En medio de la revolución digital que vivimos, se siente una vertiginosa caída de montaña rusa en el manejo de la información. Las redes sociales han pasado de ser herramientas de conexión a convertirse en amplificadores de nuestras tragedias, deseos y banalidades, mientras son testigos y promotores de nuestro despertar a la empatía hacia los animales y la naturaleza o a la defensa de los derechos de los niños.
En este contexto, la comunicación y sus formas juegan un papel fundamental. Ya no se trata solo de los mensajes y plataformas, sino de cómo lo decimos y hacemos.
Marshall McLuhan predijo el auge de un "gran hermano”, pero tal vez no imaginó el efecto reverberante de su visión en fenómenos televisivos como los reality shows donde, por morbo, las personas observan si una "famosa" lava o no su ropa interior en la regadera. Una superficialidad que ha llevado a marcas a medir su inversión publicitaria en función del escándalo y el rating, basadas en conversaciones que poco aportan; discursos tóxicos como el machismo y el patriarcado son estimulados en estos espacios, donde patrocinadores ven comprometida su imagen dejando expuesta la poca sustancia detrás de sus estrategias efímeras.
En mi columna anterior, discutí sobre la codicia y sus efectos en la polarización. En ésta, quiero resaltar la urgencia de la humanización, a medida que la tecnología avanza y la automatización se vuelve omnipresente acompañada de la inmediatez, hay un reto crucial: no perder nuestra humanidad; no solo tratar a los demás con amor y respeto, sino también regresar a las conversaciones en persona y a las interacciones que nos definen como seres humanos.
En los sistemas de salud, humanizar los procesos es vital, pues cada paciente es un ser humano, no un número o un padecimiento que se traduce en data para un modelo predictivo de atención. En servicio al cliente, detrás de cada consulta hay una persona que merece compasión y respeto, antes que un consumidor.
En las empresas, la capacidad de empatizar y resolver problemas es lo que nos colocará un paso adelante; habilidades blandas y la empatía son la brújula que guiará a los líderes del futuro, mientras navegamos en este paisaje digital.
Comprometernos a ser más y producir menos, estar más y hacer menos, mientras reflexionamos sobre cómo contribuir a la humanización de nuestras interacciones, en un esfuerzo consciente por mantener vivo el valor de la conexión humana es urgente, en medio de la transformación digital. La verdadera transformación se logrará sólo entendiendo que al final, somos seres humanos y que nuestra capacidad de conectar y cuidarnos, es y seguirá siendo nuestro mayor regalo.
Por: Mónica Castelazo
Gerente Sr. Asuntos Corporativos y Comunicación Teva Pharma México.
X: @MonicaCastelazo
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