El 2024 será recordado como un año que marcó un antes y un después en la historia política de México. Durante esos meses, el gobierno y su partido, Morena, avanzaron en un plan claro: acumular más poder, sin importar las consecuencias para nuestra democracia.
Uno de los golpes más duros fue la Reforma Judicial, que ahora permitirá que los jueces sean elegidos por voto popular. Esto, que podría sonar democrático, en realidad pone en peligro la independencia de quienes deberían hacer valer la justicia. Con esta reforma, los jueces podrían responder más a intereses políticos o de los partidos que a la ley.
Otro retroceso fue la desaparición de los órganos autónomos, como el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales (INAI) y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). Estas instituciones, que vigilaban la transparencia y la eficacia de las políticas públicas, fueron eliminadas con la excusa de ahorrar dinero. Lo que en realidad ocurrió fue que se debilitó nuestra capacidad de exigir cuentas al gobierno y se centralizó aún más el poder en manos del Ejecutivo.
Por otra parte, el proceso electoral de 2024 estuvo manchado desde el principio. Hubo un uso descarado de los programas sociales para influir en el voto, además de que el Instituto Nacional Electoral (INE), que antes era un orgullo de nuestra democracia, fue prácticamente capturado por el gobierno. Las elecciones fueron todo menos limpias y equitativas.
En el Congreso de la Unión, Morena y sus aliados usaron su mayoría artificial para aprobar reformas sin escuchar a nadie. No hubo debate, ni diálogo, ni mucho menos consensos. Los cambios que hicieron a las leyes y la Constitución nos empujaron hacia un modelo de gobierno cada vez más centralizado y autoritario.
Este año que terminó no sólo vimos cómo desmantelaban nuestras instituciones, también quedó claro que el oficialismo no tiene intención de respetar los principios democráticos. Todo está diseñado para concentrar más poder, ignorar a la ciudadanía y callar las voces disidentes.
Sin embargo, no todo está perdido. Lo que vivimos en 2024 es una llamada de atención para no rendirnos ni bajar la guardia. Si algo nos ha enseñado nuestra historia, es que los mexicanos sabemos defender lo que nos pertenece. La democracia no se construyó de la noche a la mañana, y no vamos a dejar que nos la quiten tan fácil.
2024 nos dejó claro lo que está en juego. Es momento de levantar la voz y de exigir un país donde las leyes se respeten, las instituciones funcionen y los derechos de todas y todos estén protegidos.
La democracia no se regala, se defiende. Y aunque 2024 nos dejó heridas, también nos dio la fuerza para luchar por el México que merecemos.
POR ITZEL ARELLANO CRUCES
TESORERA NACIONAL DEL PAN
@ITZELARELLANOC
MAAZ