La guerra en Ucrania cumple tres años (se olvida, pero en el Donbás cumplirá once). Evitar el cuarto dependerá del pragmatismo al negociar. En el conflicto –más en los últimos dos años–, el principal dilema de Kiev es que, conforme más se compromete al esfuerzo bélico, más territorio y hombres pierde, alejándose aprisa de negociar desde una posición creíble. Las tropas rusas avanzaron en Ucrania 593 km2 al día en diciembre de 2024, según el Instituto del Estudio de la Guerra. Hoy las encuestas en Ucrania muestran un rechazo a seguir peleando, por no hablar de la huida masiva de conscriptos.
No hay duda de que el gobierno de Trump quiere resolver el tema –y evitar más préstamos impagables para Ucrania–, pero ¿bajo qué fórmula: unilateral o colectiva? Si Washington es único árbitro, se justifica la manía de Trump de colgarse medallas para su público interno, pero choca con la idea –ya vociferada– de dejar “Europa a los europeos”. La solución colectiva, que no cancela la iniciativa trumpista, traería a mediadores creíbles para ambas partes.
Turquía es el mejor candidato, como lo fue en 2022 antes de que Boris Johnson y Joseph Biden dinamitaran un acuerdo casi final entre Moscú y Kiev, con el fin de seguir vendiendo armas y prestando dinero sin importar las consecuencias (lo dice una frase hoy célebre: guerrear “hasta el último ucraniano”). Esta fórmula pasa además por las negociaciones de Trump con la OTAN, a la que exige en paralelo más dinero y una geopolítica más realista.
En Rusia no hay prisa. Se tiene el conflicto donde se quiere: avance lento, pero seguro, sin invertir en más tropas, con una economía que (tragicómicamente) se fortalece mientras más la sancionan. En la propuesta de Trump, Rusia obtendría los territorios anexados, incluidas casi todas las minas de carbón del Donbás (25% de las exportaciones ucranianas antes de la guerra de 2014), y la neutralidad ucraniana. No obstante, Moscú tendrá que ceder algo: garantías de seguridad para Kiev, con cierto patrocinio europeo.
Ucrania deberá sacudirse la fantasía de la OTAN. Nadie quiere a Ucrania en la alianza. Ni siquiera la OTAN misma, que evade el tema diplomáticamente.
Entre tanto desvarío queda la cordura realista del balazo en el pie. No es descabellado: si en algo cedió Zelenski al negociar con Rusia a tan solo un mes de la invasión, (!) fue a la neutralidad. Aun si la OTAN invitara mañana a Ucrania, habría que cambiar muchas regulaciones: desde 1995, con la crisis bosnia, no acepta países que no controlen el 100% de su territorio (caso de Chipre). Rusia lo sabe: de ahí la invasión relámpago a Georgia en 2008 y la anexión de Crimea en 2014.
El problema de Ucrania, el país más pobre de Europa mucho antes de la guerra, es su futuro, sobre todo económica y demográficamente. Todo dependerá del acuerdo por venir (si lo hay).
*Miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión de Rusia del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (Comexi).
Profesor en la Universidad Anáhuac México. Doctor en Historia Global por la Universidad de Turín y la Higher School of Economics de San Petersburgo.
Twitter: @rainermat.
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