COLUMNA INVITADA

Una imagen eterna

No siempre se tiene la suerte de encontrar una imagen poderosa, que te acompañe en sueños o pesadillas, que compartas a “todo el mundo”

OPINIÓN

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Daniel Francisco / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México
Daniel Francisco / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

No siempre se tiene la suerte de encontrar una imagen poderosa, que te acompañe en sueños o pesadillas, que compartas a “todo el mundo” y quieras evocarla de vez en cuando.

Puede ser el registro de un triunfo, el cumpleaños de un ser querido, un evento deportivo, un accidente. Y con ese tesoro viene la necesidad de que todos sepan que es nuestro hallazgo.

Pero hay ocasiones en que la foto “no fue tomada”, es sólo nuestra, está en la memoria. Un mero ejercicio de contemplación. Me ocurrió en las calles del centro de Guadalajara hace algunos años. Después de caminar y observar las escenas habituales, los comercios, los turistas, los comerciantes, me encontré con un grupo de mujeres de unos 70 años.

Estaban en su clase de tejido, pertrechadas en esa rutina de felicidad, sonreían, compartían experiencias. Quise capturar la imagen. No lo hice, no quise destruir ese momento. Así es que dejé apagada la cámara y sólo me detuve a observarlas.

En la película Días perfectos (2023) de Win Wenders el protagonista toma todos los días la misma foto, ese reflejo de luz entre las copas de los árboles. Y las guarda en una caja. Sólo son suyas. La privacidad sobre el murmullo público, la mirada personal que desafía a la multitud.

Iván de la Nuez en su libro Iconofagias: Un diccionario del siglo XXI escribe que “producimos más mercancías de las que podemos consumir de la misma manera que hacemos más fotos de las que podemos llegar a ver”. Sólo queremos likes, qué importa si no conocemos a quien hizo esa interacción. No hay una selección en nuestro espacio virtual.

Un día, entre tanta imagen, atacaremos a los “molinos de viento”, a los espectros virtuales. Joan de Fontcuberta dice que “probablemente hoy Alonso Quijano no enloquecería en las bibliotecas devorando novelas de caballería sino absorto frente a la pantalla calidoscópica del ordenador”.

POR DANIEL FRANCISO

Subdirector de Gaceta UNAM

MAAZ