La Cumbre de Acción de la Inteligencia Artificial (IA) en París ha sido un reflejo de la falta de consenso global sobre la regulación de esta tecnología. Más de 60 países firmaron una declaración comprometiéndose con principios de IA abierta, ética y segura, pero la ausencia de Estados Unidos y Reino Unido deja claro que el camino hacia una gobernanza común sigue siendo incierto.
Los gobiernos no solo son reguladores de la IA, sino también sus principales usuarios y facilitadores. El impacto de esta tecnología en nuestra sociedad dependerá de cómo la impulsen, no sólo de cómo la limiten. Mientras algunos países promueven un enfoque restrictivo, otros optan por fomentar innovación antes de legislar. Esta fragmentación amenaza la cooperación internacional y profundiza desigualdades en acceso a la IA, dejando a países en desarrollo en una desventaja.
No podemos quedarnos en un debate que no avanza sobre qué tan estrictas deben ser las regulaciones. La IA, al igual que la electricidad o Internet en su momento, es una tecnología de propósito general con impactos transversales. La clave no está en regular cada aplicación de manera rígida, sino en establecer principios claros que garanticen su uso seguro y responsable sin sofocar su desarrollo.
Esta semana, durante la Cumbre de Acción de la IA en París, se discutió la necesidad urgente de regulación, pero EU y Reino Unido decidieron no firmar la declaración conjunta. Mientras, el uso irresponsable de la IA sigue creciendo. Un ejemplo es el video falso en el que se usó la imagen de Scarlett Johansson y otras celebridades para difundir un mensaje que nunca dijeron. Scarlett Johansson no solo desmintió su participación, sino que también criticó la falta de regulación que permite que estas cosas sucedan. Su llamado fue simple: si la IA puede imitar nuestras voces y rostros sin consentimiento, el riesgo no es solo tecnológico, sino humano. No se trata de estar en contra de la innovación, sino evitar que se use para engañar y manipular.
En este contexto, la ANIA (Alianza Nacional de Inteligencia Artificial) ha demostrado que la cooperación multisectorial es el camino correcto. Su modelo de gobernanza busca equilibrar innovación y seguridad a través de propuestas informadas, impulsando la adopción de la IA en beneficio de la sociedad. Es un ejemplo de cómo sociedad civil, gobierno, academia e industria, pueden trabajar para diseñar estrategias efectivas.
El verdadero reto es definir un marco regulatorio que se enfoque en los resultados y no en restringir de manera generalizada. La autorregulación es un primer paso, pero insuficiente. Se necesita una combinación de regulación sectorial y acuerdos internacionales para evitar la fragmentación.
Estamos en un punto de inflexión. La IA no es solo una tecnología más, sino la punta de lanza de una transformación tecnológica sin precedentes. Los gobiernos tienen oportunidad de convertirse en arquitectos de un futuro donde la tecnología esté al servicio de la humanidad. No podemos darnos el lujo de esperar. El futuro se está escribiendo ahora y debemos asegurarnos de que sea inclusivo, ético y sostenible.
POR ALEJANDRA LAGUNES
COLABORADORA
@ALELAGUNES
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