El turismo evoluciona junto con la sociedad. Las generaciones más jóvenes han transformado la manera de viajar, priorizando autenticidad, flexibilidad y experiencias memorables. Para ellas, los hoteles no son una opción, ya que su búsqueda comienza en plataformas digitales que, como primera opción, muestran la alternativa “flexibilidad de destino”.
Esto significa que la prioridad de estos viajeros no es elegir un destino y luego buscar hospedaje, sino que deciden a dónde viajar en función de la disponibilidad de viviendas turísticas que se ajusten a sus preferencias y presupuesto. Comprender esta dinámica es clave para reconocer que los hoteles y las viviendas turísticas no son competencia, sino opciones complementarias que responden a distintas necesidades y estilos de viaje.
El informe de McKinsey & Company “The state of tourism and hospitality 2024” confirma lo que ya intuíamos: las generaciones jóvenes, especialmente la generación Z y la millennial, muestran un interés significativo y creciente por viajar. Estas generaciones realizan casi la misma cantidad de viajes internacionales que nacionales, mientras que las generaciones mayores, como los baby boomers, prefieren los viajes domésticos. Este cambio de tendencia refleja un deseo por descubrir nuevos destinos y vivir experiencias memorables.
Según McKinsey, la generación Z (18 a 25 años) realiza 2.3 viajes nacionales y 2.1 internacionales anuales, la millennial (26 a 41 años) hace 2.7 viajes nacionales y 2.3 internacionales, mientras que la generación X (42 a 57 años) promedia 2.2 viajes nacionales y 1.7 internacionales. Los baby boomers (58 años o más) realizan 2.3 viajes nacionales, pero solo 1.1 internacionales al año.[1] Esta distribución muestra que para los jóvenes el mundo es más accesible, tanto en términos de costos como de conectividad.
Para ellos, la frontera entre un "viaje local" y uno "al extranjero" se ha difuminado. Esto explica por qué destinos vibrantes y culturales como la Ciudad de México han ganado popularidad. Sin las viviendas turísticas, gran parte de este segmento quedaría desatendido al no tener opciones que respondan a su búsqueda de experiencias auténticas y flexibles para descubrir la ciudad.
Según la Secretaría de Turismo de la Ciudad de México, los millennials y la generación Z representan aproximadamente el 68.1%[2] del turismo en la capital. Este porcentaje equivale al segmento de viajeros que podríamos perder si no incorporamos plenamente las viviendas turísticas a un modelo de competencia libre y justo, capaz de satisfacer sus expectativas.
Para este segmento, las viviendas turísticas cumplen un rol esencial: les permiten vivir como locales temporales, acceder a alojamientos con personalidad propia y gestionar sus reservas con autonomía mediante aplicaciones móviles. Actualmente, el 15.1%[3] de los turistas que llegan a la Ciudad de México eligen plataformas de hospedaje, una tendencia que refleja la relevancia creciente de este modelo de alojamiento en el ecosistema turístico.
Otro aspecto altamente valorado es la posibilidad de escoger un diseño de alojamiento compatible con su estilo y personalidad. Mientras algunos prefieren un diseño minimalista, otros buscan uno colonial u opciones con un carácter más tradicional o temático. Además, la flexibilidad en los horarios de registro y salida se ha convertido en un factor clave para estas generaciones, ya que les permite organizar su estancia sin restricciones y aprovechar mejor su tiempo en el destino. Estas elecciones reflejan su necesidad de sentirse cómodos en espacios que proyecten su identidad.
El uso de la tecnología es también un punto en el que las generaciones difieren. Mientras que el 71% de los viajeros más jóvenes ha utilizado aplicaciones móviles para reservar transporte o alojamiento, solo el 42% de los baby boomers ha recurrido a estas herramientas. En línea con esta tendencia, el 44% de los baby boomers prefiere reservar vía telefónica o a través de una agencia de viajes, frente al 30% de los más jóvenes.[4]
Las viviendas turísticas tienen una ventaja competitiva al ofrecer lo mejor de ambos mundos: sistemas de autogestión mediante plataformas digitales para quienes desean independencia, y un servicio cercano y personalizado con anfitriones locales y operadores profesionales que pueden recomendar desde el mejor mercado hasta actividades culturales en la zona. Sin este modelo, las personas viajeras podrían verse limitadas a opciones más rígidas y costosas que no se ajustan a su estilo de viaje.
Aunque en todas las generaciones las experiencias juegan un papel clave al elegir un destino, el informe de McKinsey revela que la generación Z y los millennials son quienes están más dispuestos a destinar una parte significativa de su presupuesto a actividades durante sus viajes. El 52% de la generación Z indica que gran parte de sus gastos se dirige a experiencias, seguido por el 47% de los millennials. En contraste, solo el 39% de la generación X y el 29% de los baby boomers priorizan este tipo de gasto.
Este enfoque hace que las viviendas turísticas sean especialmente atractivas para las y los viajeros jóvenes, ya que les permiten reducir gastos de hospedaje y destinar más recursos a actividades como conciertos, tours o eventos culturales. Estas propiedades, al ubicarse en barrios residenciales con vida propia, amplían las posibilidades de conocer una ciudad más allá de sus principales puntos turísticos.
Las experiencias no solo se limitan al turismo de aventura o a actividades al aire libre. Según McKinsey, las visitas a sitios icónicos y los eventos en vivo son actividades favoritas de todas las generaciones en distintas geografías. Desde caminatas por plazas históricas hasta espectáculos culturales, los viajeros buscan una mezcla de descubrimiento y entretenimiento.
Igualmente, las viviendas turísticas ofrecen una ventaja al estar ubicadas cerca de zonas vibrantes y accesibles, lo que facilita el acceso a este tipo de experiencias. Además, al brindar estancias más largas y flexibles, permiten a los viajeros tomarse el tiempo necesario para disfrutar de las ciudades sin el apuro que muchas veces impone una habitación de hotel tradicional.
En este contexto, si la Ciudad de México no amplía su oferta de hospedaje flexible, será difícil absorber la demanda que generarán los próximos mega eventos como el Mundial de 2026. Las nuevas generaciones eligen su destino en función de la disponibilidad de viviendas turísticas, por lo que podrían optar por ciudades cercanas con una mayor oferta y desplazarse a la capital solo para el evento. Sin opciones complementarias, la capital corre el riesgo de perder a estos viajeros en favor de destinos nacionales o latinoamericanos como Buenos Aires, Medellín, Cartagena o São Paulo, que ya destacan por su diversidad de hospedaje.
La clave de las viviendas turísticas es su capacidad de adaptarse a distintos tipos de turistas y presupuestos. Permiten a los más jóvenes encontrar opciones accesibles, a las familias disfrutar de espacios amplios y bien equipados, y a los viajeros mayores hospedarse en entornos tranquilos con un trato personalizado. Además, fomentan un turismo más sostenible, al redistribuir los beneficios económicos en comunidades locales no tan tradicionales para el turismo.
Este modelo de alojamiento impulsa la diversidad y fortalece la economía de la Ciudad de México. Funciona como un espacio de conexión entre generaciones, culturas y experiencias que enriquece la identidad de la capital y fortalece su atractivo global. Por ello, es fundamental que tanto el sector hotelero como las autoridades comprendan que las viviendas turísticas no compiten con los hoteles, sino que los complementan al diversificar la oferta de hospedaje y responder a las nuevas dinámicas del turismo. Reconocer su papel en la oferta turística es clave para seguir construyendo un turismo inclusivo y sostenible, donde todas y todos los visitantes encuentren su lugar y vivan experiencias inolvidables.
Por Sean Cázares Ahearne, Director General de la Asociación Mexicana de Viviendas Turísticas
EEZ