Tal parece que la era hegemónica mundial de Estados Unidos está en su fase final por opción propia y que el gobierno de Donald Trump se prepara a retraerlos en cuanto a política internacional.
O por lo menos de los mitos que originó y cuidó los últimos 100 años, como el de ser un gigante más o menos benevolente que imponía de grado o por fuerza una semblanza de orden mundial o marcos de acción.
Ahora...
En dos semanas en las que se ha movido a una velocidad relampagueante, el régimen Trump puso sobre la mesa una visión muscular y transaccional del papel de los Estados Unidos en el mundo. En cierta forma, un retorno a la política de expansión comercial y territorial que los caracterizó desde su fundación como colonias hasta principios del siglo XX.
En los últimos 15 días, el nuevo presidente estadounidense anunció el desmantelamiento de su aparato de influencia y ayuda externa, la Agencia Internacional de Desarrollo (USAID); reconoció, vía su secretario de Estado Marco Rubio, que "vivimos en un mundo multipolar" y que "el orden mundial está obsoleto"; inició y puso en receso temporal una guerra comercial contra sus propios aliados y socios comerciales, a comenzar por México y Canadá con señales a la Unión Europea, mientras iniciaba un choque con China, la segunda potencia económica mundial; paralelamente, comenzó una reducción del personal de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Ciertamente no fue lo único: canceló la participación estadounidense en la Comisión de Naciones Unidas para Derechos Humanos y de paso el financiamiento para la Agencia de Ayuda y Empleo que hasta ahora aliviaba la situación de los palestinos, por considerarlas antiestadounidenses.
También puso de relieve una voluntad expansionista que ya lo llevó a promover la idea de incorporar a Canadá como estado 51, de buscar la anexión de Groenlandia a pesar de las objeciones europeas y de los groenlandeses, a iniciar contactos para "recuperar" el Canal de Panamá y de creer sus declaraciones del martes por la noche, luego de reunirse con el primer ministro israeli Benjamin Netanyahu, podría llevarlos a ocupar lo que hoy es el territorio de Gaza, pero sin palestinos.
Hace apenas 30 años Madeleine Albright, secretaria de Estado de Bill Clinton, afirmaba que EU era "la nación indispensable" y con un papel preponderante en el mundo.
La llegada de Trump al poder puso en juego una corriente distinta del pensamiento estadounidense. Una basada en el nacionalismo, introspectiva si se quiere, pero intimidante.
Es una situación que hace recordar en mucho lo que el historiador Robert Kagan define como "una nación peligrosa", una que comenzó como expansionista y comercial pero luego amplió su influencia a lo diplomático, político y lo ideológico.
Tal vez sea el mayor cambio mundial desde la disolución de la Unión Soviética. Estados Unidos abandona su papel hegemónico, pero mantiene su capacidad de interferir.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
MAAZ