Migrar hacia el vecino del norte ya no es un sueño. Más pronto que tarde el escenario se dibuja como una pesadilla. La crisis que se ha suscitado con motivo del inicio de las deportaciones en los Estados Unidos es terrible, y ha sido analizada agudamente por “El Colegio de la Frontera Norte” en su reciente reporte “Ni ilegales, ni indocumentados”. La información que contiene es por demás elocuente: en Estados Unidos viven 332 millones de personas, de las cuales poco más de 39 millones son de origen mexicano. De ellos, 4.9 millones están en riesgo objetivo de deportación.
De acuerdo a la Organización Internacional de Migraciones, la migración no es un delito. Más aún, es incorrecto hablar de “ilegales” ya que en sentido estricto ninguna persona es “ilegal”. Todo Estado de Derecho que se precie de serlo, reconoce que la persona por ser persona posee protección, ya que la dignidad y los derechos fundamentales son siempre y en todos los casos, bienes jurídicamente tutelados y están por encima de la carencia o posesión de “ciudadanía”.
Tampoco es preciso categorizar a los migrantes como “indocumentados”, porque cuando cuentan con documentos de identidad, son sujetos de matrícula consular, recurso aceptado y reconocido por el sistema bancario en los Estados Unidos. Actualmente, más bien, se privilegia el término de “personas no autorizadas”, las cuales ascienden actualmente a 13.5 millones. De ellas, el 36.4% son mexicanas; 17.9% son centroamericanas; 16.9% son asiáticas; 11.7% son sudamericanas; 7.8% son caribeñas; 4% africanas; 3.6% europeas; y 1.7% son de otros lugares.
La deportación de la población en riesgo podría afectar a 3.4 millones de hogares. Entre las posibles consecuencias de esto, destacan: la separación de familias, muchas de las cuales tienen hijos estadounidenses; el impacto negativo en sectores económicos clave, como la construcción y los servicios, donde el 72% de los migrantes sin autorización labora actualmente; el desarraigo de personas con años de residencia en Estados Unidos, ya que 7 de cada 10 mexicanos sin autorización, han vivido en el país por más de una década.
El Papa Francisco lo ha dicho rotundamente en una reciente entrevista de televisión al ser cuestionado sobre el programa de deportación que inicia el nuevo gobierno norteamericano: “Si es cierto será una desgracia, porque hace que los pobres desgraciados que no tienen nada, paguen la factura del desequilibrio. ¡No es posible! ¡Así no se resuelven las cosas!” (19 de enero 2025).
En efecto, los más pobres y marginados, suelen ser quienes cargan con la peor parte. Su angustia y su sufrimiento resultan irrelevantes para quienes adheridos a una comprensión ideológica de la fe y/o del ser humano, cancelan la empatía, y optan por mirar desde una cierta “superioridad”, las muchas lágrimas. La renovación de la sociedad – norteamericana, latinoamericana y mundial – no brotará de este eclipse de la razón y del corazón. La imposición por la fuerza de medidas contrarias a la verdad sobre la igual dignidad de toda persona humana, no es la semilla de un árbol bueno.
POR RODRIGO GUERRA LÓPEZ
SECRETARIO DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA
RODRIGOGUERRA@MAC.COM
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