Los hechos sucedieron así: Trump ordena que todo migrante deportado sea esposado, aunque no tengan antecedentes penales. Ante el trato indigno, el presidente colombiano Gustavo Petro reclama y prohíbe que aterricen los aviones militares gringos que trasladan a sus compatriotas expulsados. Entonces Trump anuncia aranceles de hasta el 50% a las exportaciones de Colombia, además de un visado todavía más imposible. Petro le responde con impuestos recíprocos y con una declaratoria de principios. Después de un intercambio de tarjetas y notas diplomáticas, Trump retira su amenaza arancelaria y acepta las condiciones de Petro: que el expatriado colombiano regrese en aviones comerciales y sin las esposas inmovilizándole las muñecas.
Sin embargo, para la noche del domingo 26 de enero, la totalidad de los grandes medios latinoamericanos se valen del relato de la Casa Blanca: Trump ha doblegado a Petro. Los días siguientes la conversación gira en torno al “miedo” de Petro y a que con Trump “no se juega”. El periodismo mexa de derecha, incluso el más progre, no sólo se suma a la descalificación del presidente de Colombia llamándolo “bravucón tóxico”, “jodón consuetudinario”, “pendenciero” o “balandrón”. También le agrega al conflicto el alburero verbo doblar y ensalza a Trump. El politólogo puertorriqueño Elvin Calcaño cree que esta posverdad se debe a cuatro factores: “a que los medios no informan”, más bien “crean marcos falsos de opinión”; a que hay una facilidad de sumisión en el conservadurismo latinoamericano frente a los gringos; a que “la derechización está construyendo sociedades de monstruos”, donde “la dignidad del otro es lo excepcional, pues lo normal es que se le aplaste”; y a que “las ultraderechas son duras con el débil, pero dóciles con el fuerte”.
Para el militante de izquierda en Latinoamérica lo que ha hecho Petro es ponerle un alto a los amagos de Trump, el primer presidente de Estados Unidos, por cierto, en ser declarado delincuente por su propio sistema judicial. Es un acto de dignidad que ha desnudado el deshumanizante y expansionista proyecto político de Trump y de sus frustrados amigos fascistas. Gracias a Petro, como escribió Laura Arroyo, periodista de Diario Red, hoy sabemos que, si alguien defiende al trumpismo, entonces defiende la inhumanidad y criminalización del migrante; y hoy sabemos, también que para detener el racismo y neofascismo, tan normalizado por el trumpismo, “hace falta una articulación soberana, demócrata y defensora de los derechos humanos” que organice a los pueblos latinoamericanos y que combata lo que Arroyo llama la “bestialización”.
Por eso era tan importante la reunión extraordinaria de la CELAC que había convocado Petro para este jueves 30 de enero en Honduras, pero que se canceló 48 horas antes “por la oposición sistemática de países miembros que han privilegiado otros principios e intereses diferentes a los de la unidad de la región latinoamericana y caribeña como comunidad”, dice el comunicado de la presidenta Xiomara Castro.
Ojalá que esa tibieza de algunos países socios, esa falta de integración, no sea la tumba de Latinoamérica. Esos progresismos sólo le despejan el camino al torpe Trump y les da el pretexto a los grandes medios latinoamericanos de reproducir el discurso proyanqui, con albur incluido.
POR ALEJANDRO ALMAZÁN
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