En una reciente audiencia frente al Congreso de Estados Unidos, el Secretario de Estado, Marco Rubio, dijo que él estaba de acuerdo en nominar como grupos terroristas a varios cárteles del narcotráfico en México. Esto, agregó, tiene diversas consecuencias en términos del ataque que se puede realizar contra sus movimientos financieros y de la atención que demandará de los servicios de inteligencia, las agencias policiacas e incluso de las fuerzas militares estadounidenses.
Al ser preguntado cuál sería su opinión sobre una posible incursión, manu militari, en territorio mexicano, el Secretario de Estado contestó que todas las opciones estaban abiertas pero que su preferencia era trabajar en colaboración con las autoridades mexicanas para que, juntos, se pueda instrumentar una estrategia efectiva contra estas bandas criminales.
Tiene razón Rubio. La acción de los narcotraficantes constituye una afrenta contra ambas naciones por lo que la solución debe ser binacional.
El arribo de Trump al poder quizás tenga como consecuencia terminar con la política de seguridad que el anterior Presidente denominó "abrazos no balazos". En este sentido, sí se podría hablar de un antes y un después de la llegada de Sheinbaum al poder.
Hay que decir que este cambio de 360 grados no llega por decisión del gobierno mexicano, a quien le gustaría mantener el status quo. Se trata, más bien, de una transformación que le será impuesta desde afuera.
Sheinbaum y su grupo deberían ver esto como una oportunidad para cambiar su estrategia fallida. Si bien es cierto que López Obrador pudo aprovechar su acuerdo implícito con las bandas de narcotráfico para mantener su gobierno tranquilo, esta pax narca no ocurrió respecto a la seguridad de los mexicanos. Todos sabemos que las cifras de inseguridad durante el sexenio pasado nos mostraron un incremento de la violencia en el país. La fórmula "gobierno seguro, sociedad insegura" no podrá extenderse mucho tiempo en el futuro.
Habría entonces que aprovechar la mano extendida que nos está ofreciendo Marco Rubio para comenzar, de inmediato, conversaciones con las autoridades estadounidenses con el fin de concebir e instrumentar un plan de carácter binacional para lidiar con los cárteles de la droga y sus grupos anexos.
Para que esto sea más eficaz se necesitará que la concepción del plan incluya también a los poderes legislativos de ambos países. Parece un buen momento, entonces, para retomar las reuniones interparlamentarias entre México y Estados Unidos que dejaron de celebrarse hace varios años. La situación nos parece obligar a iniciar una diplomacia parlamentaria que permita que los dos congresos mantengan una relación más estrecha. Esto permitirá evitar los malentendidos y promover una mejor cooperación.
San Lázaro deberá estar más cerca de Capitol Hill.
POR GUSTAVO DE HOYOS WALTHER
Abogado, activista y legislador en la Cámara de Diputados
@GDEHOYOSWALTHER
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