Las graves acusaciones de Donald Trump en contra del gobierno de México pueden ser desestimadas como invenciones delirantes de un enfermo mental, pero no por considerarlo así, y quizá por eso, dejan de ser extremadamente peligrosas, o mejor dicho, por esa evidente sinrazón pendenciera.
Cuando el poder —a fin de cuentas una droga— se concentra de una manera tan acusada en una persona de capacidades casi ilimitadas, conduce a estos toboganes de atropello diplomático, desmesura y exceso. Razonar (o tratar de hacerlo) con un enfermo de estas características, es arduo y a veces inútil. Churchill se lo demostró a Chamberlain.
Hace apenas unos días el gobierno mexicano arrebató las campanas de la gloria con la “muestra magistral” de la diplomacia presidencial: a cambio de movilizar tropas al gusto y necesidad del vecino (lo cual poca victoria significa), éste nos movió el plazo para imponer los aranceles. Un mes de gracia.
Pero todavía no se apagaban los tañidos festivos, cuando fuera del plazo logrado el poder imperial anticipa sus intenciones posteriores: ya no es suficiente impedir el paso de fentanilo chino-mexicano a Estados Unidos a través de la congestionada frontera; ahora se busca eliminar (en el sentido vital militar) a los cárteles mexicanos, en reflejo de la idea de Musk:
—Sólo el Ejército (nuestro) podrá luchar contra los cárteles de la droga en México.
Pero si eso lo dijo el asesor, desde un cargo ajeno a las operaciones militares, debería preocupar el memorándum de la Fiscalía.
“…Lograr la eliminación de los cárteles requerirá recursos adicionales y decisiones de acusación bien pensadas por parte de los fiscales federales en coordinación con las fuerzas del orden…”
Obviamente de nada les serviría en este caso a las “fuerzas del orden” actuar en Estados Unidos para eliminar a los cárteles terroristas mexicanos; necesitarían operar aquí.
Ante esa violación de la tregua de los 30 días (superior al espionaje aeronáutico y el amedrentamiento naval), la Presidenta respondió de una manera racional: les dijo, vean las cosas internamente, hagan algo contra sus distribuidores locales; revisen sus propios cárteles —“¿o allá no hay”—, su comercio armamentista, etc., etc., o los acusamos con sus mamás.
Pero esos argumentos no los atiende nadie. “¿Por qué?” Precisamente por la hybris imperial y porque, a fin de cuentas, en su estrategia en ningún punto dice: consejos, recomendaciones y análisis defensivos del gobierno mexicano.
Muchas son las actitudes del gobierno estadounidense. Incomprensibles, excéntricas, desquiciadas y, por tanto, más peligrosas, como (v.g.) la sola proposición para avanzar en un genocidio palestino final en Gaza ya resulta demasiado para cualquier persona en el mundo, excepto para el racismo en el Levante.
POR RAFAEL CARDONA
COLABORADOR
@CARDONARAFAEL
MAAZ