Con el lanzamiento de aplicaciones de Inteligencia Artificial (IA), especialmente ChatGPT, vivimos una vorágine por incluirla en todas las plataformas. Nadie quiere quedarse fuera. Google muestra en nuestras búsquedas, los “resultados obtenidos a través de IA”.
WhatsApp incluye un chat con “la IA de Meta”. En los bancos podemos pedir nuestros saldos a “sistemas de IA”, aerolíneas publicitan su uso para rastrear vuelos o equipaje y tiendas en línea promueven la “atención a clientes” con ella. Tal parece que la Inteligencia Artificial está en todas partes pero, ¿realmente lo está? El lavado de imagen aludiendo el uso de IA (AI washing) se está convirtiendo en una nueva manera de realizar publicidad engañosa. Así se ofrecen productos y servicios “potenciados con IA” que, aparentando originalidad, quizás sólo utilizan algún aspecto de automatización o, incluso, ninguno.
Es así que cepillos de dientes, aspiradoras, camas, espejos, tazas, relojes y un larguísimo etcétera, ahora son “inteligentes”. Sus comercializadores dicen que dichos objetos se ajustan automáticamente a nuestros hábitos, analizan nuestras necesidades e influirán en nuestra imagen, cuidado y organización. En pocas palabras, que mejorarán nuestra calidad de vida. Lo mismo sucede con prestadores de servicios que utilizan sistemas contables o de cobranza, ofrecen asesoría legal o cursos en línea, todos, con IA.
Dice el proverbio que “exagerar y mentir, por un mismo camino, suelen ir”. Hemos visto, en un corto plazo, varios escándalos: desde Amazon y su programa “Just Walk Out” pasando por las sentencias contra compañías de inversión como Delphia y Global Predictions. La tentación de alardear sobre el uso de la IA está latente. Incluso, consumidores y estudiosos han revelado prácticas como añadir sólo un chatbot a plataformas o decir que “impulsan sus procesos” sin una verdadera mejora. La pregunta es si podemos confiar tanto en la IA y si nos cuestionamos acerca de ese “valor” al recibir los productos “más recientes”.
El filósofo Henri Bergson señalaba que la “inteligencia es hacer artificiales los objetos, especialmente las herramientas para hacer herramientas”. Parece que algunos piensan así, que basta con etiquetar diciendo “creado por IA”. Alejados de la ética, y enfocados en asegurar las ventas, mencionan ambiguamente que se enfocan en “lenguaje profundo”, buscan “aprendizaje automático”, utilizan “redes neuronales”.
¿Nos cepillábamos mal los dientes? ¿Llegábamos tarde? ¿Se nos olvidaba tomar el café? Indudablemente, la IA será un parteaguas aún mayor del que ya ha sido. Sin embargo, debemos conocer qué es y en dónde o para qué debemos usarla ya que, de lo contrario, caeremos en distorsiones de precios y trivialización de innovaciones.
POR LAURA CORONADO CONTRERAS
ACADÉMICA DE LA UNIVERSIDAD ANÁHUAC MÉXICO
SÍGANLA EN: @SOYLAUCORONADO
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