El 30 de abril de 1789 comenzó el gobierno de George Washington, primer presidente de Estados Unidos de América. Naturalmente, en su discurso inaugural subrayó conceptos fundacionales y destacó la importancia de “preservar el fuego sagrado de la libertad y el destino del modelo republicano de gobierno”.
Más de medio siglo después, el 4 de marzo de 1845, en su discurso de apertura, James Polk anunciaba “el deseo de Texas de ingresar a nuestra Confederación”, y agregó: “El mundo no tiene nada que temer de la ambición militar de nuestro gobierno… Las potencias extranjeras deberían considerar la anexión de Texas a los Estados Unidos, no como la conquista de una nación que trata de extender sus dominios por medio de las armas y de la violencia, sino como una adquisición pacífica de un territorio…”
Un año después, el pacifista Polk le declaró la guerra a México, una contienda que terminó en 1848 con la firma del llamado Tratado de Guadalupe Hidalgo, por el que nuestro país perdió la mitad de su territorio.
En 1861, Abraham Lincoln comenzó su presidencia queriendo evitar la separación de siete estados esclavistas que querían constituir los Estados Confederados de América, lo que sucedía apenas 72 años después del nacimiento de la Unión.
Dijo Lincoln: “En vuestras manos, mis compatriotas insatisfechos, no en las mías, está la cuestión trascendental de la guerra civil. El gobierno no os asaltará. No podéis tener ningún conflicto sin ser ustedes mismos los agresores… Soy reacio a terminar. No somos enemigos, somos amigos. Aunque la pasión los haya llevado al límite, no debe romper nuestros lazos de afecto.”
La guerra estalló 12 días después, y terminó, luego de cuatro años, con el triunfo de la Unión, la abolición de la esclavitud, la liberación de cuatro millones de esclavos y la pérdida de entre 600 y 700 mil vidas. En la guerra contra México, solo como referencia, murieron poco más de 13 mil estadounidenses.
El 1933, el presidente Franklin D. Roosevelt se refirió, en su discurso inaugural, especialmente a las secuelas de la Gran Depresión. No había duda de que ese era el gran desafío. Roosevelt no imaginaba que ganaría tres reelecciones, que en su segundo y tercer periodo estaría participando en la más cruenta de las guerras, y que al comenzar el cuarto estaría cerca de la victoria y más cerca aun de su propio fallecimiento. Nadie está obligado a ser adivino, desde luego, pero el pasado nos ayuda a ver qué tan certeros son nuestros cálculos y qué tan determinantes son los discursos de comienzo de gobierno respecto de lo que finalmente sucede, discursos a los que, en su momento, solemos dar la mayor y casi mística importancia.
A propósito del discurso de apertura del gobierno de Donald Trump de hoy, este breve e intermitente repaso de discursos inaugurales de gobiernos en EU no pretende hacer predicciones sino mostrar cómo a veces se dice lo que no se hará y en otras se hace lo que no se dijo, y que en ocasiones no es que el presidente en turno quiera mentir sino que él mismo no sabe lo que hará ni qué circunstancias imprevistas enfrentará.
Todos somos México.
POR MAURICIO FARAH
ESPECIALISTA EN DERECHOS HUMANOS
@MFARAHG
EEZ