El anuncio de que Rommel Pacheco será el nuevo director de la Conade es una buena noticia para empezar, porque se confirma la salida de Ana Guevara y, con ello, el final de la peor y más nefasta dirigente que haya tenido el deporte.
De entrada el cambio implica el fin de los conflictos Conade-COM, porque ahora el poder estará concentrado en las manos del Comité Olímpico Mexicano, dado que, pese a que Rommel no es miembro afiliado, es un clavadista en retiro que ha sido cercano a la presidenta María José Alcalá, otra exclavadista, con quien, además, ya compartió Legislatura, pues los dos fueron integrantes de la Comisión del Deporte de la Cámara de Diputados.
En esos no lejanos ayeres, Pacheco representaba al PAN; después, aceptó la invitación de Morena para cambiarse de partido y convertirse en candidato a alcalde por Mérida, contienda que perdió y, por eso, hoy está en la Conade.
El cambio de partido y la lealtad mostrada hasta hoy le ha sido recompensada.
Pero esa buena noticia y las ilusiones y esperanzas que descansan en Rommel Pacheco tienen que estar a la altura de las necesidades del deporte y de sus atletas. El yucateco se sacó la rifa del tigre; aunque la Conade parece una dependencia noble, no lo es. Muchos de quienes se han sentado en esa silla creen que dirigir el deporte es fácil.
Rommel está obligado a rodearse de los mejores perfiles no sólo para que el deporte de alto rendimiento dé el salto de calidad que le urge, sino para que nunca nadie vuelva a sentir que la Conade es la cueva de Alí Babá, y sus dirigentes unos oportunistas que poco o nada saben del deporte, de administración pública y de Derecho. Debe dejar atrás cualquier diferencia o rencor que tenga y comenzar a escuchar, dejarse aconsejar, también estar muy vigilante de esas manos perversas que quieran tomar lo que no les corresponde, y ser implacable no tolerando la corrupción.
Como deportista él vivió en carne propia los conflictos entre dirigentes deportivos de alto calibre. Por eso en una competencia internacional lo vimos en un podio con una camiseta de Popeye, pues no podía portar el uniforme de México; pero también le tocó ser apapachado cuando tuvo que enfrentar su rompimiento amoroso con Paola Espinosa. Rommel debe aprender a darle a los deportistas lo que en justicia merecen, nada más, pero nada menos.
Los atletas de las disciplinas acuáticas esperan todo de él. Tendrá que lidiar con los federativos corruptos, debe aprender a amarrarles las manos, tendrá que enfrentar la violencia sexual y sicológica que los entrenadores ejercen sobre los atletas, mujeres y hombres; él fue testigo de un caso cercano. Le tocará evitar que la entrenadora china Ma Jin, a quien él quiere como a una madre, se vaya de México. La lista de tareas es larga; que Rommel recuerde siempre que lo que importa no es el cargo, sino el encargo.
POR BEATRIZ PEREYRA
COLABORADORA
@BEATRIZPEREYRA
MAAZ