ECOS DE LA CIUDAD

La tiranía del Gobierno Emocional

Actualmente, han aparecido una gran cantidad de dispositivos emocionales de control, que llegan a anular nuestra potencia de pensar y actuar, dando forma a lo que llama, El Gobierno Emocional

OPINIÓN

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Créditos: Heraldo de México

El filósofo Carlos Javier González Serrano, publicó este 2024 su libro, Una Filosofía de la Resistencia, con el subtítulo, Pensar y actuar contra la manipulación emocional. Nos dice, que en el siglo XX, los existencialistas concebían como una oportunidad, la capacidad de hacernos cargo de nuestra propia vida. Pero en el siglo XXI, esta oportunidad ha sido rebajada y corrompida.

Actualmente, han aparecido una gran cantidad de dispositivos emocionales de control, que llegan a anular nuestra potencia de pensar y actuar, dando forma a lo que llama, El Gobierno Emocional. Compuesto, por un pensamiento positivo, el coaching emocional, la resiliencia, el neoestoicismo y la autoayuda más ramplona, que nos impulsa a soportarlo todo.

Por supuesto, con los mensajes melosos al estilo: Si Quieres Puedes, que abarrotan librerías, redes sociales y medios de comunicación masiva. En tanto, que una ciudadanía desorientada, supone que los remedios a nuestros problemas pasan estrictamente por una solución individual, como el Cuídate y todo estará bien.

González Serrano insiste en que estamos frente a lo que Mark Fisher llamó la privatización del estrés, que se puede traducir, en el que si algo va mal, es porque no alcanzaste las expectativas, porque todo depende de ti. Afirma, que se trata de un adoctrinamiento emocional, destinado a mantener el estatus quo, las desigualdades sociales y las injusticias, sepultando los malestares psicológicos por un discurso neoestoico del cuidado de uno mismo.

Cuando asumimos este comportamiento, eludimos la necesidad de la lucha política y omitimos la búsqueda de la justicia social, sin reflexión, ni compromiso cívico. Comenta que vivimos en un régimen emocional disciplinario y estamos dominados por el Gobierno Emocional, en el que nos culpamos obsesivamente por los fracasos, con la connotación social, que son exclusivamente nuestros. Como si no viviéramos en comunidad.

Cuando Sócrates reclamaba la práctica de la introspección y el intento de discernir ¿Quién es uno? No se refería a realizar un ejercicio privado, porque nuestra vida solo puede efectuarse en plenitud en medio de la polis. El conócete a ti mismo, es una fórmula que vincula nuestro yo individual, con el contexto en que se desarrolla, pensar individualmente para reflexionar en común por una vida buena. No como proponen las corrientes de autoayuda hoy, que es para soportar, aguantar y adaptarse en soledad a todo sufrimiento.

El filósofo español nos recuerda, que en la sociedad ateniense se llamaba idiota a quien solo se ocupaba de su viaje individual, despreciando los asuntos públicos y políticos, denominándose Idioticracia, a la progresiva domesticación de la sociedad. Cosa que hoy experimentamos bajo una capa de ocio en la que se desarrollan múltiples actividades para mantenernos voluntariamente idiotizados.

En estos tiempos, la precariedad, la inseguridad y las incertidumbres se consideran una virtud, una oportunidad para crecer y ser resilientes. Por eso, resulta imprescindible cuestionar social e individualmente, todo aquello que tenemos que soportar para sobrevivir ¿Saber por qué? y ¿Qué es lo que estamos soportando?

En este sentido, el uso del lenguaje tiene una importancia sustancial, ya que cuando elegimos una palabra y no otra, decidimos el mundo que queremos crear. Hoy por ejemplo, se habla muy poco de la tristeza y olvidamos referirnos a emociones como la desidia, el tedio, la frustración o el sufrimiento, que se ocultan bajo el dominio del Gobierno Emocional, que nos quiere resilientes y productivos.

Gonzales Serrano nos comenta, que la sociedad se compone de guetos emocionales que promueven la endogamia a partir de emociones o de idearios políticos. Pero mediante las prácticas de los dispositivos disciplinarios del Gobierno Emocional, se elude el genuino contacto con los otros, centrándonos en nuestro bienestar personal, para solo ocuparnos de nuestra mismidad.

Enfatiza que la industria del management emocional, es un dispositivo que pretende aprisionar nuestras vidas, para que cuando todo parezca ir mal, recurramos a un coach que redireccione nuestras emociones extraviadas, hacia el bienestar y el desarrollo personal. Se trata, dice, de un aparato disciplinario que mitiga todo impulso autónomo, mediante artilugios emocionales como la autoayuda, el coaching, el mindfulness, la respiración consciente, la logoterapia o el neoestoicismo.

Mientras esto ocurre, el crecimiento se posiciona como el objetivo irrenunciable de toda sociedad, inculcando la idea, de que un mayor desarrollo económico, se traducirá en un mayor bienestar. De esta forma, se pone por encima de las necesidades humanas la exigencia de crecimiento, provocando con ello, una desesperación que se convierte en tristeza y desazón. Emociones de las que nos hacen responsables y por las cuales nos vamos sintiendo cada vez más solos, cada vez más tristes, cada vez más aislados. Al aceptar a la resiliencia como dispositivo disciplinario, no se pone en cuestionamiento las causas del sufrimiento, solo se les mitiga.

El individuo actual, sometido a la dinámica del estrés, es un sujeto sedado que va un paso más allá de la caracterización que hizo Marshall McLuhan del sujeto narcotizado, este, convencido de que transformar las cosas es imposible, se arroja a gozar del entretenimiento que le ofrece la pantalla. Sin embargo, el estado de sujeto narcotizado es reversible, porque puede despertar, tomar conciencia y evitar volver a caer. Pero a diferencia del segundo, el sujeto sedado no está involuntariamente narcotizado, él se ve a sí mismo, como un capital libre, listo para la explotación, buscando su máxima rentabilidad. Asumiendo con gusto y presunta libertad, su rol pasivo, dejándose arrastrar.

El estado de sedación suele ser irreversible, porque el sujeto cree estar ejercitando su libertad e ignora, que está siendo conducido externamente por la maquinaria productiva. Esta condición se manifiesta como una sedación intelectual y emocional, que produce individuos reaccionarios y conservadores. Incluso agresivos y violentos, que defienden las premisas de rentabilidad y eficiencia. Así, todo lo que amenace ese universo, es interpretado como una pretensión de arrebato de sus condiciones de vida, por lo que prefiere conservar los males de su existencia a perder su supuesta libertad. El sujeto sedado solo reacciona, no actúa, no tiene autonomía.

Otro de los dispositivos disciplinarios del sistema productivo, pretende mantenernos en un estado de aislamiento, mediante la promoción insistente de realizarnos individualmente, en soliloquio. Desaparece entonces, el espectro religioso y se impone la apatía política, lo cual deja el terreno fértil para cultivar todo tipo de prácticas que nos incitan a poner el foco en nosotros mismos. Es el pensamiento mágico del Si quieres puedes, donde somos los únicos responsables de nuestras desgracias y sufrimientos.

Las preocupaciones y problemas colectivos se trasladan a la esfera individual y para cualquier contrariedad sistémica, se receta un remedio personal. Hoy lo importante, es encontrarse bien con uno mismo, sentirse en paz y armonía (OM), aunque el mundo se desmorone alrededor. Lo trascendente, es que yo me sienta bien, aunque el mundo perezca.

La desesperación frente a un futuro dominado por la incertidumbre, empuja al sujeto a adoptar una actitud hedonista promovida por la tiranía de la felicidad, buscando formas pueriles y destructivas de goce transitorio, que atiborran nuestra vida vacía a la par de la cultura del meme, de la música con letras estúpidas e hiper-pantallizados.

De ahí, la necesidad de una filosofía de la resistencia que nos invite a reflexionar sobre qué aspectos de la realidad estamos dejando de percibir y de pensar. Además de que nos ofrezca las herramientas para analizar y cuestionar las estructuras que nos proporcionan malestar o generan desigualdad y nos impulsan a asumir nuestra responsabilidad como individuos que formamos parte de una comunidad.

POR HUMBERTO MORGAN COLÓN

COLABORADOR

@HUMBERTO_MORGAN