RUINAS DEL FUTURO

Lealtades y resistencias

Elogiar la mesura de Sheinbaum con tanta hipérbole es emplear el vicio para homenajear a la virtud

OPINIÓN

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Carlos Bravo Regidor / Ruinas del Futuro / Opinión El Heraldo de México
Carlos Bravo Regidor / Ruinas del Futuro / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

La semana pasada leí y escuché en la conversación pública distintas variaciones de un mismo argumento. Primero, que Claudia Sheinbaum logró un acuerdo “histórico” con Trump para desactivar la amenaza de los aranceles y su exitosa “gesta” suscitó un reconocimiento prácticamente unánime, tanto en México como en el extranjero, que la dotó de una “nueva estatura” global. Segundo, que lamentablemente otros liderazgos de su coalición no están a esa misma altura y parecen obstinados en “devaluarla”: impulsando iniciativas con las que ella no está de acuerdo, arropando con apoyo e incluso impunidad a sus impresentables, no dándose por enterados de sus señales, etcétera. Y tercero, que la presidenta cometió un error al opacar el lustre que le brindó la ocasión y, en lugar de mostrarse magnánima e institucional en el aniversario del 5 de febrero, decidió excluir al Poder Judicial de la ceremonia.

            Discrepo.

            Sheinbaum se anotó una victoria, no hay duda. Pero, como apuntaba la semana pasada (https://shorturl.at/1kmNS), esto apenas empieza, quedan muchos cabos sueltos y Trump es deliberadamente disruptivo e impredecible. Celebrar la mesura y “cabeza fría” de la presidenta con tanta hipérbole es, parafraseando a La Rochefoucauld, emplear el vicio para rendirle homenaje a la virtud.

La “altura” de los liderazgos de su coalición es la que siempre ha sido. Oportunistas, petulantes, mezquinos, con una mano la cubren de elogios y con la otra se dedican a ponerle obstáculos. Llamarse a sorpresa es no haber prestado atención o estar haciéndose el tonto. ¿Alguna vez se han comportado de otro modo con ella? Esta es la herencia del “cinturón de protección” que le heredó el primer piso, estos son los amarres que hizo su antecesor para planchar el proceso sucesorio, esto también representa la “continuidad” con la que se comprometió para ganar la presidencia. Y, bueno, pues en el río revuelto que crea Trump es ingenuo esperar que los pescadores profesionales del obradorismo no busquen sacar su ganancia.

Finalmente, Sheinbaum no desperdició una oportunidad para mostrarse como lo que no es, sino que la aprovechó para capitalizar en el ámbito doméstico lo que ganó en el exterior. Salvó cara afuera y, con ese capital político, escaló su apuesta adentro. Con Trump enfrente, recurre al nacionalismo para pedir unidad; frente a un poder de la Unión que no se le somete, lo excluye como si no fuera parte del propio orden constitucional que estaba conmemorando. No es un error, es una manera de hacer política que le permite equiparar la defensa de la nación mexicana contra sus adversarios extranjeros con la reafirmación de la mayoría obradorista por encima de sus contrapesos internos.

En su tablero, “unidad nacional” no significa poner a México por encima de las diferencias que separan a los mexicanos; significa consolidar las lealtades de los suyos y debilitar las resistencias de los demás. Aunque, por el momento, está teniendo más éxito en lo segundo que en lo primero.

POR CARLOS BRAVO REGIDOR

COLABORADOR

@CARLOSBRAVOREG

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