El maíz es identidad y soberanía alimentaria en nuestro país, de ahí que la protección de sus 59 variedades es legítima y esencial, aunque esto se convierta en el centro de una disputa comercial y política con nuestro principal socio comercial.
El pasado seis de febrero, el gobierno de Estados Unidos celebró que México haya dejado sin efecto el decreto que restringía las importaciones de maíz transgénico, en acatamiento al fallo del panel de resolución de controversias del T-MEC en su contra.
Hay que recordar que el Panel determinó que México no podía restringir estas importaciones sin evidencia científica clara que justificará la prohibición; sin embargo, esto no será el fin de la discusión, dado que la presidenta Claudia Sheinbaum envío una reforma constitucional para prohibir la siembra de maíz genéticamente modificado a la Cámara de Diputados.
La intención del gobierno federal es garantizar que en México solo se cultive maíz nativo y libre de transgénicos, bajo el argumento de proteger la biodiversidad del maíz mexicano, evitar la contaminación genética de las variedades nativas y preservar la soberanía alimentaria del país.
La propuesta no está exenta de controversia, ya que, para algunos sectores, la reforma plantea riesgos económicos y comerciales que podrían afectar la relación con Estados Unidos, principal destino de las exportaciones agroalimentarias mexicanas.
El coordinador de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal, anunció la participación de expertos para “buscar el mayor consenso y ampliar el análisis sobre la iniciativa” de ahí que ayer en la Comisión de Puntos Constitucionales estuvieron el secretario de Agricultura, Julio Berdegué, y Rosaura Ruiz, secretaria de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación.
Por su parte, los productores nacionales están divididos: los pequeños productores y defensores del maíz criollo apoyan la prohibición de transgénicos; el sector agroindustrial advierte que la reforma podría limitar el acceso a nuevas tecnologías agrícolas y elevar los costos de producción y gran parte de los grupos ambientalistas, y académicos respaldan la postura de Sheinbaum, bajo el argumento de que el uso de maíz transgénico podría desplazar variedades nativas, con consecuencias irreversibles para la biodiversidad del país.
Las consecuencias se verán en el corto plazo, pues Estados Unidos podría considerar nuevas acciones legales o comerciales bajo el T-MEC o, incluso, endurecer la línea del presidente Donald Trump en cuanto a la imposición de aranceles.
De esta forma, el futuro del maíz en México se topa con otro frente, pues mientras se podrán preservar las variedades de maíz nativo, se reduciría el acceso a biotecnología. Una encrucijada que se transitará en el corto plazo y que tendrá un impacto directo en el futuro del sector agroalimentario nacional.
POR MARIANA OTERO BRIZ
@BRIZCOCHO
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