por lo tanto sin brío, que hasta los aplausos eran reproducidos en altoparlantes según comentaron algunos periódicos; cuando se dieron los cierres de esas campañas, la del FDN con Cuauhtémoc, el PAN con Cloutier, y el PRI con Salinas, la competencia fue llenar el Zócalo. El PAN que no se había atrevido a marchar hacia la icónica plaza, ese año lo hizo y alcanzó casi a llenarla cuando por primera vez la clase media salió a las calles; en esa campaña la confrontación total fue entre los seguidores de Cuauhtémoc y las bases del PRI con Salinas, se habló de medio millón o de un millón de personas en el Zócalo, hasta que un comedido arquitecto hizo el levantamiento y dijo que “en la plaza solo cabían 117,000 personas ocupando la plancha, calles y banquetas”, dando así fin a la danza de los números. Pero había ocurrido algo inédito en la competencia presidencial: los partidos opositores movilizaron masas obligando al partido oficial a dar todo de sí en su capacidad de movilización política.
En el 2004, con el intento de desafuero López Obrador, éste logró una de las más numerosas manifestaciones y las que siguieron en la campaña del 2006, más las que vinieron después del fraude y las movilizaciones por el gobierno legítimo, López Obrador y sus seguidores se convirtieron en dueños del Zócalo, hasta que ya en su gobierno sus opositores convocaron y el Zócalo casi se colmó de esa mezcla de antilopezobradoristas, priistas, panistas y otros que ya se atrevieron disputarle a la izquierda la simbólica plaza.
Con la Presidenta Claudia Sheinbaum, otra vez los seguidores de la 4ª. Transformación han colmado la Plaza y sus calles aledañas. Este domingo fue la tercera gran convocatoria, y aún con la campaña gráfica en contra, los números salen sobrando: miles de personas se movilizaron y prácticamente ocuparon todo el primer cuadro de la Ciudad de México.
La 4ª. Transformación es algo más que un partido, es un movimiento de masas populares, ahora institucionalizadas que tienen como líder indiscutible a la Presidenta de la República y su 80 por ciento de aprobación. Y como afirman “una imagen dice más que mil palabras”, la imagen que el domingo dio la vuelta al mundo es la de una líder, que respaldada por la mayoría del pueblo, puede negociar con legitimidad y dignidad con el presidente Trump cuyas decisiones traen a casi todos en jaque.
POR PLÁCIDO MORALES VÁZQUEZ
PROCURADOR GENERAL DE LA PROFEDET
@PLACIDOMORALES_
PAL