El pasado martes 02 de septiembre, Luis Suárez anunció su retiro de la selección nacional de Uruguay. Reconocido por ser el único jugador capaz de ganar una Bota de Oro en la era dominada por Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, Suárez deja su huella en los libros de historia tras convertirse en el máximo goleador de la selección uruguaya con 69 tantos en 69 partidos. Lamentablemente, sus famosas mordidas a rivales, su intensidad en los enfrentamientos y su tendencia a simular faltas dentro del área lo han convertido en una figura controversial dentro del deporte más famoso del mundo, provocando tanto el odio como la admiración de múltiples aficionados.
Más allá de la controversia que genera, Luis Suárez es, quizá, el futbolista que mejor ha comprendido el arte del sacrificio. En uno de los momentos futbolísticos más memorables en la historia del deporte, El Pistolero se ganó el repudio de todo Ghana tras impedir el gol que hubiera metido a la selección africana a semifinales del Mundial de Sudáfrica 2010. Corría el minuto 90 y el marcador mostraba un empate a uno, forzando la prórroga del encuentro. Los ghaneses presionaban el área uruguaya y, durante un centro de tiro libre tropezado, Adiyiah cabecea a gol, tras ver al portero uruguayo mal colocado. El disparo hubiera significado la eliminación de Uruguay del mundial de Sudáfrica de no haber sido por Luis Suárez, quién decide sacrificarse por su equipo deteniendo el gol de Ghana con la mano. El precio a pagar: dejar a su país con un hombre menos y perderse el próximo partido.
En ese simple acto sacrificial, Suárez tomó el destino en sus propias manos sólo para acomodarlo en el punto penal a merced del tirador. El sacrificio de Suárez bien pudo haber sido inútil: Ghana pudo haber anotado el penal en el último minuto y asegurar su pase a la semifinal. No obstante, los dados del destino giraron en favor del uruguayo. Al final, el encuentro entre ambas selecciones se definió en la tanda de penales, donde el “Loco” Abreu aseguró la sobrevivencia de Uruguay tras anotar de panenka desde los once metros.
En un deporte donde el ego de los participantes suele predominar por encima del escudo y la camiseta, figuras dispuestas al auto sacrificio son cada vez más difíciles de encontrar. Sin embargo, a diferencia de incontables futbolistas regidos por el método, el impulso sacrificial demostrado por Luis Suárez durante su carrera resultó ser innato en él. En aquel partido contra
Ghana, por ejemplo, la inmediatez de la jugada hubiera impedido a cualquier otro jugador reaccionar de manera tan natural. En cambio, meter la mano en la línea de gol no fue una decisión consciente para Suárez, sino un instinto, un impulso, un reflejo corporal motivado por un amor incondicional hacia Uruguay.
Por ello, más allá de los mordiscos y las controversias con las que nos deja el uruguayo, el legado que deja Suárez quedará marcado por su talento goleador, su espíritu competitivo y, sobre todo, por su disposición sacrificial. Para él, que fue asistidor, goleador y piruetista especializado en chilenas, colgar la camiseta de Uruguay implica el último sacrificio: reconocer que tanto su edad como su condición física ya no le permitirán dejarlo todo por su país con el nivel de intensidad que su pasión requiere.
POR TOMÁS LUJAMBIO
PAL