En el segundo día de su segunda administración como presidente de los Estados Unidos, Donald Trump firmó poco más de cuatro decenas de “Decretos” u órdenes ejecutivas. En mi opinión -como profesional del derecho, como activista político y como cristiano-, un decreto firmado tiene efectos jurídicos, materiales y espirituales. Me explico. Tiene efectos jurídicos porque un decreto presidencial obliga a los funcionarios públicos de su administración a cumplirlo, aquí tanto la acción como la omisión tiene responsabilidad legal para los encargados de llevarlos a cabo. Tiene efectos materiales porque el cumplimiento o no, de dichos decretos, cambiará el estado en el que se encuentran las cosas objetivamente. En este sentido, los decretos son disposiciones jurídico-administrativas que tienen por objeto hacer cambios a la realidad legal y política existente. Y, finalmente, espirituales porque el decretar tiene efectos en la vida de las personas en lo particular y en lo social, generando bendición o maldición, según sea el decreto.
De ahí, que quien no toma en serio los decretos -que cambian la vida de las personas en lo individual y de las naciones en lo colectivo-, generalmente tiende a fracasar, a debilitarse o a perder victorias conquistadas con anterioridad. Si un decreto no se cumple, el estado de derecho se debilita y la ciudadanía se acostumbra a que, si sus gobernantes no cumplen con las disposiciones legales, ellos tampoco tienen la obligación de hacerlo. Cuando un decreto no se cumple materialmente, la situación que intentaba cambiar, continuará. Aquí las sociedades se hacen inmutables, el status quo prevalece y la posibilidad de un cambio, de una transformación, o nunca sucede, o se posterga para otros tiempos. Cuando un decreto se hace en el mundo espiritual, nuestra declaración tiene poder. Este poder surgido de nuestra boca, de nuestra firma, tiene el poder de cambiar tu vida, la de tu familia y la de tu nación. Un decreto afecta el mundo espiritual y puede traer luz o tinieblas a una sociedad durante ese momento histórico.
Trump en su mensaje inaugural como presidente número 47 de los Estados Unidos, hizo varias declaraciones discursivas, muchas de ellas se convirtieron en decretos legales un día después. Aquí describo algunos que, creo, afectan directamente o indirectamente a nuestro país.
1. Declaración de Emergencia Nacional en la Frontera Sur. Despliegue de las fuerzas armadas y terminar la construcción del muro fronterizo que divide a México de los Estados Unidos.
2. Declaración a los cárteles del narcotráfico como organizaciones terroristas. Lo que permitirá la intervención de cuentas bancarias y la posibilidad de una intervención militar en territorio mexicano por fuerzas especiales de los Estados Unidos.
3. Eliminación de la Ciudadanía por Derecho de Nacimiento. Hijos de inmigrantes ilegales no recibirán automáticamente la ciudadanía por nacer en territorio de Estados Unidos, derecho constitucional e internacionalmente establecido.
4. Deportaciones, fin de las políticas de asilo, expulsión masiva. Arranque de redadas en ciudades santuario, escuelas, hospitales y templos.
5. Derogación del nombre de Golfo de México, rebautizándolo como Golfo de América. Violando desde luego disposiciones legales internacionales.
6. Eliminación de la Aplicación CBP-One para detener la entrada de migrantes y frustrar el proceso migratorio de miles de personas
7. Política de “Quédate en Mexico” (Remain in Mexico) reinstaurando la política para que los diferentes solicitantes de asilo esperen en territorio mexicano.
8. Fin a la política migratoria de “catch and release” (detener y liberar). Toda persona que ingrese a territorio estadounidense será detenida y deportada de inmediato.
9. Adelantar la revisión del T-MEC, con la amenaza de restringir el comercio y aplicar a México y Canadá aranceles de manera inmediata.
Además, promulgó otros decretos con efectos domésticos para Estados Unidos y para organizaciones multilaterales internacionales. Domésticamente destacan: indultos para los sentenciados por el “Asalto al Capitolio”; reversión de órdenes ejecutivas de Biden; acabar con los beneficios sociales por políticas de género; congelamiento de contrataciones federales; creación del Departamento de Eficiencia Gubernamental, que dirigirá Elon Musk, buscando recortar el gasto público; fin a los subsidios gubernamentales para impulsar la utilización de vehículos eléctricos; retorno obligatorio al trabajo presencial de los empleados federales; y desclasificar documentos de los asesinatos de John y Robert Kennedy.
De los internacionales destacan por el impacto que tendrán: el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París, es decir, de la COP, la organización mundial que combate el cambio climático, el calentamiento global y los compromisos de los países para reducir los gases de efecto invernadero; la salida de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la institución que marca las políticas públicas en materia de salud de la ONU; el congelamiento temporal a la prohibición de Tik-tok en EUA hasta que se realicen las medidas para proteger la seguridad nacional; y la expansión y legalización del uso del Bitcoin, lanzando incluso su propia moneda “memecoins”.
No tengo duda que todos estos decretos tendrán un efecto en la vida de millones de personas, tanto habitantes de los Estados Unidos como de México y del mundo. Es claro que tendrán efectos negativos o positivos, según sea el caso, pero todavía es más claro que, al estilo Trump, habrá ganadores y perdedores. Lo cierto es que no podemos hoy ingenuamente pensar que no habrá impacto, que no tendremos que adecuarnos y tomar decisiones en torno a los multicitados decretos. Ya sucedieron, ya son legales, ya generaron responsabilidades sobre funcionarios y ya empezaron una revolución en el mundo espiritual, para bien o para mal.
¿“Make America Great Again” a costa de millones de nosotros o para beneficio de nosotros? Esa es la pregunta. ¿Serán de bendición o de maldición? ¿Ayudarán a construir un nuevo orden mundial o es una nueva etapa del soñado imperialismo yankee? No hay respuestas, pero las tendremos muy pronto porque el futuro, con la llegada de Trump, parece haberse convertido en inmediato. ¿“Make America Great Again”? Sí, la respuesta es sí. México y toda Latinoamérica también somos América.
Mientras tanto Yo decreto: “prosperidad compartida; leyes justas y humanas; tecnología al servicio de los seres humanos; liderazgo político al servicio de la gente; mucha, mucha sabiduría y paciencia para nuestra Presidenta y los funcionarios de su gobierno; y una gran bendición para todo el territorio de México y para todas y todos los mexicanos”. Se tenía que decir, se dijo, y se decretó.
POR HUGO ERIC FLORES
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