Las recientes declaraciones de Donald Trump en las que señala que impondrá aranceles a las exportaciones mexicanas han reabierto un debate crucial sobre el futuro de la integración económica de América del Norte. Estas medidas no solo contravendrían los compromisos establecidos en el T-MEC, sino que también representarían un desafío directo a la competitividad de nuestras economías. Como región, enfrentamos un momento crítico que demanda decisiones firmes y una visión compartida para preservar los logros alcanzados a través de décadas de cooperación.
Cualquier medida arancelaria estadounidense tendría impactos en ambos lados de la frontera. Con un comercio total de casi $900,000 millones de dólares entre México y Estados Unidos, las exportaciones mexicanas hacia este país, que representan más del 80% de nuestro comercio exterior, sufrirían un duro golpe. Sectores clave como el automotriz dependen de cadenas de suministro profundamente integradas, donde las autopartes cruzan la frontera entre ocho y nueve veces antes de convertirse en un vehículo terminado. La imposición de aranceles a las exportaciones del sector automotriz elevaría los costos de producción de manera exponencial, impactando tanto a fabricantes mexicanos como a las plantas estadounidenses.
Estados Unidos también enfrentaría costos enormes para sus principales exportaciones si México respondiera con medidas recíprocas. La región del Cinturón del Maíz, que exporta casi 20 millones de toneladas de maíz amarillo anualmente a México, por un valor superior a los $6,000 millones de dólares, sería una de las más afectadas si México opta por represalias comerciales. Además, los consumidores estadounidenses verían incrementos en el precio de productos esenciales, como aguacates y jitomates, de los cuales nueve de cada diez provienen de México.
Además del impacto directo en el bolsillo de los consumidores, se le haría un daño severo a las cadenas de suministro entre México, Estados Unidos y Canadá, las cuales hoy en día están sumamente integradas y le otorgan una ventaja competitiva clave a América del Norte. El Consejo Empresarial Mexicano de Comercio Exterior, Inversión y Tecnología (COMCE) ha desempeñado un papel fundamental en la promoción de estas cadenas, facilitando el diálogo entre empresas y gobiernos para garantizar su eficiencia y competitividad. Cualquier disrupción en estas cadenas, como las que generarían la imposición de los aranceles, podría debilitar nuestra posición global y abrir espacio para que otros competidores, como China, consoliden su influencia en mercados clave.
Es importante señalar que el T-MEC no es solo un acuerdo comercial, sino también un motor de desarrollo social. Los empleos generados por el sector exportador mexicano ofrecen salarios 40% superiores al promedio de la economía. Estos ingresos no solo benefician a las familias, sino que también impulsan la creación de comunidades más prósperas y resilientes. Cualquier acción que debilite el T-MEC pondría en riesgo este progreso.
Las medidas arancelarias están profundamente enraizadas en una visión errónea sobre el déficit comercial. Como expresé durante las negociaciones del T-MEC, el éxito de una relación comercial no puede medirse por su balanza comercial. El déficit de Estados Unidos con México se explica en gran parte por el enorme crecimiento en la demanda de productos mexicanos de alta calidad que compra nuestro vecino del norte y lo que nos distingue de otras economías, como la de China, es que cuando México exporta al mundo, más del 30% de esas exportaciones es valor agregado estadounidense. Por lo tanto, cuando México exporta, la planta manufacturera de Estados Unidos se beneficia y se fortalece. Sin duda, el enfocarse en el déficit limita la comprensión del valor total de la relación comercial entre Estados Unidos y México.
De cara a la revisión del T-MEC en 2026, México, Estados Unidos y Canadá tienen la oportunidad de fortalecer su colaboración y enfrentar juntos los desafíos globales. En este proceso, la labor del COMCE es clave para promover una agenda integral que considere las prioridades del sector empresarial y asegure la implementación de propuestas viables y consensuadas. Esto implica no solo mantener el libre comercio, sino también trabajar en una agenda común que priorice la sostenibilidad, la innovación y la inclusión social. Una revisión exitosa del tratado puede consolidar a nuestra región como un líder global en competitividad y desarrollo.
En este esfuerzo por fortalecer la integración económica, el liderazgo de Sergio E. Contreras Pérez, Presidente Ejecutivo del COMCE, ha sido fundamental para promover un acercamiento efectivo entre los sectores público y privado de México, Estados Unidos y Canadá. Su compromiso con el diálogo y la cooperación trilateral ha contribuido a consolidar una visión estratégica compartida que refuerza la competitividad de la región y fomenta soluciones conjuntas ante los desafíos globales.
Como parte de este mismo compromiso, México debe adoptar una estrategia doble. Por un lado, estar preparado para defender el tratado mediante los mecanismos de solución de controversias en caso de que se violen sus principios. Por otro, enfocarse en convencer a sus socios de que una región integrada es la mejor respuesta para competir con éxito ante China y otras economías emergentes. La clave está en fortalecer nuestras cadenas de suministro, invertir en infraestructura y promover una mayor colaboración en sectores estratégicos como la tecnología y la energía.
La integración de América del Norte también debe ser un ejemplo de cómo las alianzas pueden trascender las diferencias políticas y económicas. La unión hace la fuerza y solo a través de la cooperación podemos enfrentar los retos de un mundo en constante cambio. En lugar de buscar dividirnos, como sugieren algunos discursos políticos, debemos enfocarnos en construir puentes que fortalezcan nuestra región.
El camino hacia una América del Norte más fuerte está lleno de retos, pero también de oportunidades. Como región, tenemos la capacidad de liderar en competitividad, sostenibilidad y desarrollo humano. Sin embargo, esto solo será posible si trabajamos juntos para convertir las amenazas en catalizadores de cambio positivo.
Es momento de reafirmar nuestro compromiso con el T-MEC y con los principios que han guiado nuestra integración. Frente a las presiones arancelarias, la respuesta debe ser clara y contundente: América del Norte no solo es una región comercial, es un proyecto compartido que ha demostrado ser una fuente de prosperidad para millones de personas. Protegerlo es proteger nuestro futuro.
POR KENNETH SMITH RAMOS,
PRESIDENTE DEL COMITÉ BILATERAL MÉXICO-ESTADOS UNIDOS DE COMCE
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