RUINAS DEL FUTURO

La hipótesis del Maximato

Esta teoría supone que la presidenta electa, Claudia Sheinbaum sabría, querría o podría gobernar si Andrés Manuel López Obrador no le estorbara

OPINIÓN

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Carlos Bravo Regidor / Radar de libros / Opinión El Heraldo de México
Carlos Bravo Regidor / Radar de libros / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hay una preocupación legítima de que Andrés Manuel López Obrador no deje gobernar a Claudia Sheinbaum. De que no se retire de la vida pública, de que busque seguir tomando decisiones, de que la presione e influya para impedir cualquier tipo de cambio o ajuste respecto a su “legado”. Es una preocupación que suele evocar el periodo del Maximato, cuando entre 1928 y 1934 en México hubo tres presidentes —Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez, cada uno de los cuales duró más o menos dos años—, pero quien seguía mandando por encima de ellos (supuestamente) era el “Jefe Máximo”, Plutarco Elías Calles.

(Digo supuestamente, entre paréntesis, porque la historiografía ha mostrado que las cosas fueron más complicadas, es decir, que ninguno de esos tres presidentes era un mero títere indefenso y que Calles no las tenía siempre todas consigo. Con demasiada frecuencia sucede, sin embargo, que lo que sobrevive para el recuerdo de la posteridad termina basándose más en las simplificaciones políticas que en la complejidad histórica. Ni hablar, así pasa).

La cuestión, en cualquier caso, es que la hipótesis del Maximato en este 2024 parte de una premisa altamente problemática: que Sheinbaum sabría, querría o podría gobernar si López Obrador no le estorbara. Dicho de otro modo, la hipótesis representa a Andrés Manuel como un obstáculo para que Claudia gobierne cuando quizá la realidad sea al revés: que, lejos de estorbarle, Claudia necesite a López Obrador para poder gobernar. ¿Por qué?

Porque ella nunca tuvo una carrera política aparte, siempre ha caminado en la estela de la de Andrés Manuel. Porque Sheinbaum jamás ha tenido el carisma personal ni el arraigo popular que tiene él. Porque el “claudismo” se ha definido muy deliberada y explícitamente como una promesa de continuidad, no de diferencia ni de autonomía respecto a López Obrador. Porque ella tampoco tiene un grupo político propio que sea amplio o fuerte, una coalición verdaderamente suya, una base social que —en caso de desacuerdo o enfrentamiento— le vaya a ser más leal a ella que a él. Porque el “proyecto” es el obradorismo. Porque el “pueblo” es obradorista. Porque Morena es el partido de López Obrador y Claudia misma no sólo aceptó ser su candidata en esos términos, sino que los hizo suyos: ella no tuvo nada que ver en la designación de sus candidatos, en la formulación de sus prioridades legislativas, ni tampoco en el nombramiento de sus nuevos dirigentes. 

Más allá de la simplificación que impera en la memoria sobre el Maximato, tal vez ese sea el punto más válido de la comparación con este momento: el que se refiere al control del partido y sus múltiples implicaciones. Con todas las diferencias que separan a Morena del Partido Nacional Revolucionario (el abuelo del PRI), hay una semejanza entre Calles y López Obrador como fundadores, “Jefes Máximos” y liderazgos en torno a los cuales se fueron aglutinando las distintas fuerzas de uno y otro partido. Tal vez los presidentes del Maximato trataban de gobernar dentro de los márgenes que les dejaba la jaula política del liderazgo callista, pero lo cierto es que sin los privilegios de esa jaula difícilmente hubieran llegado a la presidencia. Tal vez sea igual para Sheinbaum con la jaula del liderazgo obradorista.

POR CARLOS BRAVO REGIDOR

@CARLOSBRAVOREG 

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