MALOS MODOS

El populismo me llevó a beber

¿No han notado un incremento en el consumo de alcohol desde que llegó la izquierda en aquel 2018?

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de México
Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Me encontré con una nota que tal vez, y desde luego sin pretenderlo, arroje luz sobre nuestra relación con las sustancias psicoactivas y las adicciones. La nota recuerda un testimonio que dio hace unos años Woody Harrelson, actor digno de todas las simpatías del mundo. Cuenta Harrelson que, por ahí de 2002, algún político lo invitó a una cena con Donald Trump, muy lejos todavía de lanzarse a la política, pero ya entonces un hombre muy famoso.

En la cena, servida en la Torre Trump, estaban el anfitrión, el político que hizo la invitación, Harrelson y Melania. Dice en esa entrevista don Woody que, en una cena de cuatro, a cada comensal le toca 25 por ciento de la plática. Me parece demasiado optimista en términos de la democracia del rollo, pero en lo que me quiero detener es en lo que dice a continuación: que Melania abarcó el 0.1 por ciento de la charla, y él, más o menos, 1 por ciento.

El resto fue un monólogo del futuro presidente. Es lo que pasa, asegura, cuando cenas con narcisistas, y lo dice alguien acostumbrado a tratar con estrellas de Hollywood, es decir, alguien que sabe de lo que habla. Enseguida, remata con una confesión, que es la que me llevó a la hipótesis que expongo enseguida: tuvo que salirse a fumar mota para aguantar la monserga, en un tiempo, cabe recordar, en que la mota era ilegal en aquel país.

Voy con la hipótesis. ¿No han notado un incremento en su consumo de alcohol desde 2018? Antes de la llegada de la izquierda al poder, uno era un alcohólico de más o menos baja intensidad. Digamos, dos copas de vino antes de dormir, de lunes a jueves; comida con trago fuerte el viernes; borrachera el sábado, y algo para la cruda el domingo.

Entonces nos tocó una especie de comida diaria con Trump, pero a escala nacional y con un Trump mexicano. Las mañaneras, que les llamaban. Resultado: el vino se convirtió en whisky. ¿Grave? Sí. Pero faltaba lo peor: el confinamiento, con la monserga añadida del inmamable Gatell en conferencia diaria, rasurando números, inventando luces de semáforo y mansplaineando a las reporteras que lo cuestionaban.

El whisky se duplicó, se le sumaron los tequilas de antes de comer día sí y día también, se entiende que comer con vino, y la costumbre se quedó. “¿Y el Segundo Piso?”, preguntarán. Si ya no hay mañanera con el Trump mexica, ¿no habría que cortar con el alcohol, o al menos bajarle? Miren, no. Ahora los que hablan diariamente son Monreal y Adán Augusto, con lo que no hay forma de hacer un ramadán. De hecho, es un milagro que no estemos desayunando con vodka. 

Así que probablemente puedas verte al espejo y decir legítimamente: “El populismo me llevó a beber”. Para nada es queja. Sentencia en algún lugar el gran comediante WC Fields: “Una mujer me empujó al alcohol, y no he tenido la delicadeza de agradecérselo”. Pues eso.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

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