Es cierto, confieso que mi pluma siempre ha beneficiado a las mujeres; tengo una inclinación inconsciente hacia su apoyo. La luz de otras mujeres ilumina mi camino. Mis letras han explorado los laberintos de los miedos femeninos, buscando encender esas profundas oscuridades. Por eso, cuando por primera vez en la historia de mi querido México una mujer ganó la Presidencia, sentí que mi cuerpo se estremecía.
Un profundo deseo de levantarme y aplaudirla me invadió, pero por una razón u otra, no pude. Sentí que traicionaba a mi género, que me faltaban las palabras para gritarle al mundo que estábamos tomando las riendas. Que estaba feliz de que nos gobernara una mujer. Sin embargo, no pude, y no he podido aplaudirle, y lamentablemente, muchas mexicanas comparten este mismo sentimiento.
Bajamos la mirada, movemos la cabeza de un lado a otro, sintiéndonos completamente alejadas de quien tomará el poder. Quisiera rogarle, suplicarle que me demuestre a mí, a mi hija, y a todas las mexicanas que no le aplaudimos, que estamos profundamente equivocadas. Entonces, le escribiré día tras día, pidiéndole perdón por no haberlo hecho.
Ojalá así sea. Entonces veo que no sólo es México, sino que el mundo está cambiando de manos, y que ahora nos toca a nosotras, las mujeres. Escucho a mis amigas escritoras decir: “El amor a la libertad es más fuerte que cualquier opresión”. Aunque nunca he pisado la tierra de Venezuela, tengo el privilegio de contar con amigos venezolanos que se han convertido en hermanos de vida. Entre ellos, destaca una mujer que levanta esperanzas y da libertad: María Corina.
Ella me representa y me hace vibrar desde lo más profundo de mis entrañas. María Corina inspira, motiva, y es un ejemplo de liderazgo, demostrando la fuerza inquebrantable que poseemos las mujeres. Entonces, me paro, grito y aplaudo. Le enseño a mi hija lo que se puede llegar a ser, la mujer en la que se puede convertir, y eso me llena el corazón y nos une a todas.
Doy vuelta a la página del periódico y veo una sonrisa que hipnotiza, otra mujer en toda la extensión de la palabra, con una autonomía y fuerza desbordante, otra que me representa y me da ejemplo de vida: Kamala Harris. Tenemos dos mujeres que cubren las notas constantes de las noticias del mundo, ambas luchan por la democracia y a pesar de la represión y las consecuencias. Ambas destacan por su valentía, quieren cambiar su entorno hostil, buscan un mundo más digno y no les da miedo gritar libertad.
Y como dice la icónica frase de Chavela Vargas: “Los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana.” Hoy, yo soy venezolana.
Contigo Venezuela.
POR MÓNICA SALMÓN
PSICÓLOGA Y ESCRITORA
@MONICASALMON
MAAZ