COLUMNA INVITADA

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca: El nuevo reacomodo de la política exterior estadounidense ha comenzado

La polarización en la que se encuentra la sociedad estadounidense es una clara demostración de que el proyecto de nación se encuentra seriamente amenazado

OPINIÓN

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Luis Miguel Martínez Anzures / Colaborador / Opinión El Heraldo de México
Luis Miguel Martínez Anzures / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

El miedo que despertó la victoria contundente de Donald Trump el pasado martes 5 de noviembre del año pasado, no alcanza a medir la dimensión del equilibrio sistémico de gobernantes de cuatro u ocho años que llegaron con la intención de cambiar el perfil de Estados Unidos y casi todos ellos, terminaron con relevos pendulares en el espectro ideológico. Lo anterior conviene que la mayor parte de la sociedad mundial lo entienda y en especial nuestro gobierno y las administraciones que vengan, porque dice mucho de lo que en realidad ha sido y será el proyecto estadounidense con relación a su política exterior y por supuesto, sus prioridades en virtud de sus objetivos de Seguridad Nacional.

Lo que ha sucedido alrededor de la sucesión presidencial en Estados Unidos, es una muestra evidente del debilitamiento y el desgaste del movimiento oscilatorio del sistema partidista en aquella nación. Lo que en otras palabras puede ejemplificarse, desde el descredito o la pérdida de aceptación popular en muchos nichos de la población de aquel país, hacia los demócratas y el fortalecimiento de la propuesta nacionalista reactiva que encabeza el virtual presidente electo Donald Trump.

La profunda polarización en la que se encuentra la sociedad estadounidense es una clara demostración de que el proyecto de nación o el famoso american life proyect, se encuentra seriamente  amenazado debido al descrédito de su sistema de competencia por el poder político y a los pobres resultados en materia económica que han tenido diferentes administraciones lideradas por demócratas o republicanos.

Los medios de comunicación activistas contra Trump están hablando en sus espacios informativos de que comienza una nueva era en Estados Unidos. Nada más equivocado. Las etapas históricas tienen referentes civilizatorios, mientras que los políticos, se mueven al interior de equilibrios institucionales en los cuales tienen, mal que bien, una participación de contención de la oposición, inclusive a pesar de las mayorías legislativas.

A pesar de esto, es importante recalcar que la llegada de Trump al Capitolio denota el agotamiento de un régimen bipartidista, cuyos resultados, no solamente empiezan a verse seriamente comprometidos sino, en suma, cuestionados profundamente y desacreditados por la sociedad estadounidense después de ver que, su calidad de vida se ha encarecido profundamente a consecuencia de serios problemas coyunturales y estructurales del propio estilo de vida en su país. No es un secreto que, el costo de mantener el estilo de vida en Estados Unidos, cada vez más, alcanza niveles estratosféricos y fuera del alcance de sus mayorías poblacionales, una muestra de ello, son el coste de las rentas o la adquisición de bienes inmuebles en esa nación.

Otros aspecto que vale la pena destacar, es que a diferencia de los presidentes de la nación de las barras y la estrellas desde Ronald Reagan, Donald Trump tiene un proyecto cuando menos definido y perfilado, aunque sin una correlación dominante en las élites; es decir, considera que Estados Unidos perdió la grandeza originaria del Destino Manifiesto que le dio justificación religiosa a su dominio planetario por medio de la globalización, pero tiene muy claro, hasta ahora, la imposibilidad de una virtual salida del Tratado con México y Canadá, ya que las condiciones económicas a nivel regional y geopolítico no son favorecedoras para su país, en aras de buscar una autosuficiencia inmediata en varios sectores importantes de su mercado interno.

Trump sabe perfectamente que el sector empresarial estadounidense perdió también su potencialidad política, dejó de configurar representantes populares que abanderarán el proyecto de regreso al capitalismo tradicional y, en ese inter, nuevas formas productivas modificaron la conceptualización de alcances de la burguesía que se ha definido en función de la lucha de clases históricamente durante la historia del desarrollo de las naciones, en especial la suya.

Lo que existe ahora es una plutocracia que gobierna a esa nación, en donde desde los intereses de un grupo muy selecto de empresarios tecnológicos, ha tomado por asalto la política interna y externa de ese país y comienza a definir la agenda política y exterior de los estadounidenses.     

Pese a ello, parece que existen señales de que los contrapesos en el sistema económico vendrán por medio del poder político. Me explico. En las audiencias de los funcionarios propuestos para cargos ministeriales, se ha podido observar al poder político e institucional de la oposición demócrata y, a los próximos operadores de la Casa Blanca, los cuales han comenzado a dejar en claro que, una cosa fue el discurso radical de campaña y de elecciones, y otra cosa serán las tareas que les corresponderán, ya no en función del discurso de Trump, sino en relación con la participación estadounidense de áreas mundiales donde la globalización económica, debilitó la hegemonía de la Casa Blanca y por supuesto las relaciones diplomáticas no  se encuentran en su mejor momento.

En todo caso, la parte fundamental del proyecto de Donald Trump se localiza en su prioridad de seguridad nacional: el regreso al control geopolítico de sus dos fronteras terrestres, la de México que se ha perdido por el descuido del Tratado comercial y la de Canadá que aflojó su contraparte con el paso del tiempo y la relajación de sus protocolos de monitorización de posibles riesgos y amenazas. Otra de sus prioridades estará en la supremacía del continente y la presencia de China en varias demarcaciones de la zona.

En este sentido, se percibe que la prioridad de Trump debe ser la recuperación del dominio geopolítico y de seguridad nacional de sus dos fronteras para crear espacios acolchonados en México y Canadá, al tiempo que defina nuevas líneas rojas simbólicas en la frontera norte de Canadá y en el Suchiate de México. Ahí se ubica el punto central de la crisis de seguridad nacional del imperio que todavía sigue dominando –por el dólar, el despliegue de tropas y el poder nuclear– al planeta y que Estados Unidos no podrá enfrentar al nuevo bloque de Rusia-China-India-Corea del Sur, si sus fronteras territoriales permiten facilitar la invasión migratoria ilegal, lo que disminuiría su poder de reacción ante cualquier eventualidad futura.

No es conveniente escuchar el canto de las sirenas, el discurso antiinmigrante de campaña le alcanzó para ganar las elecciones y poner centralidad de inmediato a la recuperación de la seguridad interna a través de la creación mediática de un enemigo público (los indocumentados), pero sería conveniente tener siempre presente que, en realidad sus miedos más profundos se ven reflejados en la pérdida de su capacidad para ser el país hegemónico en el nuevo orden mundial, el cual refleja con mayor fuerza, la multipolaridad y la preminencia de nuevos competidores en el escenario internacional.  

POR LUIS MIGUEL MARTÍNEZ

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