COLUMNA INVITADA

Pólvora en la frontera

El frenesí de Donald Trump ya se puede sentir en la frontera con México. Desde el jueves, tras la declaración de emergencia fronteriza, más de 1,500 militares del Comando Norte

OPINIÓN

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Carlos Matienzo / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México
Carlos Matienzo / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El frenesí de Donald Trump ya se puede sentir en la frontera con México. Desde el jueves, tras la declaración de emergencia fronteriza, más de 1,500 militares del Comando Norte, adicionales a los elementos de la Guardia Nacional, han sido enviados a Texas y California para apoyar en tareas de control migratorio y de seguridad en la región compartida con México.

Entre los nuevos elementos se encuentran 1,000 soldados del Ejército y 500 Marines. Hablamos de compañías de policía militar e ingenieros, pero también de destacamentos de combate. Y, según información de medios estadounidenses, se están preparando entre 5 mil y hasta 10 mil tropas de combate para completar el despliegue, incluidas aeronaves y drones, y vehículos armados Stryker que fueron usados en Iraq y Afganistán.

Las tareas que estas fuerzas pueden realizar en territorio estadounidense son limitadas. Solo pueden apoyar en logística, monitoreo y apoyo operativo a las autoridades fronterizas civiles. Sin embargo, Donald Trump ha dicho que evaluará por 90 días si decide invocar el Insurrection Act, una norma que habilitaría a fuerzas militares a llevar a cabo tareas del orden de forma directa.

Cualquier país que se tome mínimamente en serio su seguridad nacional debería preocuparse ante esta posibilidad y ante el alarde de fuerza militar en sus fronteras. En México, sin embargo, el gobierno parece pasmado. La presidenta Claudia Sheinbaum ha señalado que Estados Unidos puede hacer lo que quiera en su lado de la frontera.

Un escenario de invasión es lejano, aunque hoy existe la amenaza tangible de misiones encubierto o incluso del uso de drones estadounidenses en nuestro territorio. Pero más allá ello, la militarización de la frontera es un barril de pólvora en un momento tan delicado de la relación bilateral pues aumenta las probabilidades de un incidente indeseado.

¿Qué pasaría si el Ejército estadounidense abre fuego en contra de un grupo de migrantes mexicanos que entran ilegalmente a ese país? ¿Si por error ellos entran a nuestro territorio o intercambian fuego con fuerzas mexicanas? ¿Si un militar estadounidense es asesinado por un narcotraficante?

Estamos en esta delicada situación tras meses de pasividad del gobierno mexicano que no ha entendido la gravedad de las amenazas y que no pudo (o tal vez ni siquiera intentó) coordinar una respuesta conjunta a los problemas de seguridad y migración que compartimos. No hubo plan sobre la mesa y hoy solo nos queda ver desde la barrera.

Al menos aquí se debería pintar una línea roja. Enviar, cuando menos, una nota diplomática pidiendo explicaciones y llamando a la prudencia. Tener los ojos bien puestos en las capacidades que está desplegando Estados Unidos e incluso preparar medidas preventivas ante posibles incursiones no coordinadas. De ser necesario, incluso, enfriar la colaboración en otras áreas de seguridad e inteligencia.

Pero lo cierto es que México históricamente no está preparado para estos escenarios. Nuestra cultura estratégica es casi nula. Nuestras Fuerzas Armadas llevan décadas distraídas en tareas políticas y de seguridad pública, mientras la diplomacia se comporta más como una ONG que como un brazo político de un Estado con intereses.

La crisis nos toma mirándonos al ombligo. Con un gobierno particularmente extraviado. Sin orden interno ni fuerza para contener, ni capacidad diplomática para convencer. Solo con un llamado inocuo a la unidad nacional. Pura retórica vacía.

POR CARLOS MATIENZO
DIRECTOR DE DATAINT

@CMATIENZO

MAAZ