El pensamiento crítico sin un horizonte de esperanza corre el riesgo de volverse estéril. La idea me sacudió porque a veces —con frecuencia— desde el activismo y la academia nuestras voces se agrupan solamente en torno a la crítica… y no siempre constructiva. La visión enunciada por Fernanda Llergo, Rectora General de la Universidad Panamericana y el IPADE, generó un eco intenso en su audiencia.
Era la inauguración del Primer Congreso Internacional de Feminismo Centrado en la Persona, que durante dos días reunió en el Campus Mixcoac, de mi querida alma mater del Doctorado a investigadoras mexicanas, colegas españolas y de diversos países latinoamericanos para reflexionar ¡esperanzadas! sobre derechos, vulnerabilidades, avances y pendientes en materia de género.

Y ya sé que es marzo y hay mil foros para hablar sobre estos temas, las empresas mandan contingentes a la marcha del 8M, las autoridades promocionan sus políticas de igualdad y los medios dan cobertura a mujeres que el resto del año no son nota. Pero este no fue un foro más. No exagero cuando digo que la convocatoria del Grupo Interdisciplinario de Estudios Feministas (GIEF), coordinado por Diana Ibarra, Fernanda Crespo y Susana Ochoa, será referencia indispensable para quienes buscamos una forma renovada de ser feministas en tiempos de polarización, retrocesos globales y odios locales.
Como está el contexto, hablar hoy de un feminismo capaz de colocar a la persona desde una noción cristiana en su centro me parece profundamente transgresor y transformativo. Persona, como decía Santo Tomás, entendida como la máxima dignidad constituida porque es alguien, no algo; porque existe espiritualmente, de tal forma que no puede ser usada ni cosificada; porque ser es el fin en sí mismo.

La mujer, entonces, no existe solamente por su dimensión biológica, genética o corporal. Habremos de cuestionarnos sobre la relación entre naturaleza y libertad para trascender la discusión limitada en la comprensión del ser mujer y llegar a las hendiduras de esos discursos que nos colocan como las hembras de la especie. ¿Y nada más?
El Feminismo Centrado en la Persona también nos llama a analizar con realismo: la plenitud no se logrará con base en reformas sociales, indispensables por supuesto, pero insuficientes para acabar con situaciones opresivas. Tenemos esperanza porque estamos convencidas de que la persona es la presencia de lo sagrado en el mundo material, dotada de vocación sobrenatural y eterna. Lo escribo y se me enchina la piel.

La violencia, entonces, como planteo en mi tesis doctoral sobre lo que he denominado Feminicidio Emocional es la despersonalización y justamente es la errónea idea de que sólo el cuerpo físico cuenta lo que ha provocado la invisibilización y altísima cifra negra de la violencia psicológica de género, respecto de la cual hemos alertado en diversos reportes de Ola Violeta AC. Noticia para el Mes de la Mujer: las emociones existen y el alma importa.
El Feminismo Centrado en la Persona puede ser la siguiente ola feminista, una que con respeto, fuerza y verdad ilumine nuestra manera de participar hacia una sociedad igualitaria.
POR MARÍA ELENA ESPARZA GUEVARA
@MAELENAESPARZA
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